ESPLÉNDIDO CELSO ALBELO
Oviedo. Auditorio Príncipe Felipe. 25/11/12. X Concierto Homenaje a Alfredo Kraus, organizado por Asociación Lírica Asturiana "Alfredo Kraus". Obras de Bellini, Scarlatti, Turina, Bizet, Donizetti y Mompou.
El tenor tinerfeño Celso Albelo ofreció ayer un interesante recital en la sala principal del Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo acompañado por Juan Francisco Parra al piano. Su participación en el X Concierto Homenaje a Alfredo Kraus, patrocinado y organizado por la Asociación Lírica Asturiana Alfredo Kraus, supone la presencia del tenor en Oviedo por tercer año consecutivo y la primera protagonizando el concierto en solitario. Los aficionados ovetenses aún conservan un especial recuerdo del protagonizado por Albelo y el barítono italiano Leo Nucci el año anterior, que constituyó una de las experiencias líricas más singulares ofrecidas en Oviedo en los últimos años.
La sala principal del Auditorio ofrecía ayer una entrada por debajo de lo esperado y de lo que merecía la presencia en nuestra ciudad del tenor español más internacional del momento (quizás junto a Jorge de León, quién debuta el Calaf en Florencia mañana bajo la dirección de Zubin Mehta y dejando al margen obviamente a Plácido Domingo). Es sabido que el público lírico ovetense no es especialmente conocido por valorar la asistencia a un espectáculo en función de su calidad sino de si está enmarcado o no en la Temporada de Ópera, y tampoco es especialmente amante de los recitales.
En este sentido, son legendarias las plateas medio vacías en conciertos ofrecidos en la ciudad en la década de los noventa por figuras de la talla de Samuel Ramey, Renata Scotto, Grace Bumbry o Edita Gruberova, por mencionar sólo unos pocos. Cuando Celso Albelo no pueda frecuentar Oviedo como lo ha hecho en los últimos tiempos y no salga del circuito de los principales coliseos líricos mundiales, muchos le criticaran que no se acerque a plazas más pequeñas, pero olvidarán las oportunidades que han tenido de disfrutar de su arte en esta ciudad en varias ocasiones.
Dicho esto hay que añadir que quizás no es el Auditorio el lugar más adecuado para plantear un recital solista con piano. El espacio es demasiado amplio, desapacible y frío (en un sentido figurado y también en el climatológico) y tampoco posee la acústica ideal para la voz. Esto hace que la apariencia de la sala ayer fuese desangelada, que se echase en falta la calidez y la cercanía entre artista y público que un recital de estas características demanda y que algunos de los asistentes tuviesen prisa por marcharse tras la última pieza programada, aunque después simulasen ponerse en pie para aplaudir al tenor. Es alarmante el porcentaje de público asistente a espectáculos líricos que lejos de interesarse por el programa lo primero que preguntan es su duración estimada y suspiran aliviados cuando ésta es breve.
Comencemos diciendo que Celso Albelo estaba inmerso en un proceso gripal importante y bajo una fuerte medicación antihistamínica. El resultado final del concierto es, si cabe, más meritorio conociendo este hecho que, por otra parte, sólo anunció al final del concierto, antes de la primera y única propina, cuando la mayoría de sus colegas lo habría hecho comunicar anticipadamente por megafonía para curarse en salud y justificar cualquier posible fallo.
La primera parte del recital constó de canciones y dos romanzas de zarzuela. Albelo demostró una elegancia extrema y un saber decir admirable en las dos primeras canciones Malinconia de Bellini y O cessate di piagarmi de Scarlatti. Especialmente en esta última lució un registro central y grave de indudable consistencia y que, sin duda, le permitirá abordar en el futuro papeles de mayor enjundia dramática. Y es que Albelo, en contra de lo que algunos sectores del público y crítica manifiestan, no es sólo una voz con unos agudos privilegiados, sino un artista completo que ofrece un conjunto amplio y sólido de recursos y cualidades en los que la dicción impecable, el control del aire, la musicalidad y las medias voces juegan un papel esencial. El hecho de que sea capaz de intercalar sobreagudos que otros sólo pueden soñar no deja de ser la guinda del pastel, el aspecto circense o el más difícil todavía, por así llamarlo, y si llegase un momento en que no pueda emitir el fa en I Puritani, ello no restaría ni un ápice de interés a su carrera, al igual que ha ocurrido con otros colegas como Gregory Kunde. Interesantes y ofreciendo gran variedad de matices y contrastes las cuatro piezas de Turina encuadradas en su Poema en forma de canciones, con el fragmento "dedicatoria" interpretado al piano por Juan Francisco Parra con solvencia.
La primera romanza de zarzuela fue el Te quiero, morena del Trust de los Tenorios, una pieza que Albelo suele reservar para el final de sus recitales, frecuentemente como propina, y que en esta ocasión fue la primera obra que despertó el calor de un público hasta ese momento un tanto adormecido. Como suele ser habitual en su versión la culminó en un sobreagudo bien emitido pero menos mantenido que en otras ocasiones, entendemos que por la prudencia que exigía el ser la primera nota comprometida en este sentido y para tantear si su estado gripal le podía causar algún contratiempo.
Mayores posibilidades de lucimiento en el fraseo le brindó la segunda romanza, con la que se cerró la primera parte del recital, Por el humo se sabe, de la Doña Francisquita de Vives. Albelo ha logrado con estudio y técnica cubrir y dotar de presencia sonora lo que hace unos años era la parte más débil de su registro, entre el mi y el la, que quedaba falto de densidad sonora. Ahora existe un mayor control y vibración en ese segmento de su extensión y así lo demostró en esta romanza, cuya tesitura está escrita con frecuencia sobre el paso. Exhibió absoluto dominio de la dosificación del aire en frases como "si yo lograra de verdad para siempre dormir el alma" así como en el segmento de la estrofa central, que comienza en "se me entra por los ojos" y termina en "vana ilusión", de escritura sumamente tirante y que Albelo resuelve con pasmosa facilidad, con el sonido siempre apoyado, sin asomo de engolamiento.
Tras un descanso de 25 minutos, quizás excesivo y superior a la duración musical de la primera parte del concierto, llegó el turno de la ópera y con ello lo mejor de la velada, con una sucesión de arias de las más representativas del maestro Alfredo Kraus, si obviamos el Pourquoi me reveiller. El primer fragmento elegido consistió en el recitativo Tombe degli avi miei y en el aria Fra poco a me ricovero de Lucia di Lammermoor. Albelo protagonizará dos funciones de esta ópera en la Deutsche Oper de Berlin los próximo 27 y 30 de diciembre y por lo escuchado ayer el éxito es más que seguro. Este mismo año ha participado en otra producción de Lucia en Tel Aviv y es un rol que cada vez debería ocupar una mayor importancia en su agenda, ya que Albelo es sin duda, a día de hoy, la referencia belcantista del papel de Edgardo como ya lo fuera en su momento Alfredo Kraus.
Habiendo escuchado recientemente en el Teatro Campoamor la versión ofrecida por el tenor mexicano Arturo Chacón-Cruz, mucho más decantada por el estilo verista, Albelo nos devolvió a la esencia del belcantismo italiano. Con una dicción especialmente cuidada, con suma atención a las doppie, y las "r" y "v" marca de la casa, nos ofreció una escena impecable con un "rispetta almen le ceneri" culminado en un SI natural que llegó brillante hasta el último rincón del auditorio.
Ya caldeado el ambiente llegó el turno al Je crois entendre encore de Pescadores de perlas, otro aria emblemática de Kraus. La lectura que Albelo ofreció de este fragmento, con el recitativo À cette voix quel trouble consiguió niveles de canto de altísima calidad. Ofrecer este aria en cualquier recital es de por sí un riesgo ya que exige un canto a medio voz y un mantenimiento de la línea musical y del apoyo absolutamente exigente. Hacerlo cuando se está afectado por un proceso gripal lo es aún más y el resultado puede calificarse de excelente. Es complicado encontrar la dosis justa de sonido para no convertir la pieza en una sucesión de falsetes y Albelo la encontró. El ataque en los dos "folle ivresse" fue exitoso aunque quedó manifiesta la dificultad de esas notas. Albelo también ha pulido y mejorado mucho su afinación y dio buena muestra de ello en este aria.
Tras Bizet le llegó el turno de nuevo a Donizetti en el que, para el que escribe, fue el mejor momento de la velada. El aria T'amo qual s'ama un angelo fue escrita por Donizetti para lucimiento del tenor ruso Nicola Ivanoff y Albelo la interpretó con su recitativo Partir degg'io, que ya es exigente de por sí, con frases como "d'un nuovo affetto palpitar io sento" o "e celarlo a me stesso". El aria tiene una escritura endiablada, sobre todo en el comienzo de la segunda estrofa, con el crescendo de "siccome il sol benefico che gli occhi miei rischiara, t'amo con tutto l'impeto". Hay que tener muy bien resuelto el paso y el apoyo para no quedar en evidencia en esta tesitura. Albelo demostró también uno de los principios técnicos de Kraus para el que la vocal "o", vocal cerrada y con tendencia a quedarse indietro in gola debía diluirse en "a". Esto se apreció en "ch'ogni mio senso adora" o "che i foschi sogni indora" y, sobre todo, en el final "di te null'altro io so" precedido en esta ocasión (mi bemol en otras) de un DO con una brillantez y proyección difícilmente igualables en un tenor de sus características.
Tras la Canción y danza nº 6 de Mompou interpretada por Juan Francisco Parra llegaron las dos últimas piezas programadas. La donna è mobile fue dicha con intención y variedad de dinámicas que es algo muy de agradecer en un fragmento tan popularizado, para llegar al Spirto gentil de La Favorita donizettiana, precedida por su recitativo Favorita del re y que constituyó, junto a la Lucrezia Borgia, otro momento mágico de la velada. Albelo la tiene en voz, preparándose para el debut del papel en Paris en febrero del próximo año, y en esta ocasión ha preferido seguir cantándolo en su versión italiana, como lo hacía Kraus. Una vez más exhibió maestría y dominio técnico en segnasti il core d'onta mortal, ahime con un filado exquisito y una segunda vuelta intimista y elegante para culminar en un DO monumental y apabullante en fuggite insieme.
Sólo se ofreció una propina y es de agradecer que el artista tinerfeño eligiese el aria de Fille du régiment titulada Pour me rapprocher de Marie en lugar del habitual Ah, mes amis. Del mismo modo que hace unas semanas comentábamos que fue el mejor momento de su función de Fille en La Bastille de París, en esta ocasión no se ha quedado atrás y ha vuelto a demostrar su enorme talento y gusto. Como él mismo comentó al público estaba arriesgando más de lo debido ya que poca gente aprecia la mayor dificultad de este aria frente a la mayor espectacularidad de los nueve does. Albelo se encuentra muy a gusto cantando en francés y de hecho no le asusta el hacer en Paris dos papeles como el Tonio y el Fernand. La puntatura al agudo en S'il me fallait fue atronadora y el final en "cesser d'aimer" un desafío a su diafragma tras el recital ofrecido.
Esperemos que la temporada de ópera ovetense, que tanto se ha caracterizado por apostar por el producto nacional, encuentre hueco para ofrecer a Albelo en su temporada un papel a la altura de su status internacional y que no tenga que ser siempre la Asociación Alfredo Kraus la que nos obsequie con su presencia.
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