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Crítica: Josep Pons dirige «El anillo sin palabras» de Wagner-Maazel con la Orquesta Nacional de España

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Autor: Alba María Yago Mora
18 de diciembre de 2024

Crítica de Alba María Yago Mora de El anillo sin palabras de Wagner-Maazel, dirigido por Josep Pons al frente de la Orquesta Nacional de España

Josep Pons con la Orquesta Nacional de España

La épica bajo control

Por Alba María Yago Mora
Madrid, Auditorio Nacional de Música. 15-XII-2024. Orquesta Nacional de España. Director: Josep Pons.  Der Ring ohne Worte ("El anillo sin palabras"), de Richard Wagner, arreglo de Lorin Maazel (1987).

   La monumental obra de Richard Wagner, en su versión sinfónica arreglada por Lorin Maazel, se erige como un desafío titánico tanto para los músicos como para su director. En esta ocasión, Josep Pons y la Orquesta Nacional de España se enfrentaron a la tarea con admirable firmeza, desplegando una interpretación llena de sensibilidad, atención al detalle y rigor técnico. Sin embargo, algunas decisiones interpretativas, aunque seguro justificadas, despertaron ciertas reservas.

   Cabe destacar que este fue el tercer concierto consecutivo de la formación, un hecho que, aunque no afectó la calidad general de la interpretación, dejó entrever, en algunos momentos sutiles, un ligero cansancio entre los músicos. Esta pequeña sombra de fatiga, apenas perceptible, aportó curiosamente un aire de humanidad a una obra tan colosal, como si la épica misma de Wagner encontrara su reflejo en el esfuerzo del conjunto.

   Desde los compases iniciales de Das Rheingold, fue evidente la atención al detalle y la cohesión de la orquesta. Los fagotes, encargados de una entrada especialmente delicada en las profundidades del Rin, brillaron por su control y elegancia. A pesar de la tensión inherente a un repertorio tan exigente, la sección supo aguantar la presión con admirable solidez, aportando un tono contenido y pulcro que sentó las bases de la atmósfera dramática. No obstante, en algunos pasajes más etéreos, como el Waldweben (Murmullo del bosque) de Siegfried, faltó una mayor fluidez natural que permitiera a la música respirar con libertad.

   En el desarrollo de Die Walküre y Siegfried, los metales destacaron de forma especial. El trompa solista, Pedro Jorge, con intervenciones que resultan pilares en la narrativa wagneriana, estuvo espectacular. Cada llamada se proyectó con una claridad y un heroísmo absolutamente cautivadores, ofreciendo una ejecución segura y vibrante que logró captar la atemporal grandeza de las melodías de Wagner. El conjunto de los metales, además, desplegó una sonoridad rica y uniforme, equilibrando potencia y musicalidad con gran criterio. Sin embargo, en los momentos de mayor densidad orquestal, la cuerda grave quedó ocasionalmente eclipsada, limitando en cierta medida el balance sonoro general.

Josep Pons con la Orquesta Nacional de España

   En el ámbito rítmico, el papel del timbalero Juanjo Guillem fue simplemente impecable. Su ejecución, precisa y controlada, añadió una profundidad dramática fundamental, especialmente en los pasajes más solemnes. La fuerza de cada golpe pareció conectar directamente con la narrativa, dando vida a la gravedad inexorable de la música wagneriana.

   La cuerda, por su parte, actuó como un cimiento sonoro esencial. Resulta imposible no destacar a la sección de violonchelos, que desplegó una sonoridad cálida y expresiva. El solista de cellos, con un fraseo excepcionalmente cuidado y una técnica irreprochable, logró momentos de verdadera poesía, dotando de lirismo y emotividad a los episodios más introspectivos de la obra. Sin embargo, en ciertos momentos, se echó en falta un mayor arrojo interpretativo. 

   Josep Pons, al frente de la orquesta, optó por una lectura sobria y equilibrada, priorizando la cohesión del conjunto y respetando siempre la arquitectura de la obra. Aunque esta visión aportó coherencia y refinamiento, también pudo restar algo de espontaneidad en los momentos que requerían mayor riesgo interpretativo, particularmente en Götterdämmerung. Wagner invita a una entrega sin reservas, a un despliegue grandioso que a veces parece un salto al vacío, y en esta ocasión, esa audacia quedó contenida.

   A pesar de estos detalles, la Orquesta Nacional de España firmó una ejecución de gran altura, logrando plasmar con notable solvencia la esencia de El anillo sin palabras. Esta versión sinfónica, que resume con maestría el espíritu de la tetralogía wagneriana, sigue siendo un reto monumental, y la orquesta lo llevó a buen puerto con sus luces y sus pequeñas sombras.

   En definitiva, fue una velada que celebró la grandeza de la música de Wagner y que, a pesar del esfuerzo acumulado, demostró la capacidad de Josep Pons y la Orquesta Nacional de España para afrontar con rigor y sensibilidad un repertorio tan complejo. La experiencia a través del universo wagneriano fue emocionante, un eco de heroísmo, drama y belleza.

Fotos: Rafa Martín

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