Primera entrega de la integral de conciertos para piano de Beethoven, con la pianista Lise de la Salle como solista
Primera entrega
Por Álvaro Cabezas | @AlvaroCabezasG
Sevilla, 7-X-2022. Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla; Lise de la Salle, piano; Christoph Poppen, director. Programa: Concierto para piano nº 1, en do mayor, op. 15 de Ludwig van Beethoven, Concierto para piano nº 2, en si bemol mayor, Op. 19 de Ludwig van Beethoven y Concierto para piano nº 3, en do menor, Op. 37 de Ludwig van Beethoven.
Acometer la integral de los conciertos para piano de Beethoven resulta una empresa ardua y enormemente exigente. Programarla en jornadas consecutivas se antoja casi una locura. La Sinfónica de Sevilla ya lo hizo con mucho éxito en el verano de 2013, con Javier Perianes como solista y con Juan Luis Pérez de director. En aquella ocasión se agruparon los conciertos nº 2, nº 3 y nº 4 en la primera jornada y el nº 1 y nº 5 en la segunda. Ahora se ha optado por reunir el nº 1, nº 2 y nº 3 en el 2º programa de abono y el nº 4 y el nº 5 en el 3º programa de abono, ofrecidos, por tanto, seguidos, al final de una misma semana, de jueves a domingo. El librito de temporada anunciaba que estos conciertos serían dirigidos por el maestro titular de la formación, Marc Soustrot, pero una reciente intervención a que ha sido sometido ha obligado a recurrir a Christoph Poppen para sustituirlo. La pianista francesa Lise de la Salle sí era la prevista desde el primer momento para acometer esta integral y, tanto solista como director, debutaban entre la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y frente al público del Teatro de la Maestranza. Los resultados no han sido, al menos en lo que se refiere a la primera entrega, nada estimulantes. Resulta difícil para determinado público asumir la escucha activa de más de dos horas de antología pianística, aunque sea beethoveniana, y esto se puso de manifiesto en el número nada desdeñable de ruidos, caídas y pequeños sobresaltos que se percibieron durante la noche del viernes en el auditorio sevillano. También en que la recepción (si medimos la duración e intensidad de los aplausos), fue menos efusiva que la brindada dos semanas atrás con Beethoven y Mahler (y otros solistas y director), en los atriles. Quizá esto sucedió porque no hubo ningún momento de emoción, solo los hubo (y no muchos) de belleza congelada y sobreabundancia de tecnicismo digital por parte de la pianista.
El Concierto para piano nº 1 de Beethoven comenzó con un primer movimiento en el que la orquesta sonó borrosa, probablemente debido a la pobre técnica de batuta del maestro Poppen, un violinista experto en repertorio de música antigua –y como tantos otros–, transferido al podio en busca de nuevos desarrollos. Las cuerdas estaban apagadas y fueron poco precisas. Desde luego, no había ni rastro de la articulación o la rapidez de los tiempos de la que suelen hacer gala los historicistas, quizá, como única concesión a ese campo, las baquetas utilizadas por el timbalista ofrecían un sonido más seco que sedoso. Era la pianista la que brillaba sobremanera en esos momentos, percutiendo el piano con fuerza y determinación y desarrollando una cadencia del propio Beethoven que quizá no supo leer bien en su final, falto del humor con que el genio de Bonn lo ideó tal y como si se tratara de una especie de recordatorio del piano a la orquesta para entrar tras una cadencia de tan larga duración. Hubo mejoras en el segundo y tercer movimientos al producirse una concertación más ajustada entre orquesta y piano, como si, de repente, ambos cuerpos respondiesen al mismo espíritu creativo. Las maderas comenzaron a destacar, las cuerdas se hicieron notar y el final se resolvió con nobleza y hálitos de esperanza ilustrada.
Una nueva decepción brotó con la interpretación del Concierto para piano nº 2, en realidad, el primero de Beethoven, aunque editado con posterioridad al nº 1. Los elementos más sofisticados, dramáticos, teatrales o simplemente bailables de los que está repleto, fueron solventados con disimulo, como pasando de puntillas por todos aquellos recovecos que pueden emocionar hasta el infinito. La orquesta sonaba ahora bastante mejor, con su sonido reconocible, pero el maestro seguía haciendo de las suyas trazando la estructura melódica con brocha gorda y dando saltos innecesarios a la vez que ofrecía casi una versión galante de la partitura. El segundo movimiento, que puede considerarse una de las grandes cimas alcanzadas por Beethoven, fue un despropósito de combinaciones y entradas en falso. No había por ningún sitio respiración, ni sosiego que favoreciese la meditación o, al menos, la contemplación de la belleza. Por el contrario, todo parecía hacerse con una prisa acuciante y una superficialidad muy acusada. En vez de escrito por Beethoven parecía haberlo hecho Johann Christian Bach. Los elementos rítmicos del tercer movimiento casi ni se hicieron notar, una verdadera lástima, sobre todo cuando uno recuerda de qué manera sacaba partido a esta partitura Rudolf Serkin en los años 80 con la Boston Symphony de Seiji Ozawa recreando una danza húngara propia de campesinos.
Tras el descanso se interpretó el Concierto para piano nº 3, que resultó el mejor de los tres ofrecidos en esta velada. No hay ningún reproche a la interpretación, de hecho hubo detalles de bastante calidad en la pianista, pero también en los profesores de la orquesta: el clarinete de Szymyslik sonó sublime y delicado, pero también lo hicieron así la percusión, las trompas y las trompetas, que consiguieron hacer alguna revelación melódica nunca antes puesta tan de manifiesto, bordando, incluso, algún momento de extrema tensión y efecto teatral que dejó asombrados a los propios músicos. Sin embargo, el piano de Lise de la Salle, perfecto en su digitalización, no apareció ayer como el instrumento rey, henchido de nobleza y elevación que uno espera encontrar en este tipo de obras. Desde luego resultó efectivo y se alcanzó un nivel notable, pero quedó la jornada muy lejos en el recuerdo de aquellas de Perianes y Pérez en 2013. Esperamos que la segunda entrega, la de los conciertos nº 4 y nº 5, resulte más interesante que esta primera, muy técnica, sí, pero quizá falta de sofisticación y alma artística.
Fotos: Guillermo Mendo
Compartir