La Voz de Asturias (Miércoles, 18/4/2012)
CANTANDO BAJO LA LLUVIA
Lo más interesante del tercer título de la Temporada de Zarzuela de Oviedo ha sido el nivel lírico del reparto masculino, la actuación del genial Luis Varela y la propuesta escénica, un trabajo de Amelia Ochandiano que, sin llegar a convencer del todo en su concepto, estuvo llena de soluciones inteligentes y un evidente buen gusto estético. Puede que recordando a la famosa película española "Amanece, que no es poco" , la directora convierte la conocida zarzuela "La del Soto del Parral" de Soutullo y Vert, en una especie de comedia rural con ligeros tintes surrealistas. De esta forma, coloca las puertas en el suelo, incluso supliendo el ramaje de un árbol, e incluye un campanario colgado de lo que parece una especie de gran depósito en el que, a su vez, pone a un santo en su hornacina. Al igual que en la película de José Luis Cuerda, donde los hombres crecían del suelo, Ochandiano también incluye personas saliendo del firme, pero al revés, en una simpática coreografía de piernas. Otro de los aspectos más llamativos fue el movimiento escénico, lleno de pequeños gestos que, en manos de las mujeres del coro, acompañaron las escenas de una saludable comicidad. Algún recurso resultó algo forzado pero, en general, el trabajo resultó atractivo, e incluso sorprendió al público al incluir lluvia durante alguna escena. Alejandro Roy estuvo espléndido, gracias a una voz que da envidia oír por su belleza y volumen. Actuando sigue faltándole soltura, pero su participación estuvo a la altura de los mejores teatros del mundo, en los que, con demasiada frecuencia, encontramos tenores que no le llegan ni a la suela del zapato. Algo parecido sucede con Juan Jesús Rodríguez, un barítono de enorme talento, cantando y actuando. Rodríguez es, además, un artista de gran carácter, un aspecto nada fácil de encontrar y que, por ejemplo, echamos de menos en el trabajo de dirección musical de Rubén Gimeno quien, mientras le acompañaba, parecía seguir la perspectiva artística del cantante en lugar de al revés. El trabajo de Luis Varela hay que ponerlo aparte. Hemos dicho en muchas ocasiones que se trata de uno de nuestros actores más geniales. El Tío Prudencio no es un papel que aproveche todo su potencial cómico, pero cada una de sus intervenciones fue un plato delicioso que el público saboreó relamiéndose en su talento. María Rodríguez fue una Aurora solvente, a la que resultaba difícil entender sin mirar los sobretítulos. Aurora Frías fue una Catalina correcta. Didier Otaola y Luis Álvarez, otra institución dentro del género, realizaron un trabajo notable en sus respectivos papeles. La dirección orquestal de Rubén Gimeno resultó un tanto descuidada. Gimeno no fue más allá de la corrección, mostrándose como un director excesivamente relajado, que modeló con poca firmeza la sonoridad de la Oviedo Filarmonía a pesar de su ostentosa gestualidad, y que acompañó a los cantantes con excesiva laxitud. El Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo tuvo una participación lírica correcta. En escena, el conjunto resultó otro de los alicientes de la producción.
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