Mozart: Symphony Nº.35 "Haffner". Posthorn-Serenade. March Nº.1 K335. Concentus Musicus Wien. Nikolas Harnoncourt, director. SONY.
Escuchar a Nikolaus Harnoncourt dirigiendo este y cualquiera de sus Mozart se asemeja ciertamente a ver florecer a los almendros en pleno frío invernal. Siempre fiel a ese sonido un tanto recio, árido, sublime en todo caso, la belleza acaba surgiendo como una necesidad de la naturaleza, aquí musical, como un estallido repentino que da la bienvenida de nuevo a la vida. Precursor de tantas formas y tantos nombres que vendrían después, Harnoncourt nos presenta aquí, junto a su inseparable formación Concentus Musicus Wien (en 2013 cumplieron 60 años de andadura y he aquí la celebración), una de las sinfonías más destacadas del genio salzburgués, la Haffner, precedida por las festivas Marcha nº1 K.335 (K.320A) y la Serenata para Corneta de posta. Siete meses tardó en grabarse el contenido de este disco y la friolera de tres años (2012 – 2014) en publicarse. La espera ha merecido la pena.
Durante las ocho pistas que dan cabida a la Marcha y a la Serenata, se apodera de nosotros ese ambiente ceremonioso y festivo para el que fueron compuestas, con un ardiente uso de los metales, ásperos por momentos y excelentemente contrastados con una cuerda viva y pausada a partes iguales. Impecables así mismo las maderas, como puede comprobarse en los Trios finales de la K.320, con un sorprendente uso del piccolo por parte de Mozart, quien durante toda la obra otorga un inusitado protagonismo a las seis maderas que intervienen en la misma (en vez de el habitual empleo de los violines como “estrellas invitadas”).
El concepto del Maestro alemán, tan contrastado como homogéneo, es todo carácter y acierto, del mismo modo que ocurre en su recreación de la Sinfonía K.385 “Haffner”, que no es si no otra celebración por parte de Mozart (siempre celebrando el triunfo de otros, obviamente). La personal acentuación, el rango de dinámicas y de nuevo el brío y el ardor que todo lo impregna, hacen de esta una versión a la que no perder de vista.
Sólo queda escuchar y celebrar la cosecha de lo sembrado por este gran almendro en flor.
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