Crítica: "Salomé" de Strauss en Berlín, con Nylund, Siegel, Dohmen y Mehta
Por Alejandro Martínez.
Salome (Richard Strauss). Staatsoper, Berlín. 02/02/2014
La Staatsoper de Berlín retomaba por enésima ocasión su producción de Salome firmada por Harry Kupfer. En el papel titular actuaba la soprano Camilla Nylund, a la que confesamos no tener previamente en especial estima, no habiéndonos convencido demasiado en su Rusalka del Liceo la pasada temporada. Pero lo cierto es que su Salomé nos impresionó casi tanto como la Elektra de Herlitzius recientemente comentada, habida vista de su entrega y su solvencia vocal. El material posee un evidente atractivo tímbrico, que brilla más en las partes líricas, sí, pero que no se arredra ante los envites dramáticos, ascendiendo con fuerza y brillo al agudo. Voz ideal para una Elsa de Lohengrin o una Elisabeth de Tannhäuser, consigue también acomodarse a la intrincada escritura vocal de Salome, donde páginas de canto sugerente y cristalino deben alterarse con pasajes realmente furibundos. Nylund borda también las partes semideclamadas, desgranando el texto con una fuerza teatral muy notable. Consigue así, en conjunto, tanto desde un ángulo vocal como en términos dramáticos y escénicos, dar vida a una Salome de primera división. Si acaso, a pesar de su esfuerzo, cabe achacarle una danza de los siete velos un tanto deslucida, casi se diría que improvisada. Por último, no es menos cierto, todo sea dicho, que las reducidas dimensiones del Schiller Theater contribuyeron a mostrar su instrumento como una voz más grande y mejor timbrada que la que recordábamos haber encontrado en su citada Rusalka del Liceo. En esta ocasión, hay que decirlo, Nylund supero nuestras propias expectativas.
El ya veterano Albert Dohmen dio voz a un impetuoso Jochanaan, haciendo gala de unos medios vocales todavía epatantes (ya quisieran muchos barítonos de 30 y 40 años sonar así...). Dohmen nos ha recordado siempre al mejor George London, por su timbre y por su emisión. Lo cierto es que su Jochanaan supo combinar un potente envite en frases como el 'Du bist verflucht', al tiempo que lograba resolver una bellísima media voz, como esas que hicieron famoso su Wotan en Bayreuth hace ya unos años, en el 'Er ist in einem Nachen auf dem See von Galiläa'. Si acaso, pudiera achacarse a su Jochanaan cierta falta de frescura, echándose de menos una interpretación que traslade un retrato más joven y entusiasmado del profeta.
El grupo de secundarios fue también excelso, destacando tanto el brillante y grotesco Herodes de Gerhard Siegel como el impecable Narraboth de Joel Prieto, una voz joven, bien dotada y segura y por tanto digna de seguirse. Tanto Birgit Remmert en el papel de Herodías como Okka von der Damerau ejerciendo de su paje brindaron también una actuación ejemplar, redondeando un reparto sin mácula.
En el foso del Schiller Theater, Zubin Mehta volvió una vez más a hacer gala de un oficio imbatible, extrayendo una grandiosa expresividad al sonido de la Staatskapelle. Un gran director en Strauss es aquel que consigue traducir esa gran masa orquestal en un desarrollo expresivo transparente, fluido, nada tumultuoso, más apabullante por sus contrastes que por su fuerza avasalladora. Mehta consiguió eso que tanto disfruta un oyente: escuchar temas, detalles y giros que siempre habían estado ahí pero que nunca se habían escuchado tan nítidos.
Sobre las tablas se disponía la producción de Harry Kupfer estrenada allá por 1979. Y por sorprendente que parezca, todavía hoy su trabajo para Salome, visto en Berlín un centenar de funciones, recibió algún abucheo, a nuestro juicio bastante incomprensible. A decir verdad, su propuesta no es ninguna genialidad, incluso se diría hoy bastante conservadora, pero lo cierto es que sirve al texto con atención escrupulosa y plantea un espectáculo visual y dramáticamente lleno de movimiento y tensión. Su dramaturgia deja entender algunos diálogos interesantes con el cabaret político y otras manifestaciones artísticas del Berlín del primer tercio del pasado siglo XX, resaltando además con acierto satírico los pasajes más cómicos que se suceden desde la entrada en escena de Herodes. El propio Kupfer se encontraba también en la sala y compareció en los saludos finales invitado por Mehta.
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