Un reportaje de Agustín Achúcarro
“La Pieza de concierto para cuatro trompas de Schumann se ha incluido en el programa de la Sinfónica de Castilla y León porque Jesús López Cobos, que tenía pensado hacer la Obertura Manfred y la Sinfonía Nº6 de Dvorák, nos comentó que nunca la había dirigido y tenía interés en hacerlo, y cuando se nos propuso tardamos un segundo en decir que sí”, así de categórico se muestra José Miguel Asensi, primer trompa de la OSCyL, mientras asienten sobre lo que dice sus tres compañeros Carlos Balaguer, Emilio Climent y Martín Naveira.
“Al ensayar por primera vez con la orquesta -prosigue Asensi- nos costó un poco, pues el hecho de tenerles detrás de ti no es lo mismo que ensayar nosotros solos, pero luego la segunda vez fue todo más rodado”. Una forma de ver las cosas que cuenta con el aval de Carlos Balaguer. “Cuando ensayamos solos nos escuchamos muy bien entre nosotros, mientras que al llevarlo con la orquesta cambian bastante las cosas y aún variarán más cuando esté el público”.
La Pieza de concierto de Schumann es para los trompistas una piedra de toque. “Si interpretas esta obra, ya puedes tocar todo; sí, sé que es una exageración, pero para un trompa es lo máximo. Yo toco con una trompa un poco más pequeña, que tiene los armónicos más separados y que no es la que usamos normalmente en la orquesta”, comenta Asensi mientras Balaguer valora el trabajo de su compañero al considerar que “para el primer trompa es lo más difícil que existe”. Una aseveración compartida por todos, que no desmiente otra que también mantienen: “claro, los otros papeles también son complicados, pues no deja de ser una obra para cuatro solistas, con lo que eso implica”.
Balaguer cree que la labor que le exige esta partitura es muy variada. “A veces estoy acompañando al primer trompa y otras veces estoy solo, o empiezo yo la melodía y nos vamos turnando entre todos, porque al fin y al cabo Schumann plantea complicaciones a los cuatro instrumentistas”. “Esta partitura-interviene Climent- es particularmente difícil en el registro grave y a mí me hace pensar que la idea de Schumann se asimila a lo que sucede con el teclado del piano a la hora de tocar tres octavas seguidas o empezar una serie y continuarla, sólo que aquí se trata de que lo hagamos cuatro personas y eso exige igualar la afinación, la articulación o el picado, y eso sin olvidar, como ya he comentado, los registros extremos”.
“Hay muchos momentos de ritmos de tresillos y muchos melódicos, de hecho el segundo tiempo es una romanza con una melodía en la que se van alternando las voces y el tercer tiempo es muy rápido”, añade Balaguer, a lo que Naveira agrega que “una de las mayores dificultades consiste en ir enlazando los ritmos cuando se van turnando”.
De los alicientes que presenta este concierto de la OSCyL, en el Auditorio de Valladolid los días 16 y 17 de marzo, uno reside en el hecho de que los solistas sean miembros de la sección de trompas de la propia orquesta. “En nuestro caso al ser una sección que trabajamos a diario juntos nos es más sencillo el conseguir sonar de una manera compacta”, señala Climent, que recibe el beneplácito de Naveira: “Sí, claro, el hecho de que nos conozcamos bien facilita mucho las cosas”. Lo que sentencia Asensi con un “juntos, claros y bien afinados”. Los cuatro trompas quieren subrayar que este concierto se lo dedican a su compañero José Manuel González, máxime teniendo en cuenta que el que no esté formando parte de este cuarteto es una cuestión del azar, ya que sortearon quien se iba a quedar fuera.
Balaguer recuerda otros tiempos y otras situaciones diferentes. “Cuando José Miguel lo ha interpretado con otras orquestas tenían a lo sumo uno o dos días de ensayo, mientras que cuando la OSCyL tocó esta Pieza de concierto para cuatro trompas en 1993 estuvimos todo un año ensayando, algo que ahora no es necesario, pues evidentemente hemos adquirido mucha experiencia”.
Los cuatro acaban retrotrayéndose a los tiempos de estudiantes para recordar el momento en el que tuvieron su primer contacto con la obra de Schumann. Climent rememora que la escuchó cuando era pequeño y que se quedaba asombrado pensando:“¡pero, qué es esto!”. Asensi tiene unos recuerdos similares. “Cuando éramos estudiantes esta obra se tocaba muy poco y oírla era algo especial”. Y Naveira no sólo revive aquella primera audición de la obra de Schumann, que escuchó junto a los Conciertos de Mozart, sino que no se olvida de que “pensaba como molaría tocarla en un escenario”, y que “en el Conservatorio siempre andaban intentando juntarse cuatro para por lo menos hacer una lectura de ella”.
Vivencias que les conducen a plantearse el motivo por el que esta obra no se ha tocado con mucha más frecuencia, aunque afirman que cada vez se impone más en el repertorio. Asensi y Balaguer achacan esta situación a los problemas de carácter técnico y Climent aporta un dato: “Si se respetasen los metrónomos de la versión original, que señala en el inicio 152, la obra sería intocable, pues supone toda una locura de rapidez”. El propio Climent apunta que “Schumann fue el compositor que escribió la primera obra para solista con trompa de válvulas”, concretamente su “Adagio y allegro, op. 70”.
“Me gustaría poder escuchar cómo sonó en el estreno esta Pieza de concierto para cuatro trompas”, piensa en voz alta Balaguer, a lo que Asensi responde:“somos afortunados de contar con ella y de que Schumann la escribiera para nuestro instrumento”.
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