Este Madrid que une a Bretón y Falla es recogido por José Carlos Plaza y Francisco Leal a través de los ojos de la pintora Amalia Avia (1930 - 2011), de realista pincel, gran observadora del paso del tiempo y el hacer y deshacer de transeúntes y vecinos por las calles de la capital. Quien haya vivido en el centro de Madrid, como es el caso de un servidor, en los barrios más castizos, de esos en los que aún hoy es fácil oler a leña en los días de invierno, les será fácil reconocer los cuadros de Avia y, a su vez, las distintas estampas y fachadas madrileñas en las que se inspiró la toledana. Para quienes les sea desconocido, les animo a visitar la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde estos días tiene lugar una interesantísima exposición sobre Avia, Bretón y Falla.
En lo que considero un gran acierto por parte de Plaza, muchos de los personajes que se dan cita en la primera parte de la velada con Los amores de la Inés, interaccionan y se dejan ver también en los bailes de La Verbena, así como la taberna "Celedonio Lorenzo" del Señor Lucas, resulta ser también la del Tabernero de La Verbena, marido de Señá Rita. Todos ellos conforman un Madrid oscuro, avejentado, de posguerra, en lo que podría ser ese realismo que tan bien recogió Cela en La Colmena. Es innegable el parecido que puede establecerse entre la cuadrilla de muchachos que pululan constantemente por ambas tabernas y los jóvenes poetas que se dan cita en "La Delicia". Estamos en el Madrid del sereno, del sacar la silla a la calle a ver qué se cuece y en el que todo se soluciona entre vecinos, como en muchas ocasiones sigue ocurriendo por los alrededores de la Calle Toledo. Con todo, ¿esta es la visión más adecuada para dar luz al Género Chico? Plaza parece llegar a un momento en el que piensa si más que costumbrista, el cuadro le está quedando demasiado escepticista, más "Barojiano" si se me permite la expresión. De esta manera llegamos a una salida que en cierto modo chirría: la sobreactuación de algunos personajes, como el caso de los guardias o la Tía Antonia en ciertas situaciones, que pecan de exageradas buscando, entiendo, el contrapunto cómico que nos recuerde que estamos en días de verbena.
Por otro lado es curioso como, a pesar de perseguir la escena más realista, dentro de los habituales cambios de rigor que suelen sufrir, al texto de Emilio Dugi en Los amores de la Inés le son embutidas algunas respuestas por parte de las féminas, defendiéndose ante las exaltaciones machistas, violentas incluso por parte de los hombres, reflejo del momento en que se escribió e inaceptables en cualquier caso, tanto ahora como antes.