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Crítica: Zubin Mehta y la Filarmónica de Múnich en Ibermúsica

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Autor: Raúl Chamorro Mena
2 de febrero de 2024

Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto de Zubin Mehta, Yefin Bronfman y la Filarmónica de Múnich en Ibermúsica

Zubin Mehta, Yefin Bronfman y la Filarmónica de Múnich en Ibermúsica

Cariño recíproco

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 30-1-24, Auditorio Nacional, ciclo Ibermúsica. Johannes Brahms: Concierto para piano núm 2, Op. 83, Yefin Bronfman, piano. Sinfonía núm  2, Op. 73. 31-I-2024. Johannes Brahms: Concierto para piano núm 1, Op. 15. Yefin Bronfman, piano. Sinfonía núm 4, Op. 98. Orquesta Filarmónica de Munich. Dirección: Zubin Mehta. 

   Gran expectación, entradas agotadas, para las dos citas más esperadas de la presente temporada del ciclo Ibermúsica. La visita, después de la última cancelación por enfermedad, de Zubin Mehta al frente de la excelsa Filarmónica de Munich, de la que es director honorario. Una agrupación, que tras su debut en el ciclo en 1982 -con el eximio Sergiu Celibidache al frente- suma más de 80 conciertos en el mismo, como expresó Clara Sánchez antes del comienzo del evento del día 30. Por su parte, Mehta también ha sido asiduo visitante de nuestro país, en Ibermúsica suma nada menos que 100 conciertos y no se puede olvidar su periplo en el Palau de Les Arts valenciano, en el que ofreció muchas grandes noches de ópera, de la mayoría de las cuales fui afortunado espectador, además de construir junto a Lorin Maazel la que sigue siendo mejor orquesta de España. Por tanto, hay un cariño recíproco entre Zubin Mehta y nuestro país.  

   Después de los eventos ofrecidos en Barcelona y Zaragoza llegaba el turno a Madrid con dos conciertos, días 30 y 31 de enero, al igual que los anteriores dedicados a música de Johannes Brahms. Cálida y muy cariñosa ovación la que recibió el Maestro hindú en su salida por parte del público, en el que se encontraba la Reina emérita Doña Sofía.

Zubin Mehta, Yefin Bronfman y la Filarmónica de Múnich en Ibermúsica

   Lo primero y fundamental que debe subrayarse respecto al pianista uzbeko-ruso-estadounidense-israelí Yefim Bronfman es que dispone de los medios necesarios para el exigentísimo Concierto para piano número 2 de Brahms, en el que el teclado se mide, en una obra de larga duración, de tú a tú con una orquesta copiosa y de dimensión sinfónica. Brahms se aparta del modelo tradicional en tres movimentos y añade un segundo en tempo rápido. Técnica rotunda, sonido atractivo, amplio, poderoso, con cuerpo y caudal el mostrado por Bronfman, de digitación segura y fluida, además de acometer con seguridad todas las exigencias virtuosísticas de la composición -trinos y ornamentos muy nítidos-. No faltaron juegos dinámicos en su interpretación, pero toda ella adoleció de falta de fantasía, de un fraseo más inspirado y variado, lo que se sumó una limitada capacidad comunicativa, pues Bronfman mostró unos modos, más que sobrios, adustos y severos. Por tanto, una ejecución sólida, más que solvente, por medios y técnica, pero un tanto monótona e impersonal. Como propina, Bronfman regaló el hermosísimo Nocturno Op. 27 nº 2 de Chopin, bien delineado. 

   Esplendoroso sonido el de la Filarmónica de Munich, formada con contrabajos a la izquierda, bajo la dirección quirúrgica, solemne y analítica de Zubin Mehta con destacada intervención del violonchelo solista en el tercer movimiento. 

   Gran técnica, con gesto, lógicamente, sin la energía de antaño, pero preciso y con férreo control sobre la orquesta, así como sabiduría, clarividente sentido de la construcción y prodigiosa arquitectura sonora, nunca vacuamente preciosista, presidieron la versión de Mehta de segunda sinfonía de Brahms al frente de una orquesta a nivel excelso. Desde el primer movimiento pudo comprobarse el magisterio en la diferenciación de planos orquestales, transparencia expositiva y gama dinámica, con un hermoso adagio –un punto moroso, bien es verdad-, un juguetón tercer movimiento y la sabiduría para terminar en punta con un brillante último que acreditó impulso rítmico, desarrollo fluido a pesar de los cambios constantes de la música y sobre todo, apropiado contraste con la parte más lírica y reposada del movimiento.

Como regalo, Mehta y la Filarmónica de Munich tocaron una de las danzas eslavas Opus 46 de Dvorák.

Zubin Mehta, Yefin Bronfman y la Filarmónica de Múnich en Ibermúsica

   El concierto del día 31 abrió con el primer concierto para piano de Brahms compuesto más de veinte años antes que el segundo y que asume la lección beethoveniana, además de aquietarse a la forma tradicional de tres movimientos con el lento en segundo lugar. Ambos conciertos, como sucedía con Mozart y Beethoven, están concebidos para el propio autor, pianista virtuoso, al igual que los citados. Después de la realmente majestuosa-como marca el movimiento-, solemne e intensa introducción orquestal minuciosamente expuesta por Mehta al frente de la excelente orquesta Filarmónica de Munich, Yefin Bronfman volvió a lucir sus medios de generoso caudal y potencia. Su gran respaldo técnico, firme y diáfana digitación, de lo que fue ejemplo el doble trino nitidísimo, y fraseo compuesto lucieron en el primer movimiento. Bronfman expuso el adagio con sensiblidad, pero faltó vuelo y se impuso una sensación de modos demasiado escolásticos, con inexistente aportación personal. Irreprochable la destreza del pianista en los ágiles pasajes de último capítulo. 

   Como propina, Bronfman ofreció el Arabesque de Schumann sin ser capaz de diferenciar ninguna de las variaciones que consagran la pieza.  

   La espléndida Cuarta sinfonía cierra el catálogo Brahmsiano en ese apartado y contiene un orginalísimo movimiento final en forma de Passacaglia basado en la Chacona de la cantata número 150 de su admirado Johann Sebastian Bach. Un tema con variaciones, que evoca la recuperación de la obra de «el kantor» en la segunda parte del siglo XIX.

   Mehta introdujo con lentitud el primer movimiento, recreándose en su capacidad para diferenciar, valorar y poner de relieve los diversos temas que se entretejen, con pleno mando sobre una orquesta de sonido espléndido, compacto. Un tanto parsimonioso de más resultó el andante, aunque resultó soberbia la prestación de la cuerda y las maderas. Magistral la construcción del tercero, sabiamente contrastado y toda una demostración de técnica la organización de la passacaglia con la serie de variaciones impecablemente expuestas. Un acabado en el que predominaron sabiduría, técnica e impactante construcción sonora sobre la emoción, que, sin embargo, estuvo presente en la profunda sinergia entre público y artista. Muy emotiva resultó la expresión de cariño mutuo después de tantos años entre el veterano Maestro y el público madrileño, que contó con la presencia, también en el segundo concierto del día 31, de la Reina emérita Doña Sofía, que contribuyó con sus aplausos a las atronadoras ovaciones dedicadas a la fabulosa orquesta y, especialmente, al Maestro Mehta. 

   Como propina en este segundo concierto Mehta y la Filarmónica de Munich interpretaron con brillantez la famosa Danza húngara número 5 del genial compositor hamburgués, protagonista de ambos eventos. 

Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica

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