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Crítica: 'Don Pasquale' en el Palau de Les Arts

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Autor: Alejandro Martínez
15 de febrero de 2015

THE SHOW MUST GO ON

Por Alejandro Martínez

13/02/2015 Valencia: Palau de Les Arts. Donizetti: Don Pasquale. Michele Pertusi, Nadine Sierra, Maxim Mironov, Artur Rucinski y otros. Roberto Abbado, dir. musical. Jonathan Miller, dir. de escena.

   Aquí donde me ven siempre he sido un gran y declarado fan de Queen. Sí, sí, de Freddy Mercury y compañía. Y lo cierto es que no podía sino pensar en su conocida "The show must go on" a la vista de los acontecimientos que se sucedían en el Palau de Les Arts en las últimas semanas y con la constatación, ciertamente sorprendente y digna de elogio, de que el espectáculo continua allí a pesar de todo con absoluta normalidad. Ojalá la fiscalía resuelva mas pronto que tarde sus pesquisas y la normalidad sea completa allí en un plazo de tiempo razonable, ya con Davide Livermore como nuevo y prometedor intendente en la casa, en reemplazo de la imputada Helga Schmidt. Por lo que se refiere a la velada que nos ocupa, les confieso que pocas cosas me producen tanto tedio y sopor como el previsible libreto de este Don Pasquale, una comedia de enredo arquetípica cuya música, ciertamente inspirada y bella por momentos, no tiene por lo general la consumada altura de las mejores páginas de Donizetti. Si no se reunen un gran batuta, un gran reparto y una gran producción, las posibildiades de que el espectáculo acaben siendo algo soporífero son muy altas.

   Al Don Pasquale del ya veterano Michele Pertusi le sobra oficio pero le falta a menudo un mayor gracejo, demasiado adusto en su expresión, ayuno con frecuencia de una comicidad más espontánea y comunicativa. La parte requiere un desempeño actoral un tanto más grotesco, a nuestro parecer. Vocalmente, se requiere asimismo una voz de sonoridad más variada, con más colores y un acento más elaborado. El material de Pertusi, además, se muestra cada vez más mate, falto de ese brillo que debiera adornar sus intervenciones más ágiles y cómicas. Tampoco es un virtuoso con el sillabato dispuesto en sus páginas de mayor protagonismo, como el “Un foco insolito” o el consabido dúo con Malatesta.

   La joven soprano Nadine Sierra, procedente de Florida, galardonada en 2009 en los Metropolitan Opera National Concil Auditions y vencedora en 2013 del Concurso de Canto de Montserrat Caballé, entre otros certámenes en los que ha sido premiada, brindó una Norina espléndida y ciertamente intachable, de una factura vocal impecable. Con un instrumento bellamente timbrado, supo recrear su personaje lo mismo mostrándose pícara y pizpireta que temperamental y caprichosa. El instrumento, si bien no es gigantesco, tiene sobrado desempeño técnico para dejarse oír a la perfección, con una gama canónica de recursos belcantistas.

   Maxim Mironov, a quien entre otras cosas ya escuchásemos como Rodrigo en el Otello de Rossini protagonizado por Kunde en Gante, debutaba aquí con la parte de Ernesto, que resuelve ciertamente con facilidad, brindando un canto elegante y un fraseo hermoso, aunque tanto taimado en su expresividad. Su material, aunque idóneo para cubrir la empinada tesitura del rol, adquiere un color demasiado blanquecino en el tercio agudo, donde además a su timbre le falta, no desahogo, pero sí expansión. Sea como fuere, tanto el “Povero Ernesto… Cercherò lontana terra”  como sus dos intervenciones del tercer acto, el “Com´è gentil” y el “Tornami a dir che m'ami” junto a Nadine Sierra, fueron muy bellamente resueltos.

   La voz de Artur Ruciński, a quien habíamos escuchado como Conde de Luna en Salzburgo y en Venecia, es ciertamente un lujo para una parte como la de Malatesta, que resuelve sobradamente, incluso con excesiva nobleza si me apuran. Su dúo “Cheti, cheti, immantinente” con el Don Pasquale de Pertusi fue uno de los mejores momentos de la noche.

   La batuta de Roberto Abbado planteó un Don Pasquale a decir verdad bastante genérico, de expresividad mucho más gruesa y ruda de lo apropiado para esta partitura. Es un buen concertador y brilló si acaso en el acompañamiento a los solistas en los momentos más líricos de la velada, pero a su enfoque le faltaron ligereza, picardía y vivacidad por doquier. Todavía recordamos la brillante labor de Riccardo Muti con esta partitura en el Teatro Real en mayo de 2013. En Valencia, por cierto, orquesta y coro diríamos que sonaron de hecho muy por encima de la propia batuta, que con esos mimbres bien podría haber planteado una versión mucho más detallada y minuciosa.

   La producción de Jonathan Miller, procedente del Maggio Musicale Fiorentino, comete el pecado de convertir en tediosa una solución que a priori se antojaba ingeniosa, ocurrente y original, como es la idea de convertir la trama en un episodio ambientado en una gigantesca casa de muñecas, en una escenografía simpática que sin embargo se antoja finalmente reiterativa. Por otro lado, dicha escenografía perjudica un tanto la acústica, con tanta tela y situando a los cantantes a veces en lo más alto de la caja escénica.

Fotos: Tato Baeza

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