Por Albert Ferrer Flamarich
Beethoven: El rey Esteban op. 117, extractos de Leonora Prohaska WoO 96, Opferlied op. 121b, Bundeslied op.122, Ihr weisen Gründer glücklicher Staaten WoO 95, Germania WoO 94, Die Ehrenpforten WoO 97. Turku Philharmonic Orchestra. Leif Segerstram, director. NAXOS 8.574002 DDD 74 minutos.
El 250 aniversario del nacimiento de Beethoven ha propiciado el alud de novedades y reediciones previsibles en tan remarcada efeméride. Naxos ha contribuido a ello con un esfuerzo enciclopédico reuniendo la integral más completa con toda la obra de Beethoven. Entre algunos reclamos particulares cabe citar la grabación con la música incidental El rey Esteban op. 117, escrita a vuela pluma como encargo para la inauguración del teatro de Pest en febrero de 1811, junto a la de La ruinas de Atenas op. 113. Ambas, dos de las músicas comerciales de mayor calidad de Beethoven, formaban parte de un tríptico en cuyo centro se hallaba inicialmente La fuga de Bela. Ésta fue sustituida por el acto teatral La elección de Pest como ciudad libre. Y ambas músicas escénicas han sido recientemente grabadas por la Turku Philharmonic Orchesta (8.574002 DDD 74 minutos / 8.574076 DDD 82 minutos), que es la orquesta de la tercera ciudad más importante de Finlandia. Además, como en un disco anterior con el ballet Las criaturas de Prometeo, op. 43, también para Naxos, la toma de sonido es de calidad y espaciada.
Segerstam ofrece unos resultados anclados en la tradición en cuanto a fraseo y sonido de conjunto; sin menoscabar las sutilezas de unas piezas muy coloridas, incluso con algo de exotismo, inteligibles, profesionales y efectivas para el gusto del público. Su dirección dista de la presteza y ligereza de tempos y texturas de algunas de las batutas actuales más jóvenes, filiales o maridadas por raíces historicistas. Un detalle: Segerstam no enfatiza los juegos rítmicos sincopados, en anacrusa, a contratiempo y acentos en sforzati de la obertura de El rey Esteban más allá de lo obvio, en una obra, por cierto, únicamente atractiva por esta fresca pieza inicial y por la danza rústica estilizada del coro femenino «Wo die Unschud Blumen streute» (nº 8), que canta con gracilidad el afinado Key Ensamble.
La formación vocal remata su actuación con opulencia y el punto exultante necesario en el cierre «Heil unsem Enkeln!» (nº 23). Éste número es un claro antecedente del concertante final de Fidelio en la construcción en forma de vaudeville, muy de moda como fórmula para los finales de obra en la opéra-cómique francesa y en los procedimientos conclusivos típicamente beethovenianos como el fortíssimo súbito del tutti y la aumentación de la frase musical sobre los últimos versos antes de la stretta orquestal de cierre. La recreación de la obra –como también en Las ruinas de Atenas- contiene la narración y dramatización del libreto de cada una; no sólo los números musicales. No obstante, Naxos no ha incluido el texto teatral de las obras que el melómano puede consultar y descargar en la página web oficial del sello.
El disco se completa con distintas canciones y lieder corales, la mayoría piezas menores y de circunstancias compuestas para los fastos del Congreso de Viena, que ofrecieron a Beethoven un repunte de su fama y buenos réditos económicos. En lo musical rezuman oficio –que tratándose de Beethoven no es decir poco- dentro de las convenciones del gusto de la época para este tipo de repertorio, aún convirtiéndolas en una parodia de su estilo heroico, como se ha señalado en ocasiones. Entre éstas se encuentran: dos números de los cuatro compuestos para el drama Leonora Prohaska WoO 96 (1815) como son el coro de guerreros a capella «Wir bauen und sterben» y la romanza para soprano «Es blüht eine Blume»; también el solemne y militaroide coro de corte nacionalista Die Ehrenpforten WoO 97 (Las puertas de la gloria), sobre texto de Treitschke, escrito para conmemorar la victoria de los aliados en Waterloo; y la no menos excesiva y marcialísima Germania WoO 94, con que se celebró la capitulación de París en honor a los monarcas europeos y que configuró la parte conclusiva de una cantata colectiva en la que también participaron Hummel y Gyrowetz.
Más tardío es el lied-cantata Bundeslied op. 122 (1824) para pareja de clarinetes, fagotes, trompas, coro y voces bañado por un delicioso y jovial aire de taberna y construido sobre un tema punteado en staccato en las maderas, tanto en la melodía como en el acompañamiento, cerrado por una breve fanfarria de las trompas. Dos años anterior es la revisión del Opferlied, op.121b que parece abrirse parafraseando el íncipit de «Per pietà, ben mio» de Così fan tutte. Se trata de una pieza que, sin duda, puede contarse como una de las páginas melódicamente más hermosas escritas por Beethoven a pesar de que el modelo sea obvio: Mozart. De ésta se presentan dos versiones: una para tres voces, coro, dos clarinetes, trompa, viola y violonchelo (track 26); y otra para soprano, coro y orquesta (track 28), mucho más emotiva ésta segunda en la meliflua mezcla de solemnidad e intimidad. La atmosfera oracional y cercana al ambiente de nocturno se basa en una melodía regular, dinámicas en piano y que progresa por grados conjuntos con la que, en 1822, 27 años después de la versión inicial para voz y piano. Con ella Beethoven se atañe al carácter elevado y trascendente del tercer movimiento de la Novena tras la Missa solemnis. Los distintos solistas ofrecen lecturas globalmente muy satisfactorias en unas composiciones en el que los escollos de exigencia de tesitura, rítmica e idiomatismo no presentan una especial complejidad.
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