Por Alejandro Martínez
Viena. 17/04/2015. Wiener Staatsoper. Donizetti: Anna Bolena. Anna Netrebko (Anna Bolena), Celso Albelo (Lord Riccardo Percy), Luca Pisaroni (Enrico VIII), Ekaterina Semenchuk (Giovanna Seymour), Margarita Gritskova (Smeton), Dan Paul Dumitrescu (Lord Rochefort), Carlos Osuna (Sir Hervey). Dirección musical: Andriy Yurkevych. Dirección de escena: Eric Génovèse.
Anna Netrebko parece haberse especializado en cantar papeles a priori alejados de sus coordenadas vocales, que sin embargo lleva hacia su terreno y acaba bordando, a su manera si ustedes quieren, pero brindando interpretaciones que no dejan indiferente a nadie, como ya pasó con /// ///su Lady Macbeth de Verdi///. Es el placer de la heterodoxia. Debutó con Anna Bolena precisamente en Viena en 2011. Aunque sea ya una obviedad, conviene insistir en que su material vocal es glorioso y es tal su dominio del mismo que se diría que ahora mismo Netrebko es capaz de todo. De hecho, no nos extrañaría lo más mínimo que anunciase su debut como Isolda para dentro de unos años; no sería una locura. Y es que la voz es ya un espectáculo en sí misma: cremosa, esmaltada, oscura pero luminosa, densa y homogénea… Es un placer continuo, sobre todo cuando consigue un dominio tan acabado com el que mostró en esta ocasión, manteniendo al teatro en vilo por ejemplo conforme desgranaba un subyugan “Al dolce guidami”, con una entonación delicada, con un sonido en piano logradísimo y abundando en una media voz muy elogiable.
Tiene un indudable mérito que Netrebko se mueva con casi idéntica desenvoltura por papeles rusos (Iolanta, Tatiana de Eugene Onegin), por partes belcantistas (Anna Bolena) o por papeles verdianos (Leonora de Il Trovatore, Lady Macbeth). En el horizonte están ya su Elsa de Lohengrin y todo un mosaico dispar de debuts (Norma, Turandot, Adriana Lecouvreur…) que sin duda encaminan su trayectoria hacia la de una soprano total sólo comparables con grandes de talla histórica como Callas o Caballé. En todo caso, su Bolena tiene más valía desde un punto de vista vocal que desde un enfoque dramático e interpretativo. No es tampoco una virtuosa del canto adornado y ágil, pero resuelve sobradamente los pasajes más exigentes en este sentido. Su “Coppia iniqua”, amén de infatigable y temperamental, se mostró muy segura y decidida resolviendo el constante sube y baja que la partitura prescribe, cosa nada fácil por cierto para una voz con la densidad y grosor que el instrumento de Netrebko muestra a día de hoy. Es cierto, no obstante, que Netrebko se muestra menos desenvuelta y esmerado con los recitativos, partiendo de una dicción en italiano no tan acabada y limitada por una acentuación no tan nítida como quisiéramos. No nos encontramos ante una interpretación singularmente elaborada o de gran profundidad; su Bolena se sostiene sobre todo en un derroche vocal apabullante.
Celso Albelo volvió a convencer debutando el papel de Lord Percy, con apenas ensayos para preparar la parte al tratarse de una reposición de la Staatsoper de Viena. Mostró un dominio absoluto del estilo, con un fraseo entregado y una interpretación valiente, descollante en el tercio agudo, sin arredrase lo más mínimo ante el hecho de debutar la parte en Viena y al lado de una estrella de la talla de Netrebko. El público se mostró francamente caluroso con el tenor canario. Obviamente, su Percy admite aún un margen de mejora, pudiendo asentar más el fraseo, cuajando con ello una interpretación aún de mayor riqueza. Es curioso escuchar una y otra vez repetido el tópico que Albelo arrastra desde sus comienzos, sobre lo poco o mucho que se deja escuchar su voz en un teatro. La evidencia es que en una sala tan grande como la Staatsoper de Viena su voz no sólo se escuchaba con suficiencia sino que era la más brillante y audible en los concertantes, al lado de voces tan grandes y sonoras como las de Netrebko o Semenchuk.
Luca Pisaroni es un cantante noble, atento y resuelto, aunque a su Enrique VIII le faltó una dosis mayor de temperamento. Seguramente la claridad del timbre, casi baritonal, y la relativa candidez de su acento no le permitan redondear una interpretación más intensa y aristocrática, como la que ofrecía Ildebrando D´Arcangelo cuando se estrenó esta producción en 2011 En la parte de Seymour encontramos a Ekaterina Semenchuk mucho más refinada que en su reciente Amneris de Roma. La voz, timbrada y sonora, no es de naturaleza belcantista, aunque Semenchuk la maneja prácticamente a placer, con gran seguridad y entrega. Su Seymour no fue de un lirismo acabado y delicado, como sí lo era en el caso de Garanca, pero cubre con creces las expectativas. Su principal dúo con Netrebko tuvo muchos quilates y muchos decibelios. Del resto de solistas que completaban el reparto cabe destacar a Margarita Gritskova como Smeton, con un canto fácil y un instrumento apreciable.
En el foso, Andriy Yurkevych ofreció una dirección vibrante, contrastada y atenta a los cantantes; intachable en su labor como maestro acompañante. La producción de Eric Génovèse es absolutamente anodina, poco más que una escenografía clásica y escueta sin pena ni gloria. Todo el mérito de la representación recae así directamente en manos del talento de los solistas.
Fotos: Michael Pöhn
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