"Éxito clamoroso"
Por Raúl Chamorro Mena
Barcelona, 11-XII-2016, Gran Teatro del Liceo. Elektra (Richard Strauss). Evelyn Herlitzius (Elektra), Waltraud Meier (Klytämnestra), Adrianne Pieczonka (Crisotemis), Alan Held (Orestes), Thomas Randle (Egisto), Frank Mazura (el Preceptor de Orestes), Rentate Behle (La celadora). Dirección Musical: Josep Pons. Dirección de escena: Patrice Chéreau. Dirección de la reposición: Vicent Huguet.
El Gran Teatro del Liceo se apuntó un gran tanto participando en la coproducción de este montaje de Elektra que resultó ser el testamento escénico de Patrice Chéreau. Después de pasar por Aix-en-Provence, Milán, Nueva York, Berlin…, llegaba por fin al gran recinto de La Rambla y con las mismas tres protagonistas que han intervenido en el estreno y todas las reposiciones, con alguna excepción como en la ciudad de los rascacielos, en que la protagonista fue la soprano Nina Stemme.
Un teatro -y un público- acostumbrado a las mejores voces necesitaba volver a vibrar, ya que si exceptuamos algún momento emotivo como el Simon Boccanegra del 50 aniversario del debut de Plácido Domingo en la casa y algún otro elemento puntual, las últimas temporadas habían resultado un tanto grises.
A pesar de lo que se ha escrito, esta obra maestra Straussiana, sublime combinación del mito antiguo con el expresionismo y el psicoanálisis freudiano, sí había visitado con cierta asiduidad el Gran Teatro del Liceo en los últimos años. Empezando por aquella memorable protagonizada en 1990 por Eva Marton, una de las sopranos más queridas por el público de Barcelona, con producción de Nuria Espert, continuando por la que interpretó Gwyneth Jones en 1997 en el Palau de la música catalana en forma concierto durante la reconstrucción del teatro y finalizando por la de 2008 con otro nombre importante en cuanto a Elektra se refiere, Deborah Polaski, y la propia Eva Marton despidiéndose del Liceo como Klytemnestra.
Entre tanto nombre ilustre tiene verdadero mérito, que Evelyn Herlitzius, con su interpretación, haya borrado de la mente de los Liceístas más militantes y veteranos las protagonistas anteriores y se remonten a la citada y tan apreciada por el público barcelonés Eva Marton, para rememorar algo parecido.
Efectivamente, la Herlitzius volvió a certificar su inconmensurable creación de la hija de Agamenón y Clitemnestra, que después de habérsela visto en Dresde y Milán (en este caso con la misma producción de Chéreau), el que suscribe no duda en calificar de histórica. Difícil es hoy día, entre tanto cantante e intérprete anónimo, disfrutar en un teatro una artista con tanta personalidad, con semejante garra, temperamento volcánico y una entrega sin red, sin tasa, como si no existiera un mañana. Cierto es que en el aspecto vocal, aunque su proyección, resonancia y metal son impresionantes y llena el teatro hasta el último rincón, se pudo apreciar alguna imperfección, como un inicio en el monólogo un tanto fría y donde la voz no terminaba de estar en su sitio y algún agudo extremo abierto y un punto estridente. Peccata minuta ante un “animal escénico” de tal calibre que, además de dejar a todo el teatro sin respiración, termina un papel tan extenuante, aparentemente pletórica y con la sensación de que podría cantarse otra función a continuación. Todas las facetas y rasgos psicológicos del papel estuvieron presentes en su encarnación. La Elektra fiera y vengativa, tremendo el enfrentamiento con su madre, ante la que primero se muestra dócil y solícita para estallar después como una leona. La irónica y socarrona, la tierna que ofrece su cariño fraternal a su hermana; la princesa altiva y orgullosa, que rememora su distinción y belleza ya perdidas, la conmovida que se reencuentra son su hermano que creía muerto, la alucinada y definitivamente trastornada del final…
Waltraud Meier, Clitemnestra en claro delive vocal, mermada de volumen, con un centro y grave sordos y destimbrados, pero incólume su tremendo magnetismo escénico, además de demostrar un gran dominio del sprechgesang en una memorable escena con su hija, en la que la gran artista es capaz, entre la brutalidad del personaje, dejar entrever atisbos de ternura hacia la misma, a la que sin duda, le gustaría abrazar como tal. Memorable ese momento, en que tras maldecirla, Elektra cae exánime y su madre acude hacia ella con un rasgo de claro afecto para interesarse por su estado. Adrianne Pieczonka, que ofreciera una magnífica Ariadne auf Naxos hace 14 años en el Liceo junto a la simpar Zerbinetta de Edita Gruberova y que estuvo en principio anunciada como Crisotemis en la Elektra de 2008, que protagonizó Polaski, tampoco está en su mejor momento vocal con un centro que ha perdido anchura, redondez y tersura, y unos viajes al agudo esforzados y en los que pueden escucharse notas de calidad alterna. Junto a algunos calantes y abiertos, emitió uno magnífico al final de la representación. Perfectamente implicada en el montaje, expresó convenientemente ese lado femenino, sensible y humano de Crisotemis. Correcto el Orestes de Alan Held; pésimo Thomas Randle como Egisto con una emisión dura y totalmente retrasada. En el reparto la presencia habitual en este montaje de veteranos como Frank Mazura, Roberta Alexander y Renate Behle.
Gran trabajo de Josep Pons, que opta por dejar de lado una interpretación más desbocada o visceral, que probablemente no le permitiría ni su temperamento ni las limitaciones de la orquesta, pero logra que suene aceptablemente bien, que todo esté en su sitio, con suficiente clímax teatral y alcanzar un apreciable nivel en los momentos más recogidos, más líricos.
La producción de Patrice Chéreau con Vicent Huguet a cargo de la reposición, sigue funcionando como un perfecto mecanismo teatral. Con una escenografía austera, centrada en el conflicto familiar y en la caracterización de los personajes (como ese Orestes medroso que deja que sea su preceptor quien acabe con Egisto), mediante una muy elaborada dirección de actores y apoyado en la importante ventaja de contar, es conveniente insistir, con las mismas tres protagonistas del estreno y casi todas las reposiciones. El montaje fluye, sin excesos ni caricaturas, pero con una inexorable fuerza, emoción y tensión teatral.
Éxito clamoroso.
Foto: A Bofill
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