Por Magda Ruggeri Marchetti
Bologna. 22-I-2019. Teatro Comunale. Il trovatore [Giuseppe Verdi/Salvatore Cammarano]. Vasily Ladyuk [Il Conte di Luna], Guanqun Yu [Leonora], Nino Surguladze [Azucena], Riccardo Massi [Manrico], Marco Spotti [Ferrando], Tonia Langella [Inés], Cristiano Olivieri [Ruiz/un messo], Nicoló Donini [un vecchio zingaro]. Orquesta y Coro del Teatro Comunale. Dirección musical: Pinchas Steinberg. Director de escena, escenografía e iluminación: Robert Wilson.
El Teatro Comunale abre su temporada con esta ópera, estrenada en el Teatro Apollo de Roma el 19 de enero de 1853, en coproducción con el Teatro Regio de Parma y Change Performing Arts. La historia deriva de la tragedia El trovador, de Antonio García Gutiérrez, y es la segunda de la «trilogía popular» verdiana y la más rica en pasiones fuertes y contrastes trágicos, pero la dirección escénica de Robert Wilson logra extinguir todo atisbo de sentimientos y dramatismo. Es bien conocido que el estatismo es su firma de artista, pero en este caso llega a convertir la función en una especie de oratorio que materializa en el escenario un espectáculo paralelo pero divergente.
El plano visual es totalmente independiente del musical. La escenografía, verdaderamente mínima, consiste en el interior de una caja al que se abren en posiciones aleatorias dos o tres minúsculas ventanas-nichos, que se iluminan de vivos colores azul, blanco y más raramente rojo. En el fondo se proyectan esporádicamente imágenes de una ciudad de principios del siglo XX, mientras en el escenario aparecen algunos personajes que parecen salidos de esas imágenes: un viejecito con su bastón entre las manos, que ya antes del comienzo de la ópera aparece sentado y allí seguirá durante casi toda ella, una mujer con tres niñas cerca de la fuente de la plaza, y una robusta nodriza que cruza la escena empujando un cochecito de niño vacío que podría evocar a la criatura de Azucena muerta quemada por error. Acompañado solo de percusiones y con la sala todavía a media luz, un cuadro, completamente ajeno a la historia, precede el inicio del III acto presentando a un numeroso grupo de púgiles que se entrena coreográficamente con guantes de vivo color rojo. Lo más notable es sin duda la iluminación que emana de las pequeñas ventanas y de una banda luminosa perimetral en torno a este desnudo espacio paralelepipédico, confiriéndole una tonalidad actínica que se traduce en un escenario casi siempre demasiado oscuro.
Acertado el estilizado vestuario predominantemente negro, exaltado por la visión en contraluz de figurantes con rígidas siluetas alineadas, tocados napoleónicos y manos en ademán de friso egipcio. A la misma estética y coreografía se atienen casi siempre los demás personajes y figurantes, con la consecuencia de que no se pueden juzgar las calidades dramáticas de unos cantantes obligados a posturas estáticas con contados movimientos mecánicos. Ninguna emoción puede emanar de sus rostros hieráticos. Los últimos encuentros entre los enamorados y entre madre e hijo tienen lugar a metros de distancia, incluso cuando la muerte está apunto de separarlos para siempre.
Correcto todo el cast: Vasily Ladyuk [Il Conte di Luna] tiene una voz adecuada a su papel con buen timbre. Acompañan su aria proyecciones de un mar agitado. La soprano Guanqun Yu [Leonora] se ha formado en la Scuola dell’Opera del Comunale y vuelve a Bolonia segura de los éxitos cosechados en varios teatros europeos y americanos. Su bella voz lírica destaca en especial en las arias del primer acto y el público la aplaude repetidamente también durante el espectáculo. Nino Surguladze es una Azucena intensa y segura en los agudos, con voz de buen color y timbre oscuro. Riccardo Massi es un Manrico enamorado, pero sobre todo poseído por el deseo de venganza. Su voz no tiene gran volumen pero supera correctamente las exigencias de su papel. Marco Spotti es un estatuario y hierático Ferrando con sólida línea de canto. Correctos Tonia Langella [Inés], Cristiano Olivieri y Nicoló Donini. Buena la actuación del coro preparado por Alberto Malazzi, así como la de la orquesta dirigida por Pinchas Steinberg, un maestro aclamado internacionalmente por sus magníficas interpretaciones operísticas y sinfónicas. En esta ocasión ha tenido que suplir toda la emotividad y dramatismo que faltaba en el escenario. Su lectura refinada consigue resaltar la intensidad interior de la partitura, ofreciendo una buena sonoridad tanto en los pianissimo como en los fortissimi, sin sobrepasar nunca a las voces.
El público del estreno ha aplaudido a todo el equipo con especial reconocimiento a la soprano Guanqun Yu.
Fotografía: Lucie Jansch.
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