Opinión de Aurelio M. Seco sobre el Concierto de Año Nuevo 2024 de la Filarmónica de Viena, dirigido por Christian Thielemann
Thielemann y el Concierto de Año Nuevo 2024
Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Me sorprendo cada vez más con lo que la gente busca en un concierto. Desde hace tiempo el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena se ha convertido en el más mediático del presente y, por ello, el que «el pueblo» feijoniano más contempla, comenta, critica, observa. El Concierto de Año Nuevo de 2024 se ha convertido en una magnífica piedra de toque para saber cómo se encuentran las entendederas en cuestión de Ideas musicales. La mayoría ve la cita a través de la televisión, claro está, con un matasuegras en la boca pensado que un concierto, aunque sea de Año Nuevo, debe ser algo así como una continuación de la uvas de la noche anterior. Christian Thielemann es un director de talento en el contexto de los directores de orquesta de la actualidad, pero es un maestro menos interesante si la comparación la establecemos con Clemens Krauss, Karajan, Kleiber o Prêtre.
Sucede a veces que las Ideas de Baile, Ironía, Ligereza, Estilización, en fin, de Sentido del humor, introducidos en la Música con clase magistral, como hizo Georges Prêtre en su día, marcan un nivel imposible de alcanzar por la mayoría. Prêtre era un genio de la dirección orquestal al que hay que estudiar por la sustantividad de sus propuestas. La música parecía brotar de sus manos con la naturalidad un mágico alfarero del Melos. Thielemann ni es ni nunca podrá ser así. Con frecuencia su Arte se inclina casi únicamente por el rigor orquestal y una perspectiva un tanto snob, que no deja respirar a la música por resultar insultantemente segura. Ya hemos dicho que su Bruckner no es de lo mejor que se ha grabado en 2023. Nos parece más elocuente y potente el realizado por Herbert Blomsted e incluso por Lahav Shani, joven maestro que tiene destellos geniales cuyo desarrollo conviene seguir de cerca.
¿Pero acaso es preferible la vulgaridad políticamente correcta de Franz Welser-Möst? ¿O la espectacular superficialidad que a veces muestra la reconfortante frescura de Gustavo Dudamel? ¿Fue menos aburrido el magisterio mostrado por Riccardo Muti, que parece escondido en cada jugoso detalle de la partitura? ¿O el de Daniel Barenboim, que aún enfermo mostró una genialidad propia de los más grandes de la historia? El Thielemann del Concierto de Año Nuevo de 2024 nos reconfortó por encontrar en el fondo de sus versiones cierta timidez e inseguridad que no esperábamos, ternura que el maestro alemán expresó con elegancia y rigor, dos Ideas injustamente infravaloradas y muy escasamente puestas hoy sobre la mesa, en la Música y en la vida en general. La mayoría de los conciertos a los que asistimos están regidos, quizás huyendo de los «aburridos» conceptos de elegancia y rigor en música, de pura metafísica trascendental, de pose artificiosa, de un hacer vacuo estilo tipo pan y circo, muy poco espontáneo y, quizás, por ello, idóneo para un grupo de aburridos conformistas. ¿A nadie atrapó la deliciosa y elegante versión de El Danubio azul de Thielemann? A nosotros nos pareció muy bello, grácil y estilizado, porque sobre atril había un maestro con verdadera Autoridad para hacer su obra, cosa extraña hoy, un músico riguroso que mostró el humor desde la inseguridad en lugar de la ostentación. Así que, aún con humanos defectos, encontramos a un maestro que buscó su camino poético desde una perspectiva poco popular y políticamente incorrecta. ¿Acaso puede haber hoy algo más divertido?
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