STRAUSS EN EL CAMPOAMOR
Por Javier Labrada
Oviedo. Teatro Campoamor. 1/1/2015. Concierto de Año Nuevo de la Oviedo Filarmonía. Director musical: Arthur Fagen. Obras de F. von Suppé, Strauss, Offenbach y Dvorak.
Como ya es tradición, el Teatro Campoamor fue el lugar elegido por la Oviedo Filarmonía para dar la bienvenida a este 2015. Dirigida esta vez no por su director titular, sino por el estadounidense Arthur Fagen la orquesta nos presentó un programa típicamente Vienés, casi monográfico con Suppé, Offenbach y Dvorak como únicas excepciones a la mayoritaria presencia de la familia Strauss (padre e hijo). Inició pues el concierto una de ellas: la obertura de la opereta Caballería ligera de F. von Suppé.
Con una densidad sonora algo escasa -derivada del reducido número de músicos-, la agrupación ovetense trató de dar lo mejor de sí bajo una dirección ciertamente distinta y más afortunada que la del año pasado. Tratando siempre de matizar la partitura el director puso especial interés en los pianísimos, antojándose estos algo excesivos en determinados momentos en los que el sonido llegó a perderse entre los ruidos del público. Se pudo encontrar en el tempo otra diferencia con años anteriores, siendo en esta ocasión algo más relajado, como norma general. El programa continuó con las polkas Annen y Unter Donner Und Blitz, interpretadas una vez aliviada la sed del director americano, que de no ser por las advertencias del concertino habría intentado escanciar la sidra de una botella traída por el primer violonchelo al lado de todos los músicos, en lugar de verterla directamente en el vaso. No podía faltar alguna broma en un concierto de año nuevo, resultando esta sinceramente graciosa y muy aplaudida por el público.
De nuevo en el plano musical, fueron interesantes las intervenciones del fagot en Perpetuum mobile, situándose por encima de las del flautín, que sonó algo destemplado en los últimos compases de la Polka TrischTrasch, interpretada tras el descanso. Ya en la segunda parte del programa nos encontramos con las Danzas eslavas 3 y 1, op. 46 de Dvorak y un nuevo conjunto de obras de Strauss hijo, entre las que merece la pena destacar la Polka pizzicato, que nos dejó una interpretación más valiosa por los matices que por la simultaneidad de los músicos al atacar las notas situadas después de los silencios. Ya hacia el final del concierto nos quedamos con el trabajo de la arpista Danuta Wojnar en El bello Danubio azul, pieza en la que logró un sonido siempre correcto y empastado con el resto de la orquesta.
Como propina, primero una interpretación especialmente inspirada del Intermezzo de Cavalleria rusticana, para después dejar paso, como no podía ser de otra forma, a la conocida Marcha "Radetzky" que, como es tradición en todo el mundo, contó además con las palmas del público como acompañamiento. Por último es necesario hacer una mención a la iluminación elegida para la sala; idéntica a la del año pasado pero por momentos algo molesta, especialmente hacia el final de la primera parte, cuando durante las partes más rápidas del Can-can de Orfeo en los infiernos las luces comenzaron a cambiar estroboscópicamente de rojo a blanco, algo que además de dificultar la visión del escenario no resultó especialmente estético.
Compartir
Aviso: el comentario no será publicado hasta que no sea validado.