Con motivo de la celebración del 15.º aniversario de la creación de CODALARIO, por parte de su fundador y director Aurelio M. Seco, los colaboradores habituales y que actualmente conforman el equipo de esta publicación dedican algunas palabras a lo que para ellos supone formarte parte de este proyecto, que cumple tres lustros de vida. En la portada, creada por Desirée Martínez, aparecen representados todos ellos, en un homenaje que desde CODALARIO queremos rendir a quienes ayudan a construirlo a diario. Queremos agradecer, a todos y cada uno de ellos, su esfuerzo, capacidad de trabajo y el honrar la manera que este medio tiene de entender la crítica musical y el acercamiento a la música de una forma especializada. Hemos querido añadir, además a dos personas que son fundamentales en nuestro desarrollo: por un lado, Fernando Frade, fotógrafo al que CODALARIO le debe grandes instantáneas, algunas de las cuales se han convertido ya en una enseña de la revista; por otro, a Desirée Martínez, diseñadora gráfica a la que llevamos unidos largo tiempo y sin la cual nuestra publicación no sería reconocida a nivel visual como lo es hoy. Son los siguientes: de izquierda a derecha, fila posterior: Juan José Silguero, David Yllanes, Desirée Martínez, Giuliana Dal Piaz, Fernando Frade, Pedro J. Lapeña, David Santana; de izquierda a derecha, fila delantera: Francisco Zea, Albert Ferrer, Agustín Achúcarro, Mario Guada, Aurelio M. Seco, Nuria Blanco, Francisco Jaime Pantín, Fabiana Sans, Raúl Chamorro, Óscar del Saz.
Llegué a CODALARIO después de colaborar en un periódico casi treinta años y enterarme de que prescindía de sus colaboradores, como suele decirse, por la prensa. También conté con el apoyo de un amigo, que aun conservo. Así que eran malos tiempos para mí y cuando Aurelio me dio vía libre sentí que CODALARIO me acogía y que podía, dentro de mis posibilidades, volver a contribuir en la difusión de la música.
Celebrar quince años de existencia, al margen de ser todo un logro, da una cierta ventaja, aunque solo sea por experiencia, máxime cuando Internet puede ser el lugar en donde se salven las revistas especializadas. Las señas de identidad de CODALARIO se perciben desde su formato a sus propuestas. Su manera de hacer representa un modo libre de enfocar la información, esa es mi experiencia personal. Considero que es un acierto el que entre sus colaboradores coexistan personas todo terreno, entre las que me encuentro, con especialistas que conocen muy a fondo los temas que desarrollan. Existen secciones como las de opinión que plantean puntos de vista muy originales, practica una idea de relatar noticias breves muy en la línea de estos tiempos, las previas son un terreno en el que se puede profundizar mucho y las entrevistas pertenecen a ese otro campo, el del sosiego en la lectura. Es muy importante cómo conjuga las realizadas a personalidades de la música con las hechas a jóvenes talentos en el despegue de sus carreras. Que existe margen de mejora, tan seguro y cierto como que eso mantiene vivo a CODALARIO. Y ganas, ilusión y trabajo riguroso no van a faltar.
He tenido la fortuna de ver nacer a CODALARIO y seguir muy de cerca su trayectoria a lo largo de estos 15 años, hasta verlo convertido en lo que hoy es, una absoluta referencia en el mundo de la crítica musical en español. El camino no ha sido siempre fácil, pero sí muy ilusionante y próspero. En la era digital en la que nos movemos, nunca ha sido óbice que su sede se encuentre en una pequeña ciudad del norte de España, bien al contrario, CODALARIO tiene sus raíces en una ciudad de profunda tradición musical y cuna de la Musicología española, pues fue en Oviedo donde se creó la primera facultad de esta especialidad en nuestro país. Y es que en CODALARIO no solo escriben grandes expertos, cada uno en un campo concreto de la música, sino que no son pocos los musicólogos que forman parte del equipo. Contar con el extraordinario plantel de colaboradores con que se nutre la revista, es sin duda un aliciente, no solo para el lector, sino para nosotros mismos al intentar estar a la altura de nuestros compañeros. Es sin duda una responsabilidad, en muchos sentidos, coger la pluma para escribir una crítica, pero no lo es menos mantener los estándares de calidad de la revista.
CODALARIO es una pequeña gran familia, formada no solo por los que firman sus escritos, sino que hay detrás todo un equipo de profesionales: informáticos, gestores, diseñadora gráfica, fotógrafo…, todos seleccionados con esmero para que el resultado sea un engranaje perfecto. Pero sin duda, hablar de CODALARIO, es hablar de Aurelio M. Seco, su fundador y director, quien, con puño firme y guante de seda, ha sabido marcar el rumbo de la revista, con una honestidad fuera de toda duda y una sabiduría y visión inaudita. Efectivamente, Aurelio es un visionario de los medios de comunicación y la crítica musical, de hecho, ha marcado la línea a seguir por los demás medios en numerosos aspectos y ocasiones. Su instinto es innegable, pero su formación no lo es menos, siempre además en constante desarrollo. Esto, unido a su gran personalidad, sentido de la responsabilidad y bondad, hacen de él una combinación única en estos tiempos en los que habitualmente todo vale. Este no es el caso. En CODALARIO no todo vale. Integridad, honestidad, libertad y calidad son sus bases. Y otra columna indispensable es Mario Guada, su redactor jefe y máximo experto en música antigua. Un hombre incansable, increíblemente trabajador y con una ilusión contagiosa. Si su valía profesional es incuestionable, su calidad humana está a la misma altura. Es otra de las joyas que CODALARIO me ha regalado, al poder llamarle amigo.
En CODALARIO me siento libre en todos los aspectos, siempre he podido escribir cómo y cuánto me pareciera, sin filtros ni sugerencias, siempre he sido yo, plenamente en todos mis escritos. He podido proponer, opinar, reflexionar, juzgar y argumentar sin cortapisas y, algo que no es baladí, he podido utilizar el espacio que he considerado necesario para poder hacer pedagogía musical, es decir, no solo ceñirme a la ejecución del espectáculo a valorar sino ofrecer al lector una visión más completa del mismo, con aportaciones musicológicas que le ayuden a comprender en toda su extensión el hecho musical al que nos referimos. Esto es una constante en los escritos de los colaboradores de CODALARIO, que aportan mucho más que un juicio crítico, por otro lado, siempre argumentado y alejado de cualquier filia o fobia personal, como no podría ser de otra manera. De todos ellos aprendo mucho cada día y son una referencia para mí. Es un privilegio para mí formar parte de la familia CODALARIO. ¡A por otros 15 años más!
Una apasionante evolución
Mis comienzos como melómano en la adolescencia se encuadraron en la atracción por las voces, el canto, el teatro lírico, mi gran pasión. En un primer momento las grabaciones, enseguida la magia del directo, el teatro en vivo. De las funciones de zarzuela a que me llevaba mi tía Inés, gran aficionada al género, con los limitados medios, pero infinito entusiasmo de la compañías privadas –en las que pude apreciar voces tan interesantes como María Dolores Travesedo, Julio Catania, Esteban Astarloa, Evelio Esteve, Lupe Sánchez…– a la ópera. Largas colas en el Teatro de la Zarzuela –no había Internet y el Real permanecía cerrado– , había que fichar tres veces al día para que no te borraran de la lista. Por fin, mi primera ópera en directo, Rigoletto con Alfredo Kraus, mi ídolo, el arte en su más alto concepto. Un recuerdo imborrable, el arte del Maestro enroscado para siempre en mi alma. A continuación, otros grandes que justificaban las horas de cola. Plácido Domingo, Montserrat Caballé, Teresa Berganza, Leonie Rysanek, Raina Kabaivanska, Victoria de los Angeles, Mariella Devia… De la ópera italiana y francesa, a la alemana, a la rusa, a la checa… Del teatro lírico, siempre de cabacera, al repertorio sinfónico. Ampliación de repertorio, de obras, de corrientes, pero siempre por acumulación, nunca por exclusión. La profundización, devorar libros, análisis y críticas, el anhelo por saber más y más… Llega un momento en que tu criterio se ha asentado, analizas con hondura las funciones, las interpretaciones, comentas, debates con tus amigos melómanos, escribes en foros e incluso empiezas a discutir mentalmente las críticas que lees. A veces, demasiadas, llegas a dudar de haber visto el mismo espéctáculo que el recensor. En el momento justo aparece Aurelio Martínez Seco, aparece CODALARIO y me da la oportunidad de expresarme, de pasar a ser quién realiza las críticas y sobre todo, encauzar mi afán divulgativo del arte que tanto amo. Desde el primer momento, CODALARIO me garantiza total libertad, estimula la libre expresión de mi pensamiento y criterio, sin cortapisas, sin compromisos, sin hipotecas, sin espacio para el «quedar bien”», sólo el de la excelencia, el empaque, la calidad, pero sin temor a decir lo que nadie dice y es necesario que se diga. Sin renunciar nunca a la pasión, fundamental, pero combinada con el rigor, la distinción, el cuidado del estilo y la seriedad en una publicación caracterizada por la constante ambición de ampliar su oferta editorial y cubrir el mayor número de acontecimientos musicales.
¡Gracias Aurelio! ¡Gracias CODALARIO!
Con cerca de 300 textos publicados (reseñas de conciertos, discos, libros; algunas noticias y entrevistas) desde abril de 2013, han sido siete años de contribución al despunte de CODALARIO como potente medio digital en lengua española especializado en música clásica. Los firmantes vamos y venimos: sobre todo en este terreno cultural tan desarmado y precario como lo está en España y en el que, salvo quienes logran cobijo en una gran cabecera o quienes bajo mano y con artes no siempre nobles consiguen montarse su «chollo» afirmando esos círculos viciosos tan poco éticos de los clanes que comparten aquel rencor tan patrio que citaba Machado.
En este tiempo ha habido sacudidas de todo tipo, discrepancias y tensiones, algunas terribles en primera instancia pero de corte salubre a largo plazo. Y quienes plasmamos este testimonio conmemorativo hemos seguido creyendo en el proyecto y contribuyendo a su expansión. En este sentido, he de agradecer la libertad –cuestión indispensable para que yo colabore en cualquier medio– y la confianza depositada por la dirección de esta publicación. Particularmente, en la sección de bibliografía que, sin duda, ha sido los últimos años de lo más diversificado, cuantitativo y escasamente superficial de cuántas se pueden encontrar en medios de lengua española. Junto a ello, la diversificación de formatos u otras ediciones contribuyen a enriquecer la salubridad y la expansión del conocimiento, el arte y la cultura de este país, tan retrasado y a su vez tan rico respecto otros puntos geográficos. Felicidades.
Sin antecedentes musicales familiares, una afición innata y las facilidades que teníamos entonces los estudiantes me permitieron ver antes de cumplir los 16 años a Celibidache, Giulini, Inbal o Markevitz. Leía las críticas de discos y de conciertos primero de Ritmo y luego de Scherzo, más tarde Grammophone y Diapason pero con el tiempo empecé a aburrirme de críticas donde «todo era maravilloso». Con Internet salieron revistas nuevas, con nuevos críticos y con el tiempo caímos en lo mismo. Críticos que no había visto a Celibidache, a Solti, a Kraus o a la Berganza te hablaban de conciertos o cantantes históricos ante la estrella mediática o el tenor mediocre del momento.
Así que fui abandonando las suscripciones salvo un par de ellas extranjeras. Cuando apareció CODALARIO fue un soplo de aire fresco. Podías estar o no de acuerdo con una crítica, pero veías ilusión, pujanza, conocimiento y criterio. Un criterio con el que podías estar o no de acuerdo, pero al menos ahí estaba.
Se convirtió en la primera y hasta ahora única revista música en español con presencia habitual en los Estados Unidos. Los lectores podían seguir las temporadas del MET y de la Filarmónica de Nueva York, las giras de orquestas europeas y americanas por el mítico Carnegie Hall o por el Lincoln Center. Iniciamos la cobertura neoyorquina siguiendo a varios artistas españoles como Mena, Albelo, J.J. Rodríguez o Perianes. Cubrimos espectáculos de compañías de ópera privadas que nos agradecían que la difusión internacional de su trabajo, cuando rara vez lo hacía la crítica de Manhattan. Posteriormente mi compañero David Yllanes amplió el círculo a San Francisco, Chicago o el Festival de Santa Fe.
La pandemia nos hizo echar el freno, pero la reapertura está aquí y sin duda CODALARIO nos llevará de la mano.
Tras una primera e interesante experiencia en la crítica musical, tenía yo muy claro que si volvía a desarrollar esta actividad tendría que ser en el ámbito de una revista especializada más que en un medio informativo generalista.
El respeto al intérprete y al compositor, junto a la aceptación de la responsabilidad que conlleva el ejercicio de la crítica suponen dos de los aspectos esenciales que todo aquel que la ejerce debe asumir como principios básicos, teniendo en cuenta que, además de los posibles lectores, son los propios intérpretes los destinatarios naturales de la crítica y cualquier comentario sobre sus actuaciones o creaciones debe estar basado necesariamente en un análisis, si no prolijo sí riguroso, que normalmente conlleva el empleo de términos y conceptos no siempre asequibles al lector medio.
Yo mismo he sido lector asiduo de CODALARIO y he encontrado, reproducidos en sus páginas, muchos puntos en común con mis ideas personales sobre la función crítica y la difusión musical. La información rigurosa, la alta especialización de quienes allí escriben, las interesantes, intensas y frecuentemente exhaustivas entrevistas, el espacio ilimitado y la propia estética de su formato me resultaron siempre atrayentes, así que acepté encantado la invitación de Aurelio M. Seco para colaborar en la revista. Desde el primer momento decidí restringir el ámbito de mis escritos al mundo del piano, el que mejor conozco por mi profesión, y siempre recuerdo el recital de Sokolov en el Festival de Santander de 2015 como el de mi primera crítica para esta revista que ahora cumple ya 15 años con un prestigio sólidamente asentado que esperamos siga in crescendo.
Yo he nacido, crecido y me he formado en Italia. Más de treinta años pasados en la difusión y promoción de la cultura italiana en cinco diferentes países –cuatro de ellos de habla hispana– me han llevado a desarrollar un gran amor por la música y las artes, así como una profunda cercanía también con la cultura hispánica, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. Una vez retirada del servicio activo, me he propuesto no desperdiciar el patrimonio cultural adquirido profesionalmente, sino seguirlo utilizando de algún modo. Allí es donde ha sido muy importante para mí el encuentro con CODALARIO, hace casi cinco años: después de escribir por un tiempo para unos blogs, he descubierto en España esta fabulosa revista digital especializada y para mí la perspectiva ha cambiado... Nacida de la simpática idea de «la cola que sigue al evento», CODALARIO es rica, dinámica, interesante por sus entrevistas, por la variedad de los temas tratados y la cantidad de los eventos cubiertos. Es importante también que haya añadido ahora conferencias y debates sobre los temas de referencia. Me agrada y me honra sobre manera formar parte de su comunidad cultural y aportar mi pequeña contribución a su contenido.
Mientras agradezco de corazón a Aurelio M. Seco por fundar y alimentar la revista –y por aceptar mi colaboración– y a Mario Guada por su trabajo y la veloz publicación de reseñas, le deseo a CODALARIO ¡muchos años más de vida exitosa!
Compromiso, respeto, ética y responsabilidad son las palabras con las que podría definir a CODALARIO, uno de los medios de comunicación especializados en música más representativos y relevantes del panorama nacional.
La aparición de CODALARIO marcó, sin duda, un antes y un después en la prensa musical y en la manera en la que es percibida por el público. Los títulos que ofrece, la orientación de los temas y el celo con el que se selecciona a sus colaboradores, hace que la revista cumpla con los más altos estándares de calidad. La firme convicción en la libertad de pensamiento y de opinión, siempre desde el respeto, es uno de sus cimientos y rasgos distintivos indiscutibles.
Sus investigaciones de altísimo nivel, sus reseñas, noticias y críticas, hacen de CODALARIO un espacio de contribución y difusión del pensamiento musical, donde la interacción entre intérpretes, directores, editores, entre otros, se aúnan para ofrecer una magnifica simbiosis entre los hacedores de cultura.
Por eso, CODALARIO es más que una revista: es un espacio de encuentro, de discusión, de reflexión y aprendizaje continuo. CODALARIO es historia viva.
¿Qué hay detrás de un artículo de CODALARIO? ¿Se han preguntado alguna vez, queridos lectores, dónde nos encontramos cuando escribimos, qué se nos pasa por la cabeza en ese momento o qué nos ha pasado ese día para estar tan idealistas o criticones? Esa humanidad que se esconde tras cada artículo es la que hace que podamos estar tranquilos por nuestro futuro laboral ya que, al menos, no podremos ser jamás sustituidos por máquinas.
Hay un artículo que siempre recordaré cómo y dónde escribí: mi primera entrevista para CODALARIO, hace casi ya dos años. La hice en una terraza del madrileño barrio de Argüelles. Dos cafés con leche y una grabadora que había comprado unos días antes en el Corte Inglés de Princesa. Pero la terminé de escribir en el lugar más opuesto que se me ocurre a una terraza del centro de Madrid. Fue en La Gudiña, en el Local Social que hay frente a la parroquia, mientras tomaba un café solo y un pincho de tortilla. Acababa de llegar en tren desde Chamartín y esperaba a que me recogieran para llevarme a la aldea de Lamas, en la comarca de La Limia, para el principal evento que se da en la tierra de mi padre: un funeral.
Mientras escribía se me pasó por la cabeza que, tal vez, el mundo necesitara de ese equilibrio. Algo acababa y algo empezaba. Tras años sin pasar por allí volvía a mis raíces justo en el momento de mi proyecto en CODALARIO. Y la tierra me recordó que estuviera tranquilo, que por muchos éxitos y fracasos que tuviera, allí tendrían mis huesos donde reposar.
No se asusten si les desvelo que por mi profesión realizo análisis Post Mortem, tan necesarios para mejorar… Ese proceder tan analítico o cuantitativo tuvo, desde siempre, una compensación cualitativa en el oasis de LA MÚSICA. Mucho antes de escribir crítica musical empecé a interesarme por las publicaciones especializadas. Muchas no me añadieron nada, ni a la hora de contrastar lo que yo había percibido en tal o cual concierto, ni tampoco a fin de ser guiado por aquello que «esa revista de moda, que todos leían» recomendaba. Más tarde, empecé a leer CODALARIO, y me cuadró como forjadora de criterios que me ayudaron a enriquecer con argumentos mis conocimientos, observando independencia, rigor, dosis de entretenimiento y excelente poso musicológico. Cuando formé parte de la revista el efecto pertenencia multiplicó en mí un mundo interior que tenía un tanto adormecido. Así, me permito ahora amar más profundamente la música y mostrar cómo opino que debe respetarse, aprendiendo también de lo que mis intelectuales compañeros escriben. Marcamos tendencia, y no olvidamos la objetividad informativa ni la calidad objetiva –los cánones de lo que debe ser– y aderezamos, creo que atinadamente, la parte valorativa, al intentar explicar los porqués de la emoción que produce la música. Podemos permitirnos sin imposiciones lo que –o quien– merece ser criticado o entrevistado, y nos ocupamos de descubrir nuevos valores y/o recuperar grandes figuras injustamente postergadas. Además, promovemos premios y estímulos que ayudan a los profesionales de la música… Mi deseo para el devenir de CODALARIO es que sigamos siendo la feliz comunión de lo digital (presente) con lo aprovechable del pasado analógico, y que nos convirtamos, además, en una plataforma integral de referencia en temas musicales.
Aún recuerdo, cuando comencé a escribir para CODALARIO, cómo me sorprendió y me impresionó la enorme trascendencia que parecía tener sus publicaciones en el panorama musical. En efecto, con cada uno de mis artículos comenzaron a escribirme literalmente de todas partes del mundo (algo que, de hecho, me sigue sucediendo a día de hoy), pero también me hizo tener muy claro desde el principio lo que ello suponía:
Responsabilidad.
Estoy profundamente agradecido a CODALARIO, a su director, Aurelio M. Seco, y a su redactor jefe, Mario Guada, por la confianza que siempre han demostrado en mí, su apoyo y su amistad incondicional. Pero también por su franqueza y honestidad, a la que he tratado de corresponder con mi trabajo y experiencia, fruto de aquello a lo que, en definitiva, he dedicado mi vida entera:
La música.
Y esa es precisamente la palabra que destacaría de CODALARIO... la rara, casi extinta honestidad, ante la que tanto me inclino.
Por todo ello seguiré esforzándome, por estar a la altura, le pese a quien le pese...
Porque vale la pena.
CODALARIO lleva años siendo una importante referencia en la vida musical hispana. Mis compañeros colaboradores han garantizado su rigor y la iniciativa de sus editores ha permitido, no solo sacar adelante una revista con amplísima cobertura de la actualidad musical, sino también publicar varios libros originales e importantes. Como crítico puedo asimismo certificar una de sus principales virtudes: la independencia que la caracteriza y que se ha plasmado en la libertad de opinión de sus colaboradores y, con ella, en su capacidad para atraer firmas prestigiosas.
En un plano personal mi relación con CODALARIO ha estado estrechamente ligada a mi propia evolución en el mundo musical. En efecto, dos buenos amigos que considero mis mentores melómanos –Pedro Lapeña y Raúl Chamorro– son importantes críticos de la revista. Cuando el primero me propuso para sustituirlo como corresponsal en los EE.UU., se abrió para mí una nueva dimensión. Por un lado, mi deseo de elevarme al nivel adecuado para colaborar me llevó a profundizar en mi estudio de la música y, con ello, a disfrutar más de ella. Por otro, esta creciente dedicación me ha servido para entablar amistades en varios países, pues los melómanos viajeros al final nos acabamos encontrando y conociendo, algo muy importante para quien ha llevado una vida de nómada. A lo largo de frecuentes cambios de residencia, la música me ha ofrecido una referencia y comunidad estables.
Por todo ello, felicito de corazón a CODALARIO por sus quince años.
¿Qué es CODALARIO para mí? Tras varios desengaños en la proximidad del mundo de la crítica, creí que ya no era posible, pero ahora creo que es un medio realmente plural: por los géneros abordados, temática intrínseca de la revista, libertad de opinión y escrupuloso respeto editorial, e incluso el tipos de colaboradores; desde un neoprofesional aventajado hasta el privilegio de contar con legendarios aficionados de la ópera, o exquisitos connaisseur del mundo sinfónico, o camerístico, y hasta la presencia de doctores y profesores que atestiguan la verdad más íntima de la música y sus hechos.
¿Qué supone CODALARIO en mi vida? una nueva ilusión que me ha cambiado el ángulo de visión sobre la valoración musical. Empezar a colaborar con CODALARIO ha sido un vagón de reenganche, una auténtica oportunidad de mejora personal y, por qué no decirlo, un placer musical verdadero y deseado. Volver no solo a hacer crítica, sino al privilegio de compartir el fenómeno musical e interpretativo.
¿Cuáles son los puntos fuertes? Está mal que lo diga un servidor escribiendo para una sección concreta, pero lo cierto es que CODALARIO es muy poderoso y ágil en la cobertura de eventos, en particular en la crítica de conciertos y ópera, aunque ni la redacción, dirección, ni el redactor jefe desperdician ocasión que tenga relevancia musical: premier, presentación, publicación, o concurso, tanto en asuntos nacionales como del extranjero.
¿Qué aporta con relación al resto de medios especializados? Sobre todo, su flexibilidad y su capacidad de cubrir conciertos y funciones de ópera fuera de España; ya sea porque la red de colaboradores es amplia y algunos viven en el extranjero, o porque nuestros críticos viajan presa de su entrega y máxima afición para dar cumplida fe de lo que sucede en los grandes centros musicales del mundo, en la vieja Europa o ultramar, como se ha demostrado en los últimos años. CODALARIO ya nació digital, lejos de toda la superestructura de una redacción de magazín mensual impreso y, por tanto, en nosotros es natural desprendernos de la repelente corrección política, la obligación de «quedar bien», o la discriminación de eventos musicales de bajo impacto económico o social.
CODALARIO como forma de vida
Qué difícil se hace a veces mirar atrás. Qué extraño revisar los recuerdos para intentar vislumbrar aquello que fue en un principio. Qué ejercicio más intenso supone hacerlo, pero que necesario y maravilloso cuando se lleva a cabo. Comencé mi andadura en CODALARIO hace ya unos siete años, aunque cuando pienso en aquello no atisbo a alcanzar con pulcritud meridiana los detalles de cómo surgió todo… Me encontraba residiendo en Oviedo, finalizando mis estudios en Musicología y compaginándolos con mi actividad como cantor de conjunto. Mis intereses me habían conducido especialmente hacia la música antigua, ese término tan poco afortunado que sirve para delimitar la música que va desde la Edad Media hasta el Barroco, nada menos, y había hecho mis pinitos en aquello de la crítica musical de una forma amateur en un blog que creé algunos años antes, en el que plasmaba mis ideas, criterios y otros asuntos sobre algunos de los conciertos a los que iba o sobre grabaciones que me parecían de especial interés.
Sí recuerdo, aunque no sé en qué momento exacto, que pensé: «por qué no hago esto mismo, pero en un medio especializado y con mayor proyección, donde pueda aprender realmente la profesión?» No era un lector asiduo de los medios especializados, ni siquiera de las críticas en medios generalistas, que por otro lado nunca me habían logrado convencer. Pero viviendo en Oviedo, sí recuerdo que uno de los nombres que acudieron de forma rauda a mí cabeza fue precisamente el de CODALARIO, revista que estaba radicada en aquella ciudad y prestaba mucha atención a lo que sucedía, entre otras cuestiones, a la música en el panorama asturiano. Había oído, además, que era un medio muy riguroso, encabezado por un tal Aurelio Martínez Seco, uno de esos críticos implacables a los que se le temía por la exigencia y dureza de sus críticas. En aquel momento acudí a leer con una mayor atención algunos de los textos de aquel medio y, en especial, algunas críticas de aquella tan temida pluma. Uno de mis pensamientos en aquel momento fue: «es duro, cierto, pero está todo tan perfectamente argumento y resulta tan analítico, que creo que es difícil rebatir sus textos?» Aquella era precisamente la idea que yo tenía de la crítica. Por fin un medio valiente y que antepone la veracidad del hecho musical, aunque a través de una mirada subjetiva, a las presiones e intereses a las que los medios suelen ceder…
Ipso facto decidí escribir a la revista para solicitar colaborar con ellos. Recuerdo que en muy poco tiempo recibí una llamada de Aurelio, con su voz grave, tono serio y asertivo. Me comentaba que había leído mi blog y le interesaba cómo concebía la crítica. Aceptaba mi solicitud, algo que nunca hubiera creído posible. Pero, si algo no hubiera creído, por encima de cualquier otra cosa, es todo lo que pasar a formar parte de esta revista provocó en mí: mi vida dio un giro y la crítica musical y CODALARIO pasaron a ser una parte indisoluble de mi vida, ayudándome a convertirme, en buena medida, en lo que hoy soy. Mi agradecimiento y lealtad por ello serán siempre absolutos, especialmente a la figura de Aurelio M. Seco, por confiar en alguien como yo, con todo por demostrar, desde el primer minuto. Él ha supuesto, además, mucho más que un «jefe»; ha significado aprender de él cada minuto, de su manera tan pulcra e inteligente de concebir la crítica como un texto capaz de impactar, de mimarlo en su forma y fondo hasta el extremo, de ser capaz de decir a través de ellos mucho más de lo que las palabras sencillamente puedan sugerir, del significado que lo que no se dice puede tener, incluso más que lo que queda por escrito. Sus enseñanzas han sido tantas, que no podría enumerarlas todas aquí.
Mis vivencias en CODALARIO, si hago un ejercicio de retrospección, han sido múltiples y en su gran mayoría muy positivas. Es tanto lo que me llevo de desarrollar esta profesión aquí, que lo único que puedo es mostrarme agradecido, siempre. Cuando uno está en un medio de primera línea en un país como este debe estar a la altura, y quiero pensar que poco a poco voy logrando estar en el sitio que CODALARIO se merece: la altura para hacerse respetar, pero tratando con respeto; la altura para ser capaz de discernir lo que realmente merece la pena ser legitimado cuando se publica; la altura de tener la valentía y la honestidad de decir lo que se debe decir, por encima de lo que se esperaba que se diga; la altura de apostar por aquellos que no cuentan para otros, sencillamente porque lo suyo no vende; la altura de plantarse ante las injusticias –que son muchas– de un panorama musical que cada día se muestra más cruel con quienes lo conforman; la altura para intentar tratar con la misma objetividad a todos los que se suben a un escenario, sea cual sea su condición y la relación que se mantenga con ellos; la altura para no perder nunca el sitio, sabiendo que la honestidad y la lealtad son siempre las máximas que no se pueden quebrantar… Mi transitar por el mundo de la crítica, especialmente desde que resido en Madrid hace cuatro años, se ha intensificado mucho, quiero pensar que para bien. Asimismo, mi labor como redactor jefe no ha hecho sino potenciar mi sentido de la responsabilidad por representar a un medio de esta importancia de forma tan directa, lo que sin duda me ha ayudado a implementar mi presencia de forma pública, algo que no acaba de ser de mi total agrado, pero que es sin duda necesario.
Debo agradecer, por tanto, a Aurelio por tener la inteligencia y la valentía para crear una revista con este potencial. Él, que a veces parece adelantarse a su tiempo, fue capaz de vislumbrar que algo como CODALARIO era lo que hacía falta en un panorama español en el que la crítica y la información musical no es tanta como merece en los medios generalistas, y en la mayoría de los casos excesiva y desmedida en los medios especializados. Tener la sensación de que uno ha aprendido del mejor no tiene precio, pero tampoco lo tiene el poder considerarlo un amigo leal y duradero. Eso es también Aurelio para mí. No puedo olvidarme de agradecer a todos los que han hecho de CODALARIO lo que es hoy, incluso aquellos que con su deslealtad y su mala fe intentaron destruir lo que se había construido con esfuerzo durante años. También a ellos, sí, porque gracias a sus actos CODALARIO es hoy más fuerte que nunca y mira hacia el futuro con ilusión y absoluta pujanza. Los tiempos son difíciles, no solo por lo que nos ha tocado vivir –que sin duda va a costar mucho esfuerzo ser recuperado para el mundo de la música–, sino porque el devenir de los medios, tanto generalistas como especializados, parece ir hacia una extraña deriva desde hace tiempo. Por ello, es más necesario que nunca mantener nuestras máximas inquebrantables: honestidad, lealtad y valentía, pero también la capacidad para vislumbrar el talento por encima de todo, en un mundo que prioriza en los artistas muchas otras cuestiones, el seguir buscando la excelencia en cada texto y contenido publicado, el alejarse de lo que pueden hacer otros y el no dejarse arrastrar por esa deriva son, sin duda, los objetivos que tenemos que seguir persiguiendo para alcanzar. De estos años –espero que sean muchos los que queden por delante– me llevo grandes personas, muchas de las cuales ahora puedo llamar amigos, un aprendizaje magnífico de muchos de los que han pasado por nuestro equipo, además de un crecimiento profesional y personal que realmente me asombra. No podría estar más orgulloso de lo que se ha logrado ni de estar en un sitio en el que la forma de entender la crítica y el panorama musical son más que trabajo, sino toda una forma de vida.
Quince años de agradecimiento que espero podamos celebrar al menos otras dos o tres veces más.
La portada de CODALARIO durante los meses de julio y agosto de 2020 quiere rendir homenaje a nuestros quince años de trayectoria, al tiempo que reconocer el trabajo de nuestros principales colaboradores. Son ya tres lustros de un recorrido profesional que ha situado a nuestra publicación como una de las más leídas e influyentes del mundo de la Música. Creo no equivocarme al afirmar que el aspecto más llamativo de nuestro medio es su carácter crítico y absoluta independencia y libertad editorial, lo que nos confiere autoridad a la hora de generar opinión. El aficionado que lee nuestras críticas o accede a un reportaje sobre un artista, sabe que se encuentra ante una publicación exigente, de sólidos criterios, ante un medio de comunicación en el que se puede confiar. También ante una empresa que apuesta por la innovación, tecnológica y estética. Los Premios Codalario, el Anuario impreso, el Ciclo de Conferencias o Codalario Ediciones, que ya ha editado importantes libros para la historia de la música española, han sido también pasos importantes en nuestra trayectoria. Es un lujo contar con expertos de tan variados ámbitos como la música antigua, música española, ópera, zarzuela, jazz, música contemporánea…, y secciones no solamente de crítica musical, sino también sobre libros, discos, reflexiones, artículos musicológicos, reportajes, entrevistas, etc. Este grado de especialización marca la diferencia con respecto a cualquier otro medio. No es frecuente que una revista cuente entre sus colaboradores con un nutrido conjunto de musicólogos que dotan de un gran rigor científico y envergadura académica a nuestra publicación. Otros cuentan con una experiencia vital tan profunda que les ha llevado a conocer a los más importantes intérpretes de la Historia y a poseer un bagaje de conocimientos tan vasto que es muy difícil de encontrar en los libros.
CODALARIO surgió como un pequeño proyecto personal, en un momento en el que los medios de comunicación escritos iniciaron una importante crisis de la que todavía no se han recuperado. Tras el inminente cierre de La Voz de Asturias, donde ejercí como crítico musical durante una década, decidí dar continuidad a mis escritos en una página web que pronto empezó a adquirir proporciones inesperadas y en la que mucha gente quería participar.
Desde entonces, por CODALARIO han pasado multitud de colaboradores, que han dejado grandes momentos pero también algún ingrato recuerdo, situaciones difíciles en las que tengo que agradecer la enorme generosidad mostrada por Raúl Chamorro Mena. Aunque nuestra revista siempre ha sabido crecerse ante la adversidad. Aún siendo todos y cada uno de nuestros actuales colaboradores parte imprescindible de la revista, no cabe duda de que CODALARIO no sería lo que es sin la presencia de Mario Guada, su redactor jefe y pilar esencial de nuestro proyecto. No sólo estamos ante uno de los más importantes críticos de Europa, sino ante un incansable trabajador, un hombre ejemplar en todos los ámbitos de la vida al que no puedo más que admirar. No hay palabras que expresen mi gratitud hacia Mario, a quien me enorgullece poder llamar amigo. Y qué decir de la gran consejera de CODALARIO, la doctora Nuria Blanco Álvarez, de cuya sabiduría, inteligencia, bondad y enorme nivel de exigencia aprendo cada día. CODALARIO debe buena parte de lo que es a sus aportaciones y criterio.
Uno de los grandes aciertos de nuestra publicación tiene que ver con lo selectivos que siempre nos hemos mostrado a la hora de elegir a nuestros colaboradores, así como el contenido de la revista, sin tener más criterio que su calidad. Otra de nuestras fortalezas es saber reconocer el talento, apostar por la jóvenes promesas y servir de trampolín para la carrera de valiosos artistas que aún no han tenido el reconocimiento que se merecen. No son pocas las entidades que toman buena nota de ello. Aparecer en CODALARIO se ha convertido en un signo de calidad en el que confiar. No salir en CODALARIO, a veces resulta significativo.
CODALARIO es un fenómeno misteriosamene conceptualizado que ha necesitado un neologismo para constatar su existencia. Es difícil en ocasiones precisar por qué algunos proyectos adquieren una envergadura no prevista. Pienso que nuestra clave está en haber conseguido reunir un núcleo de enorme calidad profesional y humana, que además posee un gran sentido de la honestidad. Pero no es nuestro propósito acomodarnos en lo conseguido y mirar al pretérito con nostalgia. Es nuestra intención apoyarnos en él para afrontar el futuro con ilusión, pasión, honestidad y valentía, con la certeza de que, como afirmaba George Orwell, ser periodista no sólo consiste «en publicar lo que no quieren que publiques» sino, también, en no publicar lo que quieren que publiques.
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