Por Álvaro Menéndez Granda
Hic est organum (I) . Órgano Grenzing de la iglesia de San Pedro Apóstol, Pola de Siero, Asturias. Organista: Antonio D. Corveiras. 2015
En un mundo como el actual, en el que la figura del virtuoso ha cobrado un peso tal que se diría que la música ocupa en ocasiones un segundo plano frente al exhibicionismo técnico, es un placer cada vez más inusual encontrar fonogramas en los que es el arte el protagonista. Si además sucede que la grabación se ha realizado con un instrumento que es en sí mismo una obra de arte, el placer se ve multiplicado a causa de su propia singularidad. Es el caso de Hic est organum, una selección de piezas grabadas en el nuevo órgano Grenzing de la iglesia de San Pedro Apóstol, en la localidad asturiana de Pola de Siero, bajo el impecable criterio interpretativo del maestro Antonio Corveiras.
A modo de muestrario de lo que un instrumento pequeño –pero bien resuelto por el equipo de organeros liderados por Gerhard Gernzing– puede ofrecer, Corveiras nos transporta en un viaje musical cuidadosamente trazado y que tiene su inicio en el siglo XV, con una transcripción de música vocal realizada por el propio organista y que sirve como perfecto pórtico al recorrido que continúa con piezas de –entre otros– Ruffo, Froberger, Bach, Walcha y Langlais. Precisamente en la Fantasía sopra sol la re de Froberger encontramos, justo antes del final, una de esas sorpresas que provocan una sonrisa en el oyente, y que no desvelaremos para que siga siendo exactamente eso, una sorpresa, pero que nos empuja a desear sinceramente –con permiso de Kavafis– que el camino sea largo. Nos llama también la atención la sobrecogedora y lastimera Passacaglia de Merkel, de inevitable inspiración bachiana pero impecable factura, y los extractos del Homenaje a Frescobaldi de Jean Langlais, última parada de nuestro periplo musical, en la que se nos muestra un órgano de sonoridades multicolor y rotundidad inesperada en un instrumento de ese tamaño.
Por desgracia, todo lo que en este mundo es valioso es también escaso. De Hic est organum (I) existen apenas mil ejemplares y, hasta donde sabemos, sólo puede adquirirse a través de la Parroquia de San Pedro Apóstol. Nos queda, no obstante, la esperanza y el deseo de que tras el primer volumen haya un segundo y podamos preparar otra vez el hatillo para emprender un nuevo viaje, con la seguridad de hacerlo a bordo de un instrumento capaz de todos los timbres, de todos los colores, de todos los matices. No es un disco para todos los públicos, requiere un oyente atento a los detalles, que no se conforme con la voluptuosidad de la melodía romántica y afronte por igual el reto de la música antigua y el de la contemporánea. Se diría, en resumen, que requiere del oyente casi tanto como el órgano requiere del organista, pero aquellos que sepan apreciarlo hallarán en él un reducto de arte, arte con mayúsculas, en el que refugiarse cuando todo lo demás esté perdido.
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