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Crítica: "Anna Bolena" en el Auditorio de Tenerife

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Autor: Alejandro Martínez
27 de mayo de 2015

UN CLAVO SACA A OTRO CLAVO

Por Alejandro Martínez

Tenerife. 23/05/2015. Auditorio de Tenerife. Donizetti: Anna Bolena. Marta Torbidoni (Anna Bolena), Celso Albelo (Lord Percy), Alessandra Volpe (Seymour), Felipe Bou (Enrico VIII), Nozomi Kato (Smeton), David Astorga (Hervey).

   Llegábamos a Tenerife con la amarga sensación de haber recorrido unos cuantos kilómetros para disfrutar a la postre de una Bolena sin el aliciente principal de su protagonista, Mariella Devia, que se vio obligada a cancelar tras un proceso alérgico que le dejó sin voz. Y sin embargo, salimos del Auditorio de Tenerife con la agradable sensación de haber asistido a un loable esfuerzo, tanto por parte de la organización como por parte del director musical y la joven solista requerida para la ocasión, la italiana Marta Torbidoni, que llegó ese mismo día a la isla, sin posibilidad siquiera de realizar un pase con la orquesta. Torbidoni saltaba así sin red al escenario, con le reto de hacernos olvidar que habíamos ido allí para escuchar a Mariella Devia. Y no diremos que lo consiguiera por completo, pero sin duda firmó un trabajo muy elogiable, tanto por las circunstancias en las que se produjo como por el resultado mismo de su interpretación. Estamos en su caso ante una voz todavía joven, con una madurez aún por alcanzar, pero el instrumento es limpio, bien timbrado y dúctil, en manos de una intérprete segura y musical. Tanto al timbre mismo como a la solista cabe requerirles una mayor personalidad y temperamento, pero todo llegará. No es una virtuosa, le faltan fantasía y magnetismo, pero transmite buenas sensaciones. Torbidoni había debutado como Anna Bolena el año pasado, en una gira de conciertos con Fabio Biondi, interpretando una versión historicista de la partitura. Acostumbrados a las Bolenas de sopranos ya en su madurez, agrada comprobar que este papel está al alcance de una voz belcantista joven con los papeles generalmente en regla.

   Celso Albelo jugaba en casa y volvió a repetir su convincente Percy, que debutase hace algunas semanas en Viena. Encontramos más seguridad en su enfoque, mayor asentamiento del rol en su instrumento y en suma más posibilidades de paladear con gusto la partitura, con un fraseo intenso y una emisión variada. Albelo confirma que es hoy un referente belcantista fuera de toda duda. Su resolución del tercio agudo de la parte, por cierto, volvió a dejar notas de impresionante factura, con brillo, squillo e ímpetu, como el soberbio Do que coronó su primera escena de enjundia. Alessandra Volpe, aquí como Seymour, posee un material suntuoso de mezzo, aunque la emisión es irregular, con algunos sonidos velados aquí y otros más guturales y entubados allá. El canto es generalmente efusivo y no todo lo contrastado que debiera. Es una intérprete plausible, pero con un margen de mejora a su alcance; tiene mimbres para ofrecer algo aún más acabado. En contra de lo imaginado, confesamos que nos gustó el Enrico VIII de Felipe Bou, que apenas había tenido una semana para memorizar la parte desde que fue requerido por la Ópera de Tenerife para este concierto. Es evidente que a su lectura del papel le queda por delante un margen importante de matices por aquilatar, pero para tratarse de un primer acercamiento, estuvimos ante un trabajo notable. La emisión es a veces algo tosca y el acento quizá más rudo de lo que el belcanto de la parte pide, pero nos pareció suficiente para tratarse de una primera resolución del rol con tan escaso margen de preparación. Muy bueno, por último, el material exhibido por la mezzo japonesa Nozomi Kato en la parte de Smeton, que resolvió de forma más que convincente.

   No cabe sino elogiar la dirección musical de Sebastiano Rolli, que dirigió de memoria todo el concierto, atentísimo a los solistas y mimando especialmente a Torbidoni en cada una de sus entradas. Quizá no estemos ante una batuta grandiosa, pero sí nos pareció estar ante un músico con mayúsculas, creyendo en la partitura hasta el punto de defenderla con verdadero entusiasmo y vehemencia. La Orquesta Sinfónica de Tenerife firmó también un buen trabajo, con un sonido contrastado y firme, sin altibajos. Igualmente, el Coro de la Ópera de Tenerife respondió con una labor a la altura de las circunstancias. Por último, nos gustaría añadir una mención especial para la organización del Auditorio de Tenerife, no ya sólo por su dedicación y empeño a la hora de buscar un reemplazo para Devia (tarea nada fácil en apenas veinticuatro horas) sino porque la institución ofrecía la posibilidad de reembolso a aquellos espectadores que decidieran renunciar a sus localidades ante la ausencia de Mariella Devia. Una medida ejemplar.

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