Por Raúl Chamorro Mena
Bergamo, 25-11-2016, Teatro Donizetti. Festival Donizetti 2016. Rosmonda d’Inghilterra (Gaetano Donizetti). Jessica Pratt (Rosmonda), Eva Mei (Leonora), Dario Schmunck (Enrico), Nicola Ulivieri (Clifford), Raffaella Lupinacci (Arturo). Dirección Musical: Sebastiano Rolli. Dirección de Escena: Paola Rota.
A pesar de la intensa lluvia con que me recibió, constituyó todo un placer pasear por las calles de la bellísima Bergamo y comprobar como el Donizetti Festival está presente en las mismas, en las tiendas, en los elementos urbanos… Poder escuchar música del maestro en la cafetería Balzer enfrente del Teatro que lleva su nombre y del hermoso monumento a él dedicado en Bergamo bassa, mientras se desgusta un cioccolato con panna o un café irlandés, resulta tan grato como caminar por la fascinante Città Alta y, además de sentir la presencia constante del maestro (su casa natal, el Museo Donizzettiano, la casa en la que falleció, su tumba en la fascinante Basílica de Santa Maria Maggiore…), verse envuelto por su música que emana franca y genuina, como si formara parte del entorno, desde los distintos altavoces colocados al efecto.
La Fundación Donizetti en colaboración con el Maggio Musicale Fiorentino planteaba en esta ocasión lo que puede considerarse, prácticamente, como un reestreno, toda vez que Rosmonda d’Inghilterra, desde su presentación en el Teatro della Pergola de Florencia en 1834, había permanecido en el más absoluto silencio, si dejamos de lado una discreta reposición Livornesa en 1845. El papel de la Fundación se engrandece en circunstancias como ésta al rescatar una obra de gran calidad de un olvido injustísimo y realizarlo con tal seriedad, dedicación y nivel musical, y lo que es más importante, el entusiasmo (que trasciende al espectador) con el que todo los implicados se entregan a presentar y mostrar al Mundo de la mejor manera posible el legado de su genial concittadino. Dado que Donizetti revisó la partitura para Nápoles y Venecia, reabautizándola como Eleonora di Guienna, en unas reposiciones que no llegaron a ver la luz y las problemáticas condiciones del material existente, la Fundación Donizetti ha realizado una revisión sobre el autógrafo a cargo de Alberto Sonzogni de cara a estas representaciones, habiéndose interpretado la obra previamente en Florencia en forma de concierto.
Efectivamente, estamos ante una creación en la que la inspiración musical y melódica donizettianas, así como los picos de fuerza teatral marca de la casa, aparecen en no pocos momentos, además de contener, particularmente, dos elementos de gran originalidad dentro del melodrama romántico ottocentesco. La rivalidad femenina, aspecto fundamental de la obra y típica en muchas creaciones del melodrama de la época, culmina esta vez con el asesinato a ojos del público de una mujer por parte de otra, algo insólito y que dejó descolocada a la censura florentina, ya que, normalmente, las féminas mueren en las óperas a manos de hombres. Esa rivalidad femenina entre la mujer experta y avezada frente a la ingenua es la misma que encontramos, por ejemplo, entre Norma y Adalgisa; Anna Bolena y Giovanna Seymour. En este caso, Leonora di Guienna (que no es otra que Leonor de Aquitania), representada por un papel propio de soprano sfogato, que estrenó Anna del Sere, frente a la ingenua, inocente e inexperta Rosmonda, a la que corresponde la vocalidad de soprano tipo angelicato y que tuvo como primera intérprete a una primadonna indiscutible de la época como era Fanny Tacchinardi Persiani, que sería la primera Lucia en el estreno napolitano de 1835, lo que nos certitifica que en este caso y a diferencia de los citados, la fémina inexperta es la protagonista.
El otro elemento de gran originalidad es el Final de la ópera, totalmente brusco y sin catarsis, sin cabaletta, ni de la prima donna, ni del tenor; sin muerte poética. Rosmonda es apuñalada por Leonora, un silencio y cae el telón, lo que provocó un gran desconcierto en su día (también en la función que aquí se reseña) y puede constituir una de las causas –entre otras- del arrinconamiento de la obra. Donizetti compuso una cabaletta para Leonora en su revisión para Napoles – que no llegó a ver la luz, insisto- bajo el título de Eleonora di Guienna: “Tu spergiuro, disumano” y que podemos escuchar en la grabación del sello Opera Rara protagonizada por René Fleming, Nelly Miricioiu y Bruce Ford. Esta grabación sigue la revisión para Nápoles, por lo que encontramos también una cavatina de Leonora distinta a la del autógrafo y por tanto, también a la de la edición crítica interpretada en Bergamo.
Manifiesta el Maestro Sebastiano Rolli en el programa de sala, que se ha enfrentado a esta partitura siguiendo una enseñanza procedente de Schiller: “El canto como la belleza que se convierte en la verdad”. Ciertamente y al igual que en la Maria de Rudenz que le ví hace tres años en la misma Bergamo, resultó modélica su manera de acompañar y sostener el canto, respirar con los intérpretes y permitir que el mismo fluyera nítido y perfectamente balanceado con el foso. En su labor se pudo apreciar tanto el refinamiento de la orquestación donizettiana como su fuerza y tensión teatral sellando un magnífico concertante del acto Primero, que discurrió perfectamente organizado y con la debida progresión y clímax teatral.
El papel de Rosmonda escrito como ya se ha expresado para Fanny Tacchinardi y, por tanto, áereo, brillante, alado, resulta más agudo aún que el de Lucia di Lammermoor y tuvo en Jessica Pratt una notable intérprete, resultando la gran triunfadora de la noche. La soprano nacida en Bristol, pero australiana de adopción y desde muchos años afincada en Italia, demostró ser una belcantista de raza y se postula entre las cantantes de su generación como posible heredera a las dos veteranas y ya legendarias Reinas del Belcanto: Edita Gruberova y Mariella Devia. La Pratt exhibió ataques limpios y de una gran precisión, afinación impecable, emisión morbidísima, dúctil donde las haya, que le permite regular la intensidad de sonido a placer. De gran factura y delicadeza resultó el canto spianato, así como la coloratura y el gusto en los abbellimenti y variaciones. Resuelta en el sobreagudo, quizás le falta algo de giro en esas notas hiperagudas, al igual que el timbre, propio de lírico ligera adolece de destacables belleza y personalidad tímbrica. Sus dos grandes escenas solistas, una por acto, se convirtieron en ovacionadísimas puntas de la representación. En la bellísima cavatina del primer acto “Perchè non ho del vento “, la pieza más famosa de la obra y que en el manuscrito original dobla en interno el personaje de Arturo (intepretado por una contralto in travesti, en esta ocasión Raffaella Lupinacci) se alcanzó con la colaboración de la batuta de Rolli un momento mágico, con efecto de suspensión temporal. A continuación, Pratt se lanzó a la cabaletta “Torna caro oggetto” con valentía y notables buen gusto y mecanismo para la coloratura). Esta escena se convirió en favorita de la Tacchinardi, de tal modo que la intepretó en una reposición Veneciana de Lucia en sustitución de “Regnava del silenzio”, además de incluirse en la versión francesa Lucie de Lammermoor.
La gran escena de Rosmonda del acto Segundo, todo un tour de force, exigentísima en los ascensos al sobreagudo (re natural 5 y mi bemol 5) también fue solventada con brillantez por la soprano anglo-australiana.
El modestísimo material vocal de soprano lírico-ligera de Eva Mei resulta inadecuado para las exigencias del papel de Leonora. Falta de anchura, de volumen, de entidad en el grave, además de notarse ya el paso del tiempo en un timbre desgastado, una emisión temblona y un registro agudo erosionado. Sorprendentemente en una soprano que siempre fue más bien distanciada en la expresión, sacó a relucir unos acentos vibrantes e intencionados con los que, sin embargo, no logró compensar sus muchas carencias para el papel. Muy poco interés encerró la interpretación de Dario Schmunck como Enrique II Plantegenet de Inglaterra, papel estrenado, nada menos, que por el mítico Gilbert-Louis Duprez (que daría vida a Edgardo en el ya aludido estreno Napolitano de Lucia). Más allá de una honrada corrección y que emitió las notas (con no pocas dificultades en algunos de los pasajes más empinados de su parte), nada a destacar en cuanto a timbre, fraseo y acentos en la encarnación del tenor argentino. Nicola Ulivieri puso sonoridad y acentos en el importante papel de Clifford, (que encarna el padre defensor del honor y autoridad paterna tan afines al melodrama decimonónico) a despecho de una emisión sin liberar, unos modos más bien rudos y un agudo apretado y duro. El papel de Arturo destinado a una contralto in travesti, dentro de la tradición del melodrama del primo Ottocento, fue asumido por la joven Raffaella Lupinacci, que mostró una voz bien colocada, pero deberá mejorar el fraseo, que resultó un tanto monótono.
Funcionó la producción de Paola Rota, planteada en una oscura y única noche en la que transcurren todos los acontencimientos con toques de cine negro. Con inteligencia, economía de medios, escasos elementos escénicos y un buen vestuario planteó algunos elementos simbólicos bien pensados. El Rey Enrico en su retorno a Inglaterra desea sobre todo ver a su amada (vida privada) e interpone la pared entre él y el coro (cortesanos, soldados, oficiales…) que encarnan su vida pública. Rosmonda se encuentra entre dos paneles que cierran un espacio estrecho, que representa la Torre en que se encuentra encerrada. En el gran concertante del acto primero desaparecen esas paredes, ya que el asunto amoroso (el amor del Monarca hacia otra mujer, la identidad de ésta y su deseo de apartar a la reina Leonora) que era privado y secreto, ahora ya es público. Asimismo, el montaje potencia el papel del coro (magnífico toda la noche) como un personaje más -e importante- de la trama. Los artistas, además, cantaron siempre en la parte delantera del escenario. Una producción apreciable y muy digna para este reestreno de Rosmonda. Algunos espectadores abuchearon el montaje, quizás molestos con la excesiva oscuridad del mismo, o porque pensaron que se proponía algo parecido a un Koncep en la propia casa de Donizetti.
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