Por Beatriz Cancela
Santiago de Compostela. 7/IV/16. Auditorio de Galicia. Temporada de la Real Filharmonía de Galicia. Director: Christoph König. Trompa: Jordi Ortega. Obras de Offenbach, Mozart y Schumann.
Cuando parecía que el 20 aniversario ya quedaba lejos, acontece lo de este jueves pasado. König, habitualmente más meticuloso en la programación, justificó el poco riesgo de su elección en la charla previa al concierto incidiendo en su pretensión por iniciar la velada con el carácter ligero de Offenbach, al que seguiría un Mozart y Schumann que tampoco contrastarían sobremanera. Será que la vuelta a casa incita al confort y a la comodidad, como ejemplificó a lo largo del recital ante esta orquesta de la que forma parte como principal director invitado desde 2013. Elegante en sus gestos y compenetrado con la orquesta, optó por una visión placentera y desahogada de las obras; el resultado fue un concierto homogéneo, apenas versátil y nada osado.
La obertura La bella Helena de Offenbach resultó refinada, agradable a la escucha, aunque echamos en falta más carácter y énfasis en este fragmento vital que amalgama elementos tan dispares entre sí. De ella resaltamos, sin lugar a duda, la gran sonoridad de cada sección: las cuerdas no dejan de sorprendernos y admirarnos cada vez que despliegan poéticas melodías con tanta plenitud y limpieza; también las trompas, en este sentido, enriquecen al conjunto con sus rebosantes sonoridades.
Con la entrada de Jordi Ortega resultó casi imposible no dirigir la mirada a la pancarta que rige el escenario de la Sala Brage del Auditorio de Galicia. "20 años contigo", los mismos que lleva el trompa valenciano con la orquesta. Con ciertos síntomas de nerviosismo inicial y preocupado por la afinación ejecutó el Concierto para trompa y orquesta número 3 en mi bemol mayor KV 447 de Mozart. Las inseguridades se vislumbraron en la realización de pasajes carentes de cierta nitidez interpretativa y sonora, al igual que en la cadenza, donde el trompa ejecutó las agilidades de forma lenta y con grandes pausas entremedias que causaban cierta incertidumbre. A medida que discurría el concierto iba ampliando su abanico de matices expresivos aunque el tecnicismo y el dominio racional de la obra primaron sobre un fraseo más afectivo.
Orquesta y público ovacionaron efusivamente a Ortega que, huyendo de la expectación del bis del solista y haciendo patente su modestia, invitó a sus tres compañeros de cuerda para interpretar el "Coro de cazadores" de El cazador furtivo de C.M. von Weber, de nuevo probando la gran unión de esta orquesta.
Y con poco más de dos semanas de retraso, irrumpía la "Primavera", nos referimos a la Sinfonía número 1 en si bemol mayor, op. 38, de Schumann. Predominando la amplitud de movimientos y tendiendo hacia un ritmo excesivamente pausado discurrieron los movimientos más lentos; no así los agitados, especialmente el cuarto, Allegro animato e grazioso, sin lugar a duda el momento de mayor efectismo musical de la noche. Triunfal, ágil y jocoso; enfatizando sutilmente las disonancias, finalizó la velada una orquesta compenetrada en constante diálogo.
Sería injusto no destacar la gran labor que desempeñaron en general las maderas y en concreto la oboísta principal de la orquesta, con puntuales intervenciones en la obertura pero con un rotundo papel en la sinfonía, especialmente en su segundo y cuarto movimientos donde brilló con absoluta delicadeza.
En definitiva fue un concierto familiar, y nos referimos además de a las ausencias que se hicieron notar en la platea, al momento de reencuentro de König y la orquesta, al igual que a la calurosa acogida por parte de los músicos hacia la interpretación solista de uno de sus compañeros más veteranos. Musicalmente no fue una de las mejores actuaciones de la RFG -ni mucho menos desmerecedora- pero fue un alarde de humanismo y compañerismo, el lado más mundano de esta gran familia que forma la RFG, y que también es importante poner en manifiesto.
Fotografía: Facebook Real Filharmonía de Galicia
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