La forza del destino (Verdi). Bayerische Staatsoper, Múnich. 29/12/2013
Ya es mala suerte para Kaufmann que su debut como Don Álvaro se produzca junto a una partenaire tan solvente y magnética como Anja Harteros. La soprano, que ha cancelado no pocas funciones en el último año, es de esas cantantes que no saben entregarse a medio gas ni de un modo impersonal. De ahí que cada vez que abre la boca esté camino de suscitar un escalofrío en el oyente, con ese decir tan auténtico, lleno de lamento y de mordiente. Tanto es así que a punto ha estado en estas funciones de Múnich de eclipsar al tenor de tenores de hoy en día, Jonas Kaufmann.
Con este Don Álvaro, el tenor muniqués culminaba un año plagado de éxitos y debuts, desde Manrico a Parsifal. No es, desde luego, un cantante verdiano en el sentido, tan asumido como ambiguo, en el que manejamos esa referencia. No suena italianísimo ni por frescura y ligereza de la emisión ni por lo luminoso del timbre. Pero a cambio, consigue dotar a su interpretación de una gama de matices e inflexiones que hacia tiempo que no escuchábamos en estos roles, a menudo en manos de tenores con un material spinto más genuino, como Berti o Giordani, pero que apenas salen del forte. Kaufmann no es un spinto, siquiera un dramático, es un lírico de timbre oscuro y agudo a veces brillante, que se ha fabricado una voz flexible y de posibilidades infinitas gracias a una técnica personalísima pero eficaz. Sus pasajes más logrados tienen que ver, y no por casualidad, con el canto sostenido de frases como el 'Solenne in quest'ora' o el magnífico ataque en piano del 'Oh, tu che in seno', con un sonido perfectamente audible y nítido en teatro. No es menos cierto que la fonación de Kaufmann redunda en algunos sonidos más feos, por una colocación generalmente atrasada y gutural antes del pasaje. De ahí que no todos los agudos salgan igualmente firmes y timbrados, resultando algunos más bien fibrosos y estrangulados, aunque siempre resueltos y firmes de afinación. En términos dramáticos se detecta también algún amaneramiento, por cierta tendencia reiterada en Kaufmann a marcar con las mismas inflexiones en piano casi cualquier frase, en cualquier escena. Se agradece, qué duda cabe, la riqueza de dinámicas, aunque no son igualmente atinadas en todo momento. En conjunto, pues, algunas nimiedades que no arruinan un logro importante para Kaufmann, en un rol con el que no pocos tenores se dan de bruces.
Compartir
Aviso: el comentario no será publicado hasta que no sea validado.