Resulta paradójico que en el Teatro Real se haya estado representando
Don Pasquale de
Donizetti mientras que casi al mismo tiempo se representaba en la Sala Roja de los Teatros del Canal de Madrid
Pepita Jiménez. Lo digo porque se ha de recordar que el intendente del Real,
Gérard Mortier, erigido por sí mismo como adalid de la ópera española (al menos lo que él entiende como ópera española) y guardián de las puestas en escena para público "que piensa", ideó para estas fechas un
Mercadante:
La Reppresaglia, como título español (aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid
ossia que se estrenó en Cádiz), pero finalmente
Riccardo Muti, batuta encargada de la orquesta, desestimó el proyecto y acabamos escuchando un
Don Pasquale donizzetiano con una puesta en escena de lo más ramplona y aburrida mientras que, en Canal, se ha hecho lo propio con
Albéniz, genuino autor español y con una rabiosa régie cargada de contenido y sentido. Lo que viene siendo un gol por toda la escuadra, normal que Mortier no haya ni aparecido por los fueros de
Boadella.
En un principio
Pepita se concibió como una comedia costumbrista, siguiendo más o menos de manera fiel lo escrito por
Juan Valera en su novela homónima. Más tarde, durante los años sesenta, el insigne compositor y director de orquesta
Pablo Sorozábal se preguntó, como muchos otros nos hemos preguntado, cómo una orquestación tan densa y rica podía albergar una comedia, cuando la orquesta arrastra al oyente a presagiar lo contrario prácticamente en todo momento; por lo que decidió reconstruir la obra y transformarla en un drama al más puro estilo massenetiano. Muchas veces se habla de la gran, enorme y evidente influencia de
Richard Wagner en la música de Isaac Albéniz, pero muchas menos se trata a
Massenet como el filtro por el que bebe el catalán, siendo tantas las similitudes aquí en
Pepita Jiménez (en su versión ulterior) más que evidentes, en el tratamiento de la orquesta obviamente, pero también en la vocalidad de los personajes y la psicología de los mismos.
En esta subida a escena en los Teatros del Canal de Madrid, tal y como contaba recientemente
Borja Mariño en un artículo
para Codalario, se ha escogido una versión intermedia entre aquellas barajadas por Albéniz desde su creación en 1895 hasta su edición definitiva en 1904. Se respeta la orquestación original, reconstruida a partir de los diferentes manuscritos conservados, y se mantiene la división en dos actos ideada para el estreno en Praga en 1896. Se presenta pues una visión que pretende ser lo más fidedigna posible a las intenciones del compositor, sin añadiduras ni recortes impuestas por manos ajenas. No es una comedia costumbrista en stricto sensu, aunque sí que se enmarca dentro del Realismo literario, tampoco es un drama puesto que no acaba mal. Es una historia de amor en la que por una vez no "è tardi" para los enamorados, aunque para ello se hayan tenido que superar las vicisitudes que la vida pone en el camino.