Segunda parte:
- Kaija Saariaho (1952): ... A la fumée.
- Hildegard von Bingen (1098-1179): O splendidissima gemma.
- Sofia Gubaidulina (1931): The deceitful face of hope and despair.
Escribe la filóloga barcelonesa Victoria Cirlot de Hildegard von Bingen, una de las primeras compositoras conocidas de la Historia, que "atravesando el muro de los tiempos han quedado sus palabras, incluso su sonido". Un sonido, qué duda cabe, íntimamente ligado, dada su condición de monja y su lugar en el tiempo -el siglo XII-, a la religión. Sus adelantadas ideas y concepciones, legadas a través de sus escritos, también se extienden a sus partituras, entre las que se encontraron incluso lo que hoy en día se ha denominado como "oratorio", cuando aún quedaba tiempo para la eclosión de este género. "Oh frágil ser humano, ceniza de cenizas y podredumbre de podredumbre: habla y escribe lo que ves y escuchas", así escribió y así hizo Bingen, dedicando sus obras pues a la contemplación.
Tanto su visión como su avanzada música se encuentran en este programa, que ha de escucharse sin interrupción entre piezas, rodeadas por tres respetadas compositoras del siglo XX y XXI, cuya música, de alguna manera, abraza también la idea del misticismo. Como introducción de las dos partes que lo componen escuchamos Du cristal... a la fumée. Estas dos obras surgieron como un díptico sonoro para dos encargos simultáneos que la compositora Kaija Saariaho recibió a finales de los ochenta; así, los últimos acordes en el violonchelo de Du cristal pueden enlazarse con los primeros de ... a la fumée, presentando dos formas de ver, de entender una misma realidad.
Redención en el final de la primera parte a través de Du fond de l'abime, de Lili Boulanger compuesto durante la I Guerra Mundial y que conduce el legado de sus compatriotas Fauré o Debussy hacia límites insospechados de la vanguardia musical; y existencialismo en las notas de Sofia Gubaidulina y su The deceitful face of hope and despair, donde la flauta y el cello transportan al oyente si no al misticismo, sí desde luego al espiritualismo.
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