10 / 02 / 2014
STRAUSS - GLUCK
Don Juan
10 / 02 / 2014
STRAUSS - GLUCK
Don Juan
¿Por qué no unir a dos colosos de la ópera tan alejados en el tiempo y de los que celebramos su aniversario en un mismo concierto? Christoph W. Gluck y Richard Strauss guardan en común haber nacido en Alemania, aunque aquella Alemania de Gluck difiera tanto de la del muniqués Strauss. Sí guardan un hilo conductor en la revolución que ambos supusieron para la ópera en sus días, mas sin embargo nos fijaremos en esta ocasión en una sendas obras que supusieron el inicio del cambio en aquel siglo XVIII y en el culmen de un género como es el poema sinfónico en el XIX, ambas dedicadas a un hito teatral como es el Don Juan.
Más allá de la sublime y universal recreación que lograran Mozart y Da Ponte en su momento, Don Juan ha servido de fuente de inspiración para un buen puñado de compositores y artistas de toda índole, decenas de literatos mucho antes de todos ellos que a su vez nutrieron los pentagramas de la música que hoy escuchamos. Así el Don Juan de Gluck es aquel nacido del ideal de Molière, mientras que el de Strauss surge del poema de Lenau (quien siguiera la senda de Lord Byron).
Gluck desarrolla el destino de Don Juan en forma de ballet, dotándolo como nunca antes se había hecho de una independencia total de la ópera y otorgándole una identidad y sentido propios, con un argumento independiente y coherente como pocas veces se había visto hasta la fecha. Entre las danzas que podemos escuchar en su transcurso, hallamos contradanzas, gavotas, minuetos, fandangos de corte español e incluso algún tema que le será conocido a quien recuerde el inicio de su célebre Iphigénie en Tauride, compuesta casi 20 años después, pero aquí visible en los vehementes momentos de la cuerda en la resolución de los primeros allegri, que dibujan una música que respira y transmite de veras, tal y como puede comprobarse desde su sinfonietta inicial al dramático Larghetto y el Allegro conclusivos, introducido este último en su posterior versión francesa de Orfeo ed Euridice.
Por su parte, con el tema de su protagonista, Strauss nos regala en el inicio de su Don Juan uno de los arranques más coloridos, impulsivos, sugerentes y arrebatadores de toda la historia de la música clásica. Esta música seduce cual bofetada sonora tal y como lo haría el propio Don Juan con su impertinente galantería, tan contrastada con la delicadeza y femineidad de los líricos temas posteriores, intercalados con el frenético carnaval y las andanzas de Don Juan, para acabar en el magistral clímax final con el silencio como señal de su propia muerte.
Completa el programa la Suite de Der Rosenkavalier, que se inicia de igual manera que la ópera de la que es extraída y en la que además podemos escuchar la escena de la rosa, la relación entre Marschallin, Octavian y Sophie, el barón Ochs paseándose por allí y todo el color de los valses con los que Strauss coloreó, como de costumbre, esta maravillosa partitura.
Compartir
Aviso: el comentario no será publicado hasta que no sea validado.