Por Javier del Olivo
Barcelona. Gran Teatro del Liceo. Berlioz: Benvenuto Cellini. J. Osborn, A. Xhema, K. Lewek, M. Murano, A. Holland, E. Halfvarson, A. Stroppa, L. Vinyes, F. Vas, V. Lanchas, M. Esteve, A. Comas. Director de escena Terry Gilliam. Director musical: Joan Pons. Del 8 al 19 de noviembre.
La segunda ópera de la oferta lírica para esta temporada del Gran Teatro del Liceo de Barcelona es uno de los títulos más atrayentes de los programados. Se trata de Benvenuto Cellini de Hector Berlioz, un título muy poco representado y que en el coliseo de las Ramblas no se reponía desde su estreno en Barcelona en 1977, ocasión también de su escenificación por primera vez en España. El interés que suscitan estas funciones viene dado tanto por la rareza de la ópera como por la producción que podremos ver proveniente de la English National Opera londinense, la Ópera de Roma y la Ópera Nacional de Ámsterdam y que firma el antiguo componente de los Monty Phyton Terry Gilliam. Viene precedida de excelentes críticas que subrayan su espectacularidad, su belleza plástica y la inteligencia de su planteamiento aunque también sus elevados costes. El reparto vocal cuenta con nombres de indudable garantía como Eric Halfvarson, Analissa Stroppa o John Osborn a los que acompañarán Maurizio Muraro, Ashley Holland o Kathryn Lewey y cantantes de la casa tan solventes como Francisco Vas y Manel Esteve, entre otros.
Benvenuto Cellini es la primera obra lírica de Berlioz que podemos considerar propiamente una ópera y el compositor francés siempre lo consideró uno de sus mayores fracasos (algún crítico en su momento la llamó “Malvenuto Cellini”). El público francés de 1838, año de su estreno, no entendió la música de Berlioz ya que la consideraba extraña y revolucionaria, muy diferente a lo que se representaba en los escenarios parisinos en ese momento. Y aunque hubo intentos de relanzarla (ahí está, como ejemplo, el de Liszt representandola en Weimar en 1852 con diversos cambios), nunca ha entrado en el repertorio habitual de un teatro de ópera. La gestación de la obra tiene sus orígenes en la pasión de Berlioz por todo lo italiano después de su visita como becario y en la lectura de Vita, la autobiografía del escultor y orfebre Benvenuto Cellini. En el libreto, debido a Léon de Wailly y Auguste Barbier, se refeja la impresión que había causado en el compositor el Carnaval Romano al que hará semiprotagonista de la obra, y también la figura de Cellini que resume las características del hombre renacentista pero también del hombre romántico, el hombre que lucha por el amor pero también por su libertad como individuo y como artista. El argumento se centra en la relación amorosa de Cellini con Teresa, la hija del tesorero papal Balducci, que no ve con buenos ojos esta relación. Balducci tampoco quiere que Cellini esculpa la estatua de Perseo que le ha encargado Clemente VII porque tiene otro candidato para este empeño, Fieramosca, al que también quiere conceder la mano de su hija. Ante esta situación Benvenuto planea con su ayudante Ascanio (papel travestido) raptar a Teresa aprovechando las fiestas de Carnaval. La trama se ve complicada por la muerte, en el tumulto del baile carnavalesco, y mezclándose en los planes de huida de los amantes, de Pompéo, un compañero de Fieramosca, quien a su vez también quería raptar a Teresa. El Miércoles de Ceniza el papa visita a Cellini y le promete su perdón por el asesinato y su venia para casarse con Teresa si antes de medianoche funde la estatua. En un ataque de orgullo y decisión, y en contra de todos y de todo (los obreros de la fundición están descontentos y además no hay metal suficiente para tan magna obra), consigue fundir la figura de Perseo y ganarse las recompensas prometidas por el pontífice.
La obertura ha sido, desde su estreno, la pieza musical más conocida de esta ópera y ha sido interpretada frecuentemente en las salas de concierto. Pero hay otras partes muy interesantes. Destacaremos la romanza y aria de Terese en el primer acto Les belles fleures… Entre l’amour et le devoir, la gloire était ma seule idole que es toda una declaración de amor por parte de Cellini, por supuesto toda la escena del carnaval, el bellísimo dúo de Ascanio y Terese acompañado por el coro Rosa purpurea y, como no, el dúo de los dos enamorados Ah, le ciel, cher époux… quand des sommets y la más conocida de todas las arias de la ópera: Sur le monts les plus sauvages, también cantada por el protagonista. Una obra, en fin, de indudable interés y que renueva el repertorio de unos teatros que a veces centran su temporada en títulos más trillados pero de indudable rentabilidad económica para aliviar sus arcas en estos momentos de crisis. El apostar por la recuperación de óperas más olvidadas como ésta, pero también de otras que no sean del s. XIX, siempre anima la vida de un centro cultural como es un teatro de ópera.
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