Por Agustín Achúcarro
Medina del Campo. 7-XI-17. Semana Internacional de la Música. Ocho piezas op.83 de Bruch. Trío Kegelstatt K. 498 de Mozart y Trío con piano, op. 40 en mi bemol mayor de Brahms. Iván Martín, piano, Natalia Lomeiko, violín y Yuri Zhislin, viola. Auditorio Municipal de Medina del Campo
Violín, viola y pianista dieron un concierto profundamente sugestivo, algo que se hizo patente en su ductilidad a la hora de abordar los diferentes estilos y las maneras diversas de entender la música de los compositores elegidos. Y todo desde una perspectiva en la que primó la musicalidad y una excelente labor de conjunto, materializada en la conjunción, la afinación y el empaste entre los instrumentos.
Empezaron con Ocho piezas, op. 83 de Bruch, que fueron un canto a la melodía, como bien puso de manifiesto la violinista Natalia Lomeiko. Los aspectos cantabiles y sus matices, los elementos populares se plantearon con una aparente sencillez, muy acorde con la obra, y una notable claridad, con una labor en este campo del viola Yuri Zhislin realmente considerable.
Tras Bruch interpretaron el Trío Kegelstatt con piano, K. 498, no en la versión original con clarinete sino en el arreglo para violín. La obra de Mozart se caracterizó por su sentido de la libertad expresiva. Sonó distendida en el inicio con un diálogo entre el piano y la viola, que bien reflejó los claroscuros nocturnos; surgió un curioso vigor en un Minueto que se aleja así de ciertos convencionalismos y en el que los intérpretes pusieron especial cuidado en el efecto que conllevan sus modulaciones. En el Allegretto-Rondó presentaron todo su valor melódico, y una vez más una parte muy importante de los logros conseguidos estuvo en la manera de comunicarse de los intérpretes, de sumar su arte.
Y si en ambas obras habían puesto de manifiesto la capacidad de los intérpretes para conseguir una diversidad de efectos todo esto llegó a su culmen en una espléndida versión del Trío con piano, op. 40 en mi bemol mayor de Brahms en la versión alternativa en que la trompa-con su originalidad manifiesta- dio paso a la viola. Aquí a partir de las texturas densas, la variedad de coloraciones, con matices oscuros, y una rítmica y tímbrica variada consiguieron una versión plagada de efectos evocadores. El contraste surgió de manera muy remarcada en el paso del Scherzo al Adagio mesto, pues tras recrearse en los aspectos vigorosos del 2º movimiento, sin dejar de lado la otra cara más calmada, el tercero supuso una conmoción, de un trazo desnudo, que conllevó un sentimiento poético trágico, interiorizado en la sobriedad de las cuerdas y en un piano mucho más profuso. En el Allegro con brio conclusivo impusieron su vivacidad y cierta rotundidad, dentro de un clima tendente a la euforia, sostenido por la intervención plena del pianista Iván Martín. Un éxito que, como ya se ha señalado tuvo su base en la capacidad y conjunción de los tres instrumentistas.
Foto: Fran Jiménez
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