Jonas Kaufmann,como Dick Johnson, proseguía su camino en una temporada plagada de debuts ya consumados o por venir (Manrico, Don Álvaro, Des Grieux...). Lo cierto es que Kaufmann lo tiene todo para ser un gran tenor, de los que hacen época. Presenta, sin duda, esa atractiva mezcla de valentía y seguridad que tienen los grandes. Es un intérprete seguro, versátil y con gran personalidad. Su medida ambición le está llevando a abarcar un repertorio que seguramente no imaginó ni en sus mejores fantasías. Un poco en la senda de Domingo, con su medida ambición está cada vez más cerca de abarcar un repertorio con igual presencia de roles wagnerianos, verdianos y puccinianos. Para nuestro gusto, Wagner será siempre su terreno natural, pero lo cierto es que sorprende la firmeza con la que se desenvuelve en territorio italiano. ¿Cuánto hace que no escuchábamos una media voz en un tenor interpretando Puccini? Ahí está la diferencia entre quienes interpretan este repertorio sin pena ni gloria (Berti, Giordani, etc.) y quienes lo hacen con un convencimiento que supera su natural idoneidad para este repertorio. Sea como fuere, los medios de Kaufmann están también a la altura del prestigio que se va granjeando. Posee una voz grande (aunque no enorme), potente y bien proyectada. Su técnica, tan personal como solvente, convence en última instancia por permitirle exhibir una más que apreciable y lograda gradación dinámica. Súmese a ello un agudo resuelto y por momentos restallante, un centro acariciador y un grave barítonal, y tendremos todos los ingredientes que permiten a un tenor consagrarse como un intérprete muy por encima de sus compañeros de cuerda a día de hoy, con muy puntuales excepciones.
Así las cosas, su Dick Johnson fue una positiva sorpresa. Kaufmann, actor implicado aunque no brillante, interioriza con naturalidad lo que queda en Puccini del clásico héroe romántico y se afana constantemente en ofrecer un fraseo variado, lleno de inflexiones y lirismo ("Quello que tacete me l´ha detto il cuore" o "Siete una creatura d'anima buona e pura"). Agrada, y mucho, escuchar un Dick Johnson que acomete a media voz el "No, Minnie, non piangete" y que al mismo tiempo no se arredra un ápice ante algunos agudos desnudos y criminales como el de "Amai la vita, e l´amo, e ancor bella mi appare". No decepcionó tampoco en sus dos compromisos vocales más esperados, el exigente "Or son sei mesi", con esa criminal transición por el agudo en "la mia vergogna", y el "Ch'ella mi creda libero e lontano", desgranado con una gradación dinámica que pocos buscan en esta página.