INSÍPIDO ELISIR
L'ELISIR D'AMORE (Gaetano Donizetti) Madrid, Teatro Real, 4-12-2013. Celso Albelo (Nemorino), Nino Machaidze (Adina), Fabio Capitanucci (Belcore), Erwin Schrott (Dulcamara), Ruth Rosique (Gianetta). Dirección musical: Marc Piollet. Dirección de escena: Damiano Michieletto.
Curiosamente y en pleno período de
Gerard Mortier, el compositor con mas títulos programados en este año 2013 en el Teatro Real, es el bergamasco
Gaetano Donizetti uno de los pilares del postbelcantismo y del melodrama romántico italiano. Después del
Roberto Devereux con Gruberova y el
Don Pasquale con Muti, llegaba por tercera vez en la historia reciente del Real "
L'elisir d'amore". Una obra maestra indiscutible, pero cuya nueva comparecencia en el Real (teatro de temporada, no de repertorio, no lo olvidemos), si tenemos en cuenta la ausencia de años de otros magníficos títulos del catalógo donizettiano, debería estar respaldada por la presencia de artistas, de alicientes del nivel, por ejemplo, de los citados Gruberova y Muti. Al parecer, esta nueva repropuesta venía avalada por la producción (en colaboración con Les Arts de Valencia) de
Damiano Michieletto uno de los jóvenes directores de escena actualmente más reputados, aunque cuenta con algún patinazo sonado como su
Bohème de Salzburgo o el muy protestado
Un Ballo in Maschera de La Scala de Milán.
Pues bien, la producción sitúa la acción en una atestada playa mediterránea en verano, se dice y se escribe que es Benidorm. La escenografía en principio vistosa y original, termina por lastrar, estrangular, el desarrollo de la propuesta escénica y por esclerotizarla según avanza la obra, privándola de la más mínima agilidad y vivacidad. Efectivamente a la derecha del escenario nos encontramos con un chiringuito playero con un enorme luminoso "BAR ADINA" que ocupa prácticamente la mitad del espacio escénico. En el centro la torre del socorrista, también de generosas proporciones y en el sitio que resta, las tumbonas, hamacas y sombrillas de la pobladísima playa. Por si fuera poco, en el acto segundo se mantienen chringo y torre apareciendo una enorme atracción hinchable, de ésas que hacen las delicias de los infantes en las ferias, centros comerciales y parques de atracciones. Todo ello deja un escasísimo espacio para que los artistas se desenvuelvan, dejando una sensación de embarullamiento y paralización escénica, cuya única consecuencia positiva es que los intérpretes han de cantar siempre en el proscenio. Si alguién acusaba a alguno de los grandes registas del siglo XX de "orror vacui" que se den un paseo por el Real.