Por Nuria Blanco Álvarez
Oviedo. 4/3/15. Teatro Campoamor. Festival de Teatro Lírico Español. El dúo de La africana, de Manuel Fernández Caballero. Mariola Cantarero, Felipe Loza, Javier Tomé, María José Suárez, Enrique Viana. Lander Iglesias. Dirección musical: Rubén Díez. Dirección de escena: Emilio Sagi. Oviedo Filarmonía. Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo.
El miércoles se inauguró en el Teatro Campoamor de Oviedo el XXII Festival de Teatro Lírico Español con la genial obra del Género Chico El dúo de “La africana”, zarzuela de Manuel Fernández Caballero con libreto de Miguel Echegaray, y título que volverá a ponerse en las tablas del coliseo asturiano los días 6 y 7 de este mes.
La función contaba con el aliciente de Emilio Sagi en la dirección de escena y la presentación en la Temporada del maestro asturiano Rubén Díez, aunque en esta ocasión la puesta en escena no logró superar las expectativas a las que Sagi nos tiene acostumbrados. Fue una propuesta elegantemente presentada e inteligentemente diseñada, aso sí, siempre con el sello de distinción del gran director de escena asturiano.
En El dúo de “La africana” se representa a una compañía de ópera de tres al cuarto que sobrevive gracias a la avara actitud de su empresario Querubini, que reutiliza vestuarios de funciones pasadas y no paga a sus artistas, en su mayoría familiares, tolerando incluso el escarceo entre su propia esposa, La Antonelli, tiple de la compañía, y el tenor Giuseppini, ya que canta “por amor al arte” y, claro, “non le paga”. Resulta superflua la inclusión en esta versión de dos sastras, que no hacen sino interrumpir el desarrollo de la acción y los diálogos de los personajes e incluso impidieron escuchar claramente el bello preludio de la obra con sus continuos y superfluos parloteos. Se les ha asignado además a estos dos personajes parte del papel que en realidad debería ejecutar Pérez, el regidor de la compañía, que en esta ocasión no abrió la boca en toda la obra más que para interpretar su número con el coro, donde ciertamente Lander Iglesias tuvo problemas para sincronizarse con la orquesta, yendo a destiempo durante toda su breve intervención.
El maestro Caballero hace del coro casi un personaje más de la obra, algo muy poco común en este género de zarzuela, siendo el que observa desde fuera la acción y pone sobre aviso al público, tanto de la situación precaria de la empresa como de lo “ligera” que es realmente la tiple y su más que evidente romance con el tenor. Sin embargo, todo esto queda desdibujado al ser de nuevo las susodichas sastras las que se encargan del asunto, con aclaraciones innecesarias que interrumpieron el disfrute del devenir natural de la obra. El Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo, en su versión de cámara, hizo las delicias del público, especialmente las mujeres, con un desparpajado escénico y una dicción impecables. Se notó la entrega de la agrupación, espléndida en todas sus intervenciones, quizá como regalo al que es su co-director desde hace años, Rubén Díez, que esa noche debutaba en la Temporada de Zarzuela en la dirección musical.
Díez obtuvo una versión muy personal y elegante, con fraseos dilatados en los que parecía regodearse en la musicalidad de la obra. La versión denotó su aprecio por la partitura y el autor hasta en sus más mínimos detalles. Mostró su talento además como compositor, al orquestar expresamente para la ocasión un fragmento del preludio de la ópera La africana de Meyerbeer, a la que obviamente se alude en el título de la zarzuela. La gracia de la misma está en el continuo intento de ensayo del famoso dúo de la ópera francesa, pero que constantemente se ve interrumpido por el empresario con sendos ataques de celos. Querubini es un personaje que suele meterse en el bolsillo al público, por sus cómicas escenas y su rocambolesco italiano, que da lugar a multitud de chistes. Sin embargo, Felipe Loza no se mostró a la altura de lo que esperábamos, habiendo realizado una labor solvente pero ¡cuánto hemos echado de menos la magistral interpretación que hizo Luis Álvarez en ese papel sobre los escenarios del Teatro Real hace ya doce años! Loza no supo sacar partido a su texto ni a su intervención vocal, en la que no estuvo acertado.
Javier Tomé interpretó a un Giuseppini con buenas cualidades vocales, luciéndose incluso con algún agudo no incluido en la partitura. Lástima que no se sacara más partido escénico a su personaje. La versión parecía mostrar a un verdadero Don Juan, que igual agasajaba a la hija de Querubini, que a la propia Antonelli, a la que parecía mirar como una conquista más, alejándose así de la intencionalidad de obra original, donde el tenor únicamente se desvive por la tiple, haciendo que se pierda parte del intríngulis de la historia.
Sin duda la estrella de la noche fue Mariola Cantarero, con una vis cómica maravillosa y una soltura escénica que hacían ver en ella a la auténtica Antonelli. Exhibió además una fina coloratura en los agudos que dejó ver una cualidades técnicas formidables, algo de lo que esta cantante siempre ha hecho gala, aunque su timbre no sea el más belllo que hemos oído. Incluso nos obsequió, en un paréntesis de la zarzuela de Fernández Caballero, con el repique de castañuelas es su interpretación de la conocida pieza Me llaman la primorosa, que dejó momentos de verdadera elegancia y dominio vocal. También intervinieron en ese breve entreacto, la asturiana Mª José Suárez, mostrando su habitual gracejo escénico y cualidades vocales, aunque quizá un tanto reiterativa en sus alusiones a Oviedo, un recurso que, si bien como guiño puede hacer gracia, si se redunda demasiado la pierde. No podemos dejar de alabar la aparición estelar de Enrique Viana, cuyo talento interpretativo está fuera de toda discusión, y que cantó, tras una divertida escena, una pieza de La viejecita, obra del mismo autor que El dúo de “La africana”.
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