Crítica: 'La del manojo de rosas' en Oviedo

 La Voz de Asturias, jueves, 6 de agosto de 2009. Lugar: Teatro Campoamor. Fecha: 4 de agosto de 2009. La del manojo de rosas

POCAS ROSAS PARA EL MANOJO

Volvió la zarzuela al Campoamor en un contexto de crisis económica que también parece haberse llevado parte de la calidad artística que se venía mostrando en ediciones anteriores. La del manojo de rosas, zarzuela con música de Pablo Sorozábal muy del gusto de la ciudad, se ofreció con una renovada antigua producción -que se quiso hacer pasar por nueva-, en un contexto interpretativo ciertamente pobre y decepcionante. La imagen del que pasa por ser el segundo teatro español de referencia dentro del género de la zarzuela, más parecía el martes uno de esos infames festivales líricos de verano y patatas fritas a los que la gente acude para dejar constancia en sus facebook con las muchas fotos que, sin ningún pudor, parte del público hizo a lo largo de la función. Dio la impresión de que para el estreno se optó por invitar a todos los familiares del elenco, porque se emitieron tales bravos y enfervorecidos aplausos nada menos que de pie y a voz en grito, que no dejaban de sorprender dado el  mediocre resultado artístico. No puede ser que una institución seria como se supone que es el Campoamor venda esta producción como nueva cuando no lo es. Como mucho podría considerarse renovada en detalles, pero la dirección escénica de Emilio Sagi y la escenografía de Gerardo Trotti son las mismas que ya hemos visto en otras ocasiones. Sagi cambió de lugar algunos espacios de su conocido trabajo, y lo dotó de detalles interesantes, como fue la presencia casi continua de escenas secundarias que acompañaban -sin molestar sino como un fluido complemento escénico fresco y elegante- a lo principal. La escena vistió mucho porque los decorados, aunque fijos durante toda la sesión, son realmente soberbios y están muy bien aprovechados. El talento de Sagi fue lo único que salvó la función. El reparto vocal fue discreto. Sobresalió el barítono asturiano David Menéndez, que fue a quien más se aplaudió, sin haber tenido su mejor noche. A lo largo de la velada, el reparto tuvo varias equivocaciones de texto que, al ser más frecuentes de lo habitual, dejaron de tener poca importancia. No cantó nada mal Sabina Puértolas, pero su buena impresión artística se rebajó algo por su inconstancia para mantener su buen nivel. No dejó tan buena impresión el trabajo de Paloma Curros, principalmente porque era casi imposible entenderla con un registro agudo tan chillón y afectado, y una declamación demasiado rápida. Estuvo resuelta en escena, pero su caracterización no estuvo a la altura. Le pasó algo parecido a Jorge Rodríguez-Norton, con una bonita voz, todavía algo verde. Espasa es el personaje más gracioso de la zarzuela. Está tan bien escrito y es tan simpático que es imposible no reírse. El Espasa de Paco Maestre sólo hizo reír moderadamente. Cuánto se echó de menos la presencia en el escenario de Luis Varela, el actor de referencia para este personaje. Rafa Castejón interpretó a Capó con indudable carisma escénico. Lo peor llegó con la orquesta. El Campoamor no puede permitir que en su foso suene una orquesta de tan poca calidad. La Joven Orquesta Oviedo Filarmonía no estuvo bien no por ser joven, sino porque sus intervenciones no estuvieron a la altura. Desde luego, la dirección musical podría haber sido mínimamente exigente con cuestiones básicas como la afinación de ciertos fragmentos o, por descontado, con el carácter de la música, excesivamente plano. La versión musical fue muy discreta. Dirigió al conjunto Virginia Martínez, que parece tener un ángel de la guarda en el Principado, dado que viene a dirigir mucho más que otros jóvenes directores asturianos.