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CRÍTICA DE 'LA VIDA BREVE' DE OVIEDO

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Autor: Aurelio M. Seco
20 de octubre de 2009

Concierto de clausura de la XVIII Semana de Música de Cajastur

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Nuria Pomares

Lugar: Auditorio de Oviedo; Fecha: 22 de octubre de 2009; Ciclo: Concierto de Clausura de la XVIII Semana de Música de Cajastur

"VIDA BREVE"  CON BUENA "SALUD"

Nuria Pomares hipnotizó al auditorio con la belleza y espectacularidad de sus coreografías

Cuando Manuel de Falla compuso La vida breve, su única verdadera ópera, con su afán perfeccionista y talento musical escribió una de las más bellas piezas líricas españolas. Estrenada en 1913, fue la obra elegida para reinaugurar, en 1997, el Teatro Real de Madrid. La vida breve cuenta la trágica historia de Salud, una joven gitana granadina profundamente enamorada de Paco, el típico señorito caprichoso. Salud canta junto a su tío Sarvaor, y lo hace con verdadero talento y a gusto porque, cuando canta, se acuerda de su propio amor. Pero es engañada por Paco, que decide casarse con Carmela. Ya en la boda, a la que Salud acude para pedir cuentas a su amado, la chiquilla muere de dolor, por la angustia que le produce haber vivido, de mentira, su amor sincero. El resumen de la historia está presente y resumido en el precioso leitmotiv musical y textual que se repite a lo largo de toda la ópera en la voz del tenor Álvaro Vallejo, que la cantó con  verdadera intención: "Malhaya quien nace yunque, en vez de nacer martillo". Esta es, al fin, la preciosa y trágica historia en la que Falla introduce el ambiente gitano con inusitada brillantez, con oles y olés, con cantaor y bailaora, y una intención orquestal emotiva como pocas. Y esto fue lo que se vio en el tradicional concierto de anoche que, a la vez que sirvió para cerrar la XVIII Semana de Música de Cajastur, también adornó con acierto la jornada anterior a la de la entrega de  nuestros Premios Príncipe de Asturias. La ópera se ofreció en versión de concierto, con algún interesante y colorista toque escénico. Al contrario de lo sucedido en el concierto  del año pasado, en el que los que no tuvieron la suerte de nacer martillo no pudieron asistir a la Resurrección dirigida por Gustavo Dudamel, en éste, la Fundación tuvo el acierto de abrir el ensayo general del miércoles al público, en una cita que prácticamente llenó el Auditorio de Oviedo.

Del elenco de artistas sobresalió la mezzo asturiana Lola Casariego, una magnífica intérprete que hizo del personaje de Salud toda una delicia. Su línea de canto gustó mucho, sobre todo por su profundo dramatismo, envidiable belleza canora y un saber estar ante la obra y la situación. Es difícil de entender como una cantante de esta categoría, y asturiana, actúe tan poco en nuestra región. Es conocida su interesante trayectoria internacional, pero aún así, su participación en la velada sorprendió por su enorme calidad y perfecta adecuación dramática, que resultó de lo más emotiva. Sus compañeros de reparto tampoco lo hicieron mal. José Ferrero, cuyas buenas maneras ya dieron que hablar en el segundo reparto de la Tosca del Campoamor, se convirtió aquí en un excelente Paco, con una línea de canto de lo más elegante, bien proyectada y cantada, tres aspectos nada fáciles de encontrar incluso entre los mejores tenores de hoy en día. La mezzo Marina Pardo resultó ser una Abuela en condiciones, que también podría haber resultado más eficaz con un vibrato menos nervioso,  y un registro grave más denso y dramático, que no hiciera necesario su inadecuada posición de la barbilla. El resto del reparto respondió dentro de un buen nivel de lírico en sus breves intervenciones: Alfredo García como Manuel, Josep-Miquel Ramón como El tío Sarvaor y la soprano Rosa Sarmiento en el papel de Carmela.

Pero la estrella de la función fue la bailaora flamenca Nuria Pomares, una auténtica figura nacional del flamenco que hipnotizó al auditorio con la belleza y espectacularidad de sus preciosas y precisas coreografías. Mientras actuaba acaparó toda la atención escénica, dada la calidad de su baile, intención y gusto expresivo. Sus dos intervenciones resultaron realmente soberbias, y uno de los verdaderos alicientes de la velada. Por su parte, el cantaor Pedro Sanz interpretó con gusto y temple, muy bien acompañado por el guitarrista Pablo Sáinz. Maximiano Valdés dirigió a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y al Coro de la Fundación con diligencia y autoridad, en una versión que podría haber mejorado bastante su factura general, pero que garantizó una agradable interpretación de la obra de Falla, dejando momentos de notable emotividad, que coincidían con los de mayor volumen musical y coral. El Coro de la Fundación complementó su interpretación con una sutil gestualidad escénica, fresca y adecuada.

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