Por Alejandro Martínez
Viena. 22/06/2015. Wiener Staatsoper. Hndemith: Cardillac. Tomasz Konieczny (Cardillac), Angela Denoke (Die Tochter), Herbert Lippert (Der Offizier), Wolfgang Bankl (Der Goldhändler), Matthias Klink (Der Kavalier), Olga Bezsmertna (Die Dame), Alexandru Moisiuc (Die Führer der Prévôté). Dirección musical: Michael Boder. Dirección de escena: Sven-Eric Bechtolf.
Regresaba a la Wiener Staatsoper la ópera Cardillac de Hindemith, en la primera versión de 1926 y en la producción de Sven-Erich Bechtolf estrenada ya en otoño de 2010, entonces con Franz Welser-Möst a la batuta. En esta reposición la dirección musical corría a cargo de Michael Boder, director musical titular del Liceo entre 2008 y 2012 y que ahora se desempeña en ese mismo cargo en la Ópera de Copenhague. A decir verdad la obra de Hindemith tiene más atractivo sobre el papel que sobre las tablas, con una música y concepto de la acción teatral que terminan por ser algo tediosos y levemente efectistas, más allá de aciertos puntuales y momentos más álgidos, que los hay, pero que no terminan de cerrar como genial la valoración de este título en tres actos, de poco más de una hora y media de duración y sin duda infrecuente en las programaciones teatrales. La labor de Boder tampoco brilló precisamente por lo estimulante de su batuta, académica en demasía y un punto morosa en su exposición.
Afortunadamente la producción de Bechtolf es quizá lo mejor que le hemos visto, sin ser tampoco la octava maravilla, pero lo cierto es que resuelve con inteligencia la sucesión de escenas, presentando la acción bajo un código estético atractivo (obra de Rolf Glittenberg por cuanto hace a la escenografía) en guiño constante al expresionismo cinematográfico de comienzos del siglo XX, con estampas que parecen sacadas de tanto en tanto de El Gabinete del Doctor Caligari. Cardillac, sobre un texto de E. T. A. Hoffmann (Señorita de Scuderi) es la historia de un codicioso orfebre que no evita asesinar a cada uno de sus clientes para recuperar las joyas que le han comprado. Decíamos que la producción de Bechtolf eleva algo la temperatura de la representación, aunque no deja de ser de una literalidad que invita a pocas elucubraciones.
Como es habitual en la Staatsoper de Viena, el reparto está armado a partes iguales con cantantes fiables de la casa, de admirable oficio, y algún que otro guiño a figuras de mayor renombre. En este caso, a excepción de Angela Denoke, que debutaba con fortuna en la pequeña parte de la hija de Cardillac, todo el resto del cartel, incluido el protagonista aquí en manos de de Tomasz Konieczny, estaba armado con cantantes que se escuchan casi cada semana en el coliseo vienés. Como cabía esperar, los Lippert, Beszmertna, Bankl, Moisiuc y compañía cumplen con sus cometidos, pero sin mayor pena ni gloria, contribuyendo a una sensación general demasiado tibia. Koniezcny, que hace no tanto nos dejó un sabor de boca algo mejor con su Wotan, volvió por sus fueros menos estimulantes, con un canto tosco y sin sentirse del todo seguro y firme con el personaje, con el que por cierto debutaba. El veterano Lippert es un cantante concienzudo y voluntarioso, pero el material vocal ya no da para mucho. Beszmertna hace gala de un centro denso e interesante, muy apto para los pasajes más líricos, pero penaliza su trabajo cada vez que asciende al agudo, donde la emisión pierde fiabilidad. En suma, pues, ni frío ni calor con este Cardillac que se reponía en Viena.
Fotos: Michael Póhn
Compartir
Sólo los usuarios registrados pueden insertar comentarios. Identifíquese.