Anna Lucia Richter [mezzosoprano], Christian Gerhaher [barítono], Ammiel Bushakevitz [piano] participan en el Ciclo de Lied de Teatro de la Zarzuela y Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]
Das Wolf-Projekt de Gerhaher triunfa con sus acompañantes y cierra con broche de oro el XXVIII Ciclo de Lied
Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 18-VII-2022. Madrid. Teatro de la Zarzuela. XXVIII Ciclo de Lied coproducido por el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Recital 10. Obras de Hugo Wolf (1860-1903). Anna Lucia Richter (mezzosoprano), Christian Gerhaher (barítono), Ammiel Bushakevitz (piano).
En octubre de 2020, durante el debut de la mezzosoprano Anna Lucia Richter (1990) en este Ciclo de Lied, nos quedó meridianamente claro que es un gran valor artístico a seguir muy de cerca, además de por el interés de comprobar el asentamiento de su nueva vocalidad de mezzosoprano -la anterior, de lírico-ligera-, que seguro contará con que la naturaleza y los años sobre el escenario lograrán redondear esa magnífica materia prima que posee, además de por esa técnica que ya luce muy asentada.
En ese momento comentamos que el ramillete de «princesas del Lied» se había enriquecido con Richter…, y qué mejor para comprobarlo que ponerla al lado de un liederista tan afamado y experimentado como es Christian Gerhaher que -como recordarán- en la semana anterior se hizo acompañar de otra excelente liederista como es Julia Kleiter, a la que ansiamos oír en solitario en este Ciclo madrileño.
Y por supuesto que el maridaje funcionó a las mil maravillas reflejando este corpus compositivo de Wolf, encuadrado en un romanticismo tardío, cuya música enarbola un potente discurso sonoro gracias al poder de la palabra cantada, además de por poder contar con la maravillosa contribución del pianista Ammiel Bushakevitz, que se está convirtiendo en «indispensable» en ciertos repertorios -como Schumann, Liszt, Strauss, etc., donde este pianista puede aportar plenas garantías-, en los que el instrumento pianístico ostente tanta enjundia como la voz, ya sea porque la escritura, la justeza o la precisión técnico-expresiva sean objetivos en sí mismos a la hora de plasmar los entresijos del pentagrama, como debe ocurrir en Hugo Wolf.
Y si la semana pasada se abordaron las Spanisches Liederbuch, en la velada que nos ocupa se presentaron las Italianisches Liederbuch, -Ciclo de 46 canciones sobre poemas italianos anónimos traducidos por el alemán Paul Hayse (1830-1914), que fuera muchos años después Premio Nobel de literatura-, dando por rematada la lectura de estos dos grandes libros de Wolf dentro del conjunto de recitales denominado como Das Wolf-Projekt, -así lo llama su creador, que no es otro que Christian Gerhaher-, y que lo ha paseado en escenarios de referencia como el Wigmore Hall de Londres, la Bayerische Staatsoper de Múnich, o el Festival de Salzburgo (en el próximo agosto).
De esta forma, se consigue hacer más atractivo un recital, que en la voz de un solo cantante podría resultar prolijo y monótono. Como ya comentamos la vez pasada, en el caso de Gerhaher nos atrevemos a decir que resultaría excesivamente poco variado por lo afectado, tanto en la parte vocal como en la fijeza estilística, dado que el barítono se repite «demasiado» en sus tics vocales, si bien en esta ocasión logró despojarse bastante de ellos ayudado también porque la temática predominantemente amorosa del Italianisches Liederbuch así lo demanda, y porque también hubo mayor dosis de interacción entre ambos artistas provocada de forma innata por la juventud y espontaneidad de su acompañante, Anna Lucia Richter.
La artista consiguió enlazar en su coqueteo -cuando procedía por los textos- al «enjuto caballero de la triste figura», Herr Gerhaher, y él supo responder, al menos, «a medias». Durante el recital, ambos se alternaron de forma dinámica, sin sentarse en ninguna silla -lo cual nos pareció más adecuado-, y entre cada una de las piezas sólo hubo los escasos segundos que Bushakevitz empleó en pasar la página de la partitura.
A nadie se le escapa la comparación que del mismo programa han hecho otros intérpretes, como la pareja Damrau-Kaufmann, que aún en tesituras vocales distintas (soprano-tenor), y por sus personalidades más abiertas (ya saben aquello de que los bávaros son los alemanes más «mediterráneos» que existen), son más proclives a la escenificación de los libros de Wolf a partir de personajes que están emparejados en la felicidad o en la desdicha, en las peleas o en las burlas, demostrándolo abiertamente con gestos y ademanes nada envarados sobre el escenario. Cada espectador elegirá la lectura que mejor le parezca, pero verdad es que «espontaneidad» y Gerhaher -permítasenos el chiste- no pueden ir en la misma frase.
En cuanto a la vocalidad de Richter, en esa comentada transición vocal que hemos comprobado, la mezzosoprano alberga todavía claros tintes de soprano, si bien ahora exhibe una profundidad mayor en el apoyo, que le confiere una mayor robustez en la zona central y en la grave, con subidas al agudo de su tesitura actual -que en su época de soprano se nos antojaban forzadas-, más seguras. En los fortes, demuestra una voz con empaque suficiente, aunque estimamos que en los momentos más dramáticos quizá se queda un poco corta de fuerza expresiva.
En cuanto al grave más «extremo», sí detectamos esta vez cierta tendencia a la «fabricación» de sonidos que no son tan homogéneos con el resto de la extensión, por lo que debe intentar ajustarlos e igualarlos. Aunque la voz no es muy grande, ha ganado en morbidez y armónicos, y corre suficientemente bien sin vibratos indeseables, demostrando siempre desparpajo, excelente dicción, así como una gran musicalidad y expresividad.
El Libro 1 [Teil 1] 1 de Italianisches Liederbuch, integrado por 22 canciones, se cantó en la primera parte del recital, una suerte de sucesión de poemas cortos entre lineales y jocosos, de enfado entre amantes o de triste separación, reorganizadas de acuerdo al gusto de la pareja Gerhaher-Richter (se indicaba en el programa de mano el orden elegido por los cantantes y, entre corchetes, el inicialmente dispuesto por Wolf). Por el apabullante dominio de las dinámicas y envidiable expresividad, destacamos el número ocho [noveno en el catálogo de Wolf], cantado por Gerhaher, Dass doch gemalt all’ deine Reize wären [Ójala todos tus encantos se hubiesen pintado].
Por parte de Richter despuntaron las graciosísimas 9 [15] Mein Liebster ist so Klein [Mi amado es tan pequeño] y 11 [11] Wie lange schon war immer mein Verlangen [Cuánto tiempo he estado deseándolo], en la que Bushakevitz simula no saber tocar el piano, pero su novia está encantada, y ni siquiera se da cuenta, porque al final ha conseguido un novio músico. En la 16 [17] Und willst du deinen Liebsten sterben sehen [Y si vieras morir a tu amado], se da total protagonismo al piano para crear, por parte de Bushakevitz, una atmósfera ensoñada, irreal, realmente bella, mientras -en este caso, Gerhaher- describe la belleza de su amada.
El Teil 2, segunda parte del recital, arranca en el poema 23. La peculiar reorganización de los poemas creemos que consiguió superar la intensidad lograda en el libro anterior. Destacamos el número 27 [35] Benedeit die sel’ge Mutter [Bendita sea tu sagrada madre], cantada con arrebatada dulzura, y muy lenta, por Gerhaher. De igual modo, la número 30 [40] O wär’ dein Haus durchsichtig wie ein Glas [¡Ójala fuese tu casa transparente como un cristal!], fue ejecutada con un canto delicado y matizado por parte de Richter a la hora de describir cuánto desea ver a su amado durante todo el tiempo.
La falta de empaque/naturalidad sonora en los graves de Richter, comentado más arriba, quedó de manifiesto en la 34 [36] Wenn du, mein Liebster, steigst zum Himmel auf [Cuando tú, amor mío, asciendas al cielo] y en la 42 [32] Was soll der Zorn, mein Schatz, der dich erhitzt? [¿Por qué esta furia que te inflama, tesoro mío?].
Como tan acertadamente comenta Luis gago en sus notas al programa respecto de estos libros de poemas, «mientras los hombres suelen hablar de pasión (aparentemente sincera), ellas prefieren el reproche, la burla o los celos, lo que no les impide protagonizar frecuentes andanadas llenas de humor e ironía, casi siempre con tintes amablemente despectivos».
Sin lugar a ninguna duda, el éxito del trío Richter-Gerhaher-Bushakevitz fue clamoroso. El público premió con bravos y vítores el esfuerzo por tan buena interpretación de tan difícil repertorio, profusamente plagado de notas -generalizando grosso modo, cada sílaba se podría decir que es una nota-, dado que la precisión de los instrumentos vocales y el piano estuvieron perfectamente a punto y sin margen para el despiste. El divertido carrusel que han sido estas dos últimas entregas de Wolf nos predisponen al descanso veraniego, deseando lo mismo a los amables lectores. Y sí, uno de los platos fuertes, para inaugurar la temporada XXIX de este maravilloso Ciclo del Lied será la visita del bajo René Pape, que se hará acompañar por Camillo Radicke, con un interesante repertorio basado en Dvorak, Mussorgski y Roger Quilter. Lo esperamos con apetencia. FELIZ VERANO a todos.
Fotos: Elvira Megías / CNDM
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