La Orquesta y Coro Nacionales de España ve el debut del director Cornelius Meister, en un concierto en el que también tuvo protagonismo el oboísta Robert Silla
Tan diversas como hermosas manifestaciones musicales del Siglo XX
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 3-VI-2022, Auditorio Nacional. Ciclo orquesta y coro nacionales de España. Eldur-Fuego (Jórunn Vidar). Concierto para oboe y pequeña orquesta. Op. 144 (Richard Strauss). Robert Silla, oboe. Die Seejungfrau-La sirenita (Alexander von Zemlinsky). Orquesta Nacional de España. Dirección: Cornelius Meister.
Muy interesante concierto el aquí reseñado, tanto por el bellísimo y poco habitual programa, como por la notable interpretación ofrecida por la Orquesta Nacional de España, el oboista Robert Silla y el director musical Cornelius Meister.
Jórunn Vidar (1918-2017) fue una pianista y compositoria islandesa con formación en Alemania y, sobretodo, en la mítica Juillard School de Nueva York. El ballet Eldur-Fuego-, encargo con motivo del Congreso de artistas a celebrar en el Teatro Nacional de Islandia, se trata de la primera obra orquestal compuesta por una mujer en el referido país y se ha convertido en una cima de la música islandesa. La obra combina el nacionalismo y folklore tradicional con el oficio y visión cosmopolita adquirido en sus estudios en Alemania y USA. La rica instrumentación de la partitura, que evoca las llamas, cenizas y chispas propias de una tierra volcánica, así como el pulso rítmico y danzable, fueron muy bien expuestas por la Orquesta Nacional bajo la dirección bien organizada y de gesto claro y preciso del alemán Cornelius Meister.
Resulta conocido el relato de la entrada de las tropas estadounidenses al final de la Segunda Guerra Mundial en la villa de Richard Strauss en Garmisch-Partenkirchen y su reclamo para alojar a las tropas por parte del teniente Milton Weiss. El ya anciano compositor abordó al oficial esgrimiendo que era el compositor de El caballero de la rosa y Salomé, con lo que su villa quedó exenta, ya que tanto el teniente Weiss como buena parte de las tropas eran músicos y admiraban al genio bávaro. Menos conocida es la circunstancia, relatada por Mario Muñoz en su artículo del programa de mano, de la solicitud al eximio músico por parte de uno de estos militares, John de Lancie, a la sazón oboísta de la orquesta Sinfónica de Pittsburg, de un concierto para tal instrumento. Después de una negativa inicial, el octogenario compositor, ya libre de toda atadura y con el único anhelo de crear la música que quisiera con el único objetivo de hacer feliz a la gente, después de tanto horror, compone el concierto para oboe y pequeña orquesta que se estrena en Zürich en 1946. Strauss, que nunca abandonó la tonalidad, viaja hacia atrás, hacia su siempre admirado Mozart, el estilo galante, sin que falten elementos románticos. La obra es un auténtico tour de force para el oboe solista, que tuvo como magnífico intérprete a Robert Silla, solista de la orquesta nacional de España. Silla demostró un gran control del aire y capacidad para resolver apropiadamente las larguísimas frases, además de sortear los pasajes ornamentales y el exigente elemento virtuosístico. Sonido limpio, penetrante y bien calibrado el de Silla, que fraseó con lirismo el bellísmo andante. Acompañamiento elegante y refinado el ofrecido por Meister. Robert Silla retribuyó las ovaciones del público con una magnífica propina, uno de los sextetos para oboe, dos violines, dos violas y violonchelo compuestos por Cayetano Brunetti (1744-1798), músico de la corte de Carlos III y Carlos IV, dedicados al gran oboísta Garpar Barli.
La violinista concertino invitada Barennie Moon, que ya completó una magnífica actuación en el concierto dedicado a Sibelius dirigido por Saraste, evocó con el bello sonido de su violín la prodigiosa voz de La Sirenita, protagonista del famoso cuento de Hans Christian Andersen, base del poema sinfónico de Alexander von Zemlinsky (1872-1942) y con el que pretende conjurar la amargura del rechazo de Alma Schindler, posteriormente Alma Mahler y que suma al triunfo musical, también el amoroso por parte del contemporáneo Gustav Mahler. A pesar del injusto arrinconamiento de su obra, Zemlinsky es un magnífico compositor y así lo demuestra en La sirenita. La estética tardorromántica, la exuberancia orquestal, el carácter hermosamente descriptivo, fueron irreprochablemente traducidos por la batuta de Meister, mediante una gran claridad expositiva, gama dinámica, clarividentes orden y sentido organizativo. Pudieron evocarse en nuestra imaginación a través de las refinadas tímbricas y esmeradas sonoridades orquestales, las profunidades marinas, las danzas de las sirenas, la tormenta, el naufragio, la angustia y el dolor de la decepción amorosa… Todo ello con el sonido de calidad que ofreció la orquesta nacional, con una cuerda brillante, corposa y tersa, unas maderas precisas y unos metales que reunieron seguridad y esplendor.
Fotos: Facebook OCNE
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