
Crítica de José Antonio Cantón de Cómo subir una escalera sin peldaños de César Camarero en el Festival de Música Contemporánea de Córdoba
Interesante performance transmoderna
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 28-III-2025. Conservatorio superior de Música “Rafael Orozco” de Córdoba. XXVII FESTIVAL DE MÚSICA CINTEMPORÁNEA. Taller Sonoro. Obra: Cómo subir una escalera sin peldaños de César Camarero.
Asumiendo el rupturista periodo estético transmoderno que viene aconteciendo desde hace ya varias décadas, el compositor madrileño, César Camarero, ha creado la obra Cómo subir una escalera sin peldaños, una nueva producción de la Fundación Juan March y el Espacio Turina de Sevilla con texto de Virginia Nogueira a partir del relato A shadow’s Life de Stanley J. Reeve que ha sido estrenado en la capital hispalense el 27 de abril de 2024, situada en un modelo de performance que el mismo compositor ha denominado «foto teatro musical» en el que se manifiestan elementos plásticos sustentados en imágenes fílmicas y fotografías fijas proyectadas, un sexteto instrumental (integrado por los componentes del grupo Taller Sonoro), el mismo creador (irrumpiendo en la sala y su escenario) y un personaje que actúa a través de su voz en off constantemente estimulando la imaginación del público entendido éste como un ente vital deseoso de significación, del que parece esperarse una interacción. Con esta obra, el Festival de Música Contemporánea de Córdoba ha iniciado la andadura de su vigésimo séptima edición que contendrá seis interesantes citas escogidas por el compositor madrileño Juan de Dios García Aguilera que, con gran experiencia y sentido de vanguardia desde dentro del fenómeno musical, es director artístico de este evento desde el año 2004.
Con la exposición de una realidad plástica seccionada como se mostraba en algún momento de la proyección donde se manifestaba la recomposición de una foto troceada, la partitura era sólo el elemento integrador del discurso de la obra con una solidez tan propia y sustancial que ella misma podía tener la autonomía de una realidad artística determinante, orgánica y completa, independiente de los demás aditamentos destacables como la intervención de la soprano Rocío de Frutos como actriz, cuya acción es el eje formal del relato, y la voz superpuesta del actor Manolo Caro, así como la participación de los realizadores técnicos de sonido e imagen Cristian Valero, Jaime Tuñón e Ignacio Torner, que han contribuido con reconocido mérito al buen montaje de la hibridación artística que sustenta esta performance, que trasciende con creces esa especie de formato cinematográfico basado en la mezcla de ficción y realidad que ha dado en llamarse por algunos documental persuasivo.
Con la doble misión de catalizar y distribuir frecuencias, el percusionista José Baldomero Llorens detentaba el centro musical de la obra desde donde propiciaba mixturas tímbricas, de modo especial desde su vibráfono que, con su especial polifonía venía a dar sentido al sugestivo discurso pensado para ilustrar musicalmente la plasticidad del relato. Éste no es solamente producto del oficio bien asumido de César Camarero, sino que lo trasciende ampliamente desde parámetros estrictamente musicales, espaciales, rítmicos y sonoros con un respeto enorme al factor poético que tiene que animar toda creación artística. Los componentes de Taller Sonoro han desentrañado la obra en las particulares partes instrumentales convergiendo en un resultado de conjunto que daba una constante sensación de oscilación sonora pocas veces alterada por vectores dinámicos que normalmente coinciden con la acción plasmada en el soporte videográfico, aspecto éste que mantuvo siempre una cierta prevalencia sobre la música hasta el punto de convertirse durante muchos pasajes en un factor particularmente distractivo del desarrollo acústico, como ocurrió en el episodio dedicado al “topo” oculto del franquismo durante décadas, Casimiro Feito, en el que la fuerza de su relato invadía el sonido simultáneo hasta producir en el espectador una disrupción en el seguimiento conjunto de la obra que, insisto, en su parte musical tiene una autonomía bien marcada y muy relevante, como ya dejó claro refiriéndose al arte musical en el ámbito estético general Arthur Schopenhauer en su famosa obra El mundo como voluntad y representación, tratado filosófico al que de alguna forma alude César Camarero como guía del complejo pensamiento en el que se sustenta el surrealismo que irradia su subida sin peldaños donde los elementos instrumentales y los procesos técnicos en el desarrollo de la performance quedan integrados de manera libre, espontánea y natural, una forma de aglutinar los factores creativos que determinan la pretensión última del compositor.