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Crítica: Cecilia Bartoli en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo

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Autor: Aurelio M. Seco
14 de abril de 2010
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 La Voz de Asturias (Martes/13/04/10)

ARROLLADORA CECILIA BARTOLI

Cecilia Bartoli es aclamada en Oviedo por un público entregado que abarrotó el Auditorio

  La mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli, una de las artistas más destacadas de los últimos años y, por descontado, la cantante lírica más mediática de la actualidad, ofreció el lunes por la noche su primer recital en Asturias, en el contexto de los Conciertos del Auditorio, dentro de una gira que le está llevando por varios de los principales teatros y auditorios españoles. El Auditorio Príncipe Felipe, que desde enero ya había agotado sus localidades para ver a la cantante, acogió una de las veladas musicales más esperadas de los últimos años en la región, tan solo seguida en expectación, y a cierta distancia, por los recitales ofrecidos por la mítica Edita Gruberova. Oviedo cumple así con un requisito inexcusable para seguir siendo, con justicia, una verdadera capital de la música, al contar con una de las figuras cumbres de la lírica mundial, que hace de sus conciertos un auténtico privilegio para los sentidos, en los que incluso la cuidada puesta en escena y el vestuario cumplen una función fundamental.  Pero es sobre todo la pasión que envuelve la personalidad de la artista, la que hace que sus apariciones se conviertan en sonados éxitos de crítica y público. Cecilia Bartoli es una auténtica diva del "bel canto", una intérprete excepcional que ha resucitado el arte canoro de la antigua escuela belcantista barroca, que si un día, en manos de míticos "castrati" como Farinelli, Carestini o Caffarelli acaparó el protagonismo mundial, en la actualidad tiene en ella a la más fiel representante de una escuela interpretativa para la que se necesitan medios técnicos casi sobrenaturales. Cecilia Bartoli es la cantante de la coloratura perfecta a la que, todo hay que decirlo, no le sobra voz, ni falta que le hace para dibujar los arabescos más comprometidos con la claridad del más popular de los castrados de antaño, pero con la pasión de una artista de hoy en día, mediática a más no poder, y con un carisma escénico descomunal. Llegó a Oviedo con los aires de toda verdadera gran diva, sin ofrecer ni una sola entrevista ni permitir ni una sola foto, en medio de un mar de expectación, para ofrecer un recital idéntico al de su actual gira por España. La cantante únicamente permitió al fotógrafo oficial del Ayuntamiento de Oviedo realizar algunas fotos, que ella misma seleccionó en el descanso del concierto para ser enviadas a los diferentes medios asturianos. Incluso pidió que se quitase el aire acondicionado de la sala, para desgracia de buena parte del público, que con el auditorio lleno pasó bastante calor. Ella fue la auténtica dueña y señora de un concierto que incluso pareció dirigir, cañón de luz incluido, para dejar constancia, por si todavía había alguna duda, de quién era la única y verdadera estrella de la velada.

Hay que decir que el aliciente de esta intérprete, lo que hace sus recitales especiales, no sólo es su extraordinaria prestación vocal, que por sí misma ya sería extraordinaria pero que, si se exhibiese como único mérito, incluso podría resultar algo repetitiva. El repertorio lo fue, hasta llegar a las propinas, que resultaron lo más atractivo de la noche. Pero es la puesta en escena que despliega la artista, con sus vestidos, sus gestos y su fuerza interior lo que convierte en espectacular la pirotecnia técnica que, si no permite oír ni un solo momento de gran volumen vocal, sí acaricia el sonido por su timbre de terciopelo y por las preciosas agilidades, que casi parecen imposibles. Estuvo acompañada por la Orquesta La Scintilla, conjunto comandado por la excelente concertino Ada Pesch,  que contagió su buen hacer al resto del conjunto. La orquesta estuvo acertada en su actuación, o más bien domesticada; desde luego, totalmente acomodada al discreto volumen lírico de la artista y a sus inflexiones de estilo. Del conjunto llamó la atención su calidad, sin menosprecio de un cierto manierismo inestable que no siempre resultó bien. Que la orquesta usase instrumentos de época como la trompas fue un interesante aliciente, salvo cuando su sonido se descuidó. El repertorio se centró en obras de autores del Barroco italiano como Porpora, Broschi, Veracini, Vinci, Leo, Araia o Caldara, buena parte de ellas integradas en su último trabajo discográfico titulado "Sacrificium".  Con un sorprendente vestuario de Agostino Cavalca, que fue otro de los alicientes de la noche porque parecía que querían recuperar la magia que todavía se percibe en la leyenda de los "castrati", la mezzo italiana deslumbró con su puesta en escena y su energía en el escenario,  pero también por su portentoso "fiato", capaz de sobrecoger por su extraordinaria capacidad para prolongar frases larguísimas con una sola respiración. Por fin llegó a Oviedo una de las más importantes cantantes de la actualidad, un auténtico fenómeno mediático y extraordinaria intérprete. Una verdadera fuerza de la naturaleza y una diva a la que sólo le falta un poco de voz para llegar a ser divina.

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