Crítica: 'Elektra' con Herlitzius, Pieczonka y Meier en Múnich

SEÑORAS QUE... CANTAN ELEKTRA

Por Alejandro Martínez

Múnich. 16/07/2015. Bayerische Staatsoper. Festspiele. Strauss: Elektra. Evelyn Herlitzius (Elektra), Adrianne Pieczonka (Chrysothemis), Waltraud Meier (Klytaemnestra), Günther Groissböck (Orest), Ulrich Reß (Aegisth) y otros. Dirección musical: Asher Fisch. Dirección de escena: Herbert Wernicke.

   Tras pasear su creación de Elektra por numerosos escenarios, como Dresde o Milán, aquí en la producción de Chereau estrenada en Aix-en-Provence, Evelyn Herlitzius recalaba en el Festival de Ópera de la Bayerische Staatsoper de Múnich para dar vida una vez más a esa criatura furibunda que forjaron Strauss y von Hoffmansthal. En el caso de Herlitzius, como ya hemos glosado en otras ocasiones, estamos ante un verdadero animal escénico; una fuerza de la naturaleza bien domeñada ya y que ha encontrado en el papel de Elektra su más redonda carta de presentación. En esta ocasión comenzó su interpretación con algunos sonidos más duros y agrios en el agudo, aunque terminó imponiéndose a una orquesta que sonó siempre en forte. La intensidad, la entrega y la autenticidad de su encarnación la sitúan, seguramente contra todo pronóstico, como una Elektra de talla histórica, a la que sólo puede plantar hoy competencia la reciente encarnación de Nina Stemme. Herlitzius por cierto ha terminado siendo la Isolda escogida por Thielemann en Bayreuth, tras descartar éste a Westbroek, a Merbeth y finalmente a Kampe, en una desagradable sucesión de polémicas, más dignas de un patio de colegio que del citado festival wagneriano. Estas funciones de Elektra en Múnich han coincidido pues, en su caso, con los ensayos de este Tristán que se estrena inminentemente, el próximo 25 de julio.

   Adrianne Pieczonka es una Chrysothemis de manual, si bien la intensidad de su agenda y el paso de los años dejan entrever ya alguna muestra de fatiga en su tercio agudo, que tarda más en calentar y sonar tan luminoso y resuelto como hace algún tiempo, con sonidos más tensos y agrios de tanto en tanto. Pieczonka, como sucedía con Herlitzius, participaba en esta Elektra cuando se encuentra al mismo tiempo inmersa en los ensayos para el próximo Fidelio del Festival de Salzburgo, junto a Jonas Kaufmann. El oficio consumado de Waltraud Meier, que precisamente hace una semana se despedía en Múnich del papel de Isolda, da lugar a una Klytämnestra memorable, de una intensidad escénica fuera de serie, verdaderamente inquietante y un punto siniestra. Una verdadera creación, con una atención a la palabra de las que hacen época. Ya le habíamos escuchado el papel en París, en Dresde y en Milán y no defraudó lo más mínimo esta vez en Múnich. Completaban el reparto un notable Günther Groissböck como Orest y un cumplidor Ulrich Reß como Aegisth, amén de un extenso y sobresaliente equipo de doncellas (Okka von der Damerau, Rachel Wilson, Heike Grötzinger, Eri Nakamura, Golda Schultz).

   La dirección musical de Asher Fisch, como ya apuntábamos, dejó mucho que desear, con un sonido siempre efusivo, cargado de decibelios y sin contrastes. Verdaderamente, a años luz de los trabajos de Thielemann y Salonen en Dresde y Milán, respectivamente. El trabajo de Fisch es plano y superficial bajo cualquier punto de vista. De no ser por las tres señoras, con mayúsculas, que protagonizaban el reparto, la función habría transcurrido sin mayor pena ni gloria.

   En escena la producción del fallecido Herbert Wernicke (1946 - 2002) no termina de levantar el vuelo, al margen de un sugestivo código cromático (fantástica iluminación) y una esquemática escenografía, obra todo ello del propio director de escena. Queda en todo caso la duda acerca de cuánto resta verdaderamente hoy de de su original dirección de escena, en la enésima reposición de un trabajo que se estrenó en 1997.

Fotos: Wilfried Hösl