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CRÍTICA: VLADIMIR JUROWSKI VISITA EL CICLO IBERMÚSICA AL FRENTE DE LA LONDON PHILHARMONIC ORCHESTRA. Por Raúl Chamorro

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Autor: Raúl Chamorro Mena
22 de enero de 2014
Foto: Roman Goncharov
ARQUITECTURA SONORA

Ciclo Ibermúsica. 18-1-2014. Auditorio Nacional de Música de Madrid. Obras de Brahms y Beethoven. London Philharmonic Orchestra. Yulianna Avdeeva, piano. Director musical: Vladimir Jurowski

   Volvía al Auditorio Nacional de Madrid, la London Philharmonic Orchestra con su director titular, Vladimir Jurowski, al frente. Esta orquesta fundada por Sir Thomas Beecham en 1932 ha tenido como titulares a ilustres batutas como Adrian Boult, Bernard Haitink o Georg Solti, pero goza de algo menos de prestigio que sus paisanas London Symphony y Philarmonia Orchestra. A pesar de ello, la formación atesora una gran calidad con una cuerda brillantísima y dúctil, unas magníficas maderas especialmente la flauta, fagot y oboe y unas trompas justamente famosas.

   La primera parte del programa estuvo dedicada al Concierto para piano y orquesta nº 1 de Brahms. La pianista moscovita de 28 años de edad Yulianna Avdeeva afrontó la dificilísima partitura con seguridad, buen volumen y un fraseo amplio pero falto de personalidad, profundidad y aquilatamiento. Magnífica la larga introducción del primer movimiento, monumental y solemne, a cargo de la orquesta con un sonido aterciopelado y denso, que contrastó con la limpieza y nitidez en el segundo, que propició un diálogo piano-orquesta de buena factura, pero sin que la solista llegara a conseguir una atmósfera con altas cotas de intimismo y emoción. Una interpretación, pues, solvente, pero no descollante ni virtuosística.
 
   Plantea Tomás Marco en las notas del programa de mano el debate que surge respecto a la Sexta sinfonía "Pastoral" de Beethoven (una de las más populares e interpretadas del repertorio sinfónico), ya se considere música descriptiva o se ponga el acento en su estructura formal y su lenguaje puramente musical. Por encima de una u otra postura, lo innegable es que estamos ante gran música.
   Jurowski levantó una arquitectura sonora de gran belleza, pulimiento, ligereza y transparencia con unas magníficas gradaciones dinámicas en la cuerda. Un primer movimiento rutilante en el que la orquesta "cantó" hermosamente la melodía central, pero algo expeditivo y un punto superficial. El segundo fue toda una exhibición de refinamiento tímbrico con una actuación de las maderas, especialmente flauta, fagot y oboe (de menor nivel el clarinete), de auténtico virtuosismo y precisión quirúrgica, que convirtió en pura filigrana la parte final del movimiento, esa en que la música parece describir el canto de los pájaros. Los mismos parámetros de esplendor sonoro presidieron la última parte de la sinfonía, formada por tres
movimientos que se interpretan de forma encadenada. Ágil y vivaz el scherzo, eficaz la tormenta, aunque un tanto desequilibrada y un final radiante, aunque se echó de menos algo de reposo analítico.

   En resumen, una interpretación de gran belleza, musicalidad, transparencia y refinamiento, bien construida y planteada, pero a la que quizás faltó esa hondura, misticismo y humanismo que caracteriza la música Beethoveniana y tambien, por supuesto, a la Sexta sinfonía.
 
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