Por Alejandro Martínez
San Sebastián. 25/08/2015. Quincena Musical. Kursaal. Rossini: La morte di Didone. Stabat Mater. María José Moreno (soprano), Mariana Pizzolatto (mezzo), Celso Abelo (tenor), Fernando Latorre (bajo). Orquesta de Cadaqués. Orfeón Donostiarra. Dirección musical: Alberto Zedda.
Hay algo de inexorable en esas olas que se rompen contra el Peine del Viento de Chillida, encaramado al litoral donostiarra como un símbolo que reta al paso del tiempo y a las inclemencias de la climatología. Y con esa misma inexorabilidad sonó el Stabat Mater de Rossini en las manos de Alberto Zedda, un maestro menudo y minúsculo, pero con una grandeza y una vitalidad que muy pocos atesoran, cuando bordea ya los 90 años de edad (nació en Milán en 1928). Su maestría con Rossini no tiene hoy parangón. Pequeño e inexorable, con esos brazos cortos pero concisos, cargados de decisión y brío, Zedda obtuvo lo mejor de una Orquesta de Cadaqués adocenada las más de las veces y que aquí se desempeñó sin embargo con entrega y entusiasmo, redundando en un sonido limpio y compacto, de espléndida riqueza en dinámicas e intensidades. El Orfeón Donostiarra es un instrumento sobresaliente y Zedda supo auparlo con mano diestra para ser el colofón de una versión musical descollante. El Orfeón ugaba en casa y obviamente fue ovacionado con generosidad. Compartimos el general aplauso, no es para menos, si bien el color de las voces femeninas, cada vez más virginal y aniñado en los últimos años, no debiera caer en un complaciente amaneramiento.
En el cuarteto vocal nos encontramos con tres voces de primer nivel y un meritorio reemplazo. Y es que el bueno de Nicola Alaimo se vio obligado a cancelar a última hora su participación en este concierto, tras quedar literalmente sin voz en la noche previa por efecto de un corriente de aire que dejó maltrechas sus cuerdas vocales. En su lugar, el bajo Fernando Latorre hizo lo que pudo, con esmero y musicalidad, pero limitado por un instrumento que no le deja apenas margen. El tenor Celso Albelo volvió a demostrar que está en un momento de gran seguridad personal y profesional, rindiendo a idéntico nivel que las dos voces femeninas, la mezzo Mariana Pizzolatto, dueña de una voz grande, timbrada y dúctil, de lirismo consumado, llamada sin duda a mayores empeños, y la soprano Maria José Moreno, belcantista nata, sonando brillante y fácil en su resolución de la escabrosa partitura. Certera y afortunada la inclusión de la cantata La morte di Didone en la primera parte del concierto. Pieza infrecuente, no por falta de valor sino por lo exigente de su escritura para soprano y coro masculino, nos permitió disfrutar de una impecable y valiente Maria José Moreno, dueña y señora del estilo rossiano y con un instrumento en plena forma, como ya apuntábamos.
Algún día la Quincena Musical, por cierto, y la ciudad de Donostia por extensión, tendrán que abordar las abusivas condiciones en las que el festival dispone del Kursaal, a un coste altísimo que hipoteca la agenda misma de los ensayos de algunas de las producciones, como fue el caso de este concierto, cuyo pase general tuvo lugar el mismo día 25 a las 14 h. Un despropósito se mire como se mire, tras dos días intensos de ensayo. Este mismo concierto se podrá ver hoy en el marco del Festival Internacional de Santander.
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