Por Albert Ferrer Flamarich
Braga Santos: Oberturas nº 1 Op.8 y 2 Op.11 “Lisboa”, Preludio Vivero u Morrer Op.19, Pastoral, Romance, Symphonic Prelude, Intermezzo y Concierto para piano y orquesta Op. 52. Goran Filipec, piano. Royal Liverpool Philharmonic Ocrhestra. Álvaro Cassuto, director. Naxos 8.573903 DDD 62:12.
Naxos acaba de publicar el primer volumen de una previsible serie dedicada a la recuperación del legado del compositor portugués José Manuel Joly Braga Santos (1924-1988) encabezada por el director de orquesta Álvaro Cassuto. Al frente de la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra, el también director portugués ofrece ocho obras orquestales en primera grabación mundial –el inlay no indica si lo son todas o cuáles en concreto- de quien se considera el máximo representante nacional del siglo XX, heredero de otro icono como Luis Freitas Branco.
Dos de sus oberturas, la Nº1 Opus 8 de 1946 y la Nº2 Opus 11 “Lisboa”, un año posterior, abren el periplo de un joven autor que contaba con 21 años cuando escribió la primera. Ambas parten de la forma sonata tradicional en una inventiva basada en episodios contrastados y fácilmente reconocibles con un notable trabajo motívico, giros harmónicos sorprendentes y ecos modales, así como algunos obstinados rítmicos. Destaca la enrarecida introducción de la nº1 que concluye la obra con vigor y un juego elemental del timbal a solo a modo de cadencia, así como la introducción de casi tres minutos a cargo de la trompa a solo y el oboe sobre un cojín de la cuerdas en un progresivo crescendo y despertar en la Obertura Lisboa.
En una línea más homogénea, de noble factura y con una estética claramente finisecular en la recreación de atmósferas idílicas, evocativas y pastoriles se hallan la Pastoral, Romance, el Preludio Sinfónico –de tintes neorrománticos de corte hollywoodiense- y el Intermezzo. Las tres primeras de 1955 y la última fechada al año siguiente. En palabras del propio Álvaro Cassuto estas cuatro breves composiciones podrían figurar como una especie de suite por su unidad estilística. Están dotadas de un ligero toque afrancesado en la magnífica paleta de colores, abundante uso del arpa con juegos de obstinados y arpegios, y una transparencia mayúscula de texturas con detalles como los harmónicos y los divisi de las cuerdas y las octavas agudas o la dialéctica de maderas. Todas son pequeñas joyas como el preludio de la ópera Vivero u Morrer de 1952 es otra de las páginas realmente bellas, magníficamente orquestada, aunque en una estética casi medio siglo más tardía que los principales exponentes a la manera de un von Hausegger, un Röntgen, un Sommer, un Schreker y una larga lista de postrománticos centroeuropeos y nórdicos de gran vuelo lírica.
Por último, el Concierto para piano y orquesta Op. 52 de 1973 es la obra más especulativa en cuanto a lenguaje y armonía con juegos de clústers, atonalidad y ambigüedad tonal. Con pinceladas algo expresionistas y muchas tensiones, se trata de una composición intensa, concisa, fresca, cambiante, de gran fuerza rítmica y un papel preponderante de la percusión. Su escritura prima el virtuosismo del teclado y la densidad de texturas con sugerentes diseños en voces secundarias. Lejanamente puede recordar a partes de los conciertos homólogos escritos por Prokófiev y destaca el ambiente de nocturnidad enigmática del segundo movimiento. El croata Goren Filipec borda su parte pianística en un disco idóneo para amantes de la estética postromántica, muy esponsorizado por distintas entidades y el gobierno portugués en un gesto infrecuente que denota el tipo de política cultural de sus dirigentes actuales. Sana envidia.
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