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CD: ERLEBACH: 'VI SONATE A DUE VIOLINI COL SUO BASSO CONTINUO'. EL ARTE MVSICO

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Autor: Mario Guada
10 de febrero de 2014

REMOVIENDO ALMAS

Por Mario Guada.
VI Sonate a due Violini col suo Basso Continuo. El Arte Mvsico. Verso, 2013. T.T.: 66’32. Obras de Philipp Heinrich Erlebach.

  
Philpp Heinrich Erlebach [1657-1714] es un nombre que para muchos puede no decir absolutamente nada. Sin embargo, estamos ante de uno de esos maestros que ayudó a desarrollar una particular escritura para violín en la Alemania del siglo XVII, que terminó por convertirse en la más idiomática de cuántas se produjesen en Europa en aquel momento. El maestro alemán, que parece pudo formarse en sus primeros años en la corte de Frisia Oriental, llegaría posteriormente a ostentar el cargo más importante en la música de la corte de Albert Anton von Schwarzburg-Rudolstadt, siendo nombrado Kapellmeister en 1681, puesto que ostentaría durante los 33 últimos años de su  vida.
  Su corpus compositivo alberga piezas de corte vocal e instrumental que abarcan prácticamente todos los géneros esenciales del momento. Destaca en la parte vocal el desarrollo de la cantata, de la que ha sido uno de los grandes representantes del género en la historia del Barroco alemán. En cuanto al apartado instrumental, únicamente se han conservado, de las aproximadamente 120 piezas que se cree que compuso –desgraciadamente, un incendio en el Castillo de Heidecksburg acabo con prácticamente la totalidad de las obras que se conservaban de Erlebach: seis suites-ouverture, seis sonatas en trío y una marcha –al menos así lo reflejan en el The New Grove [1985] Bernd Baselt y Dorothea Schröder. En estas piezas Erlebach muestra el dominio de las influencias francesas –suites-ouverture– y las italianas –sonatas en trío–, conjugando en su obra general todo ello con un estilo alemán marcado, en el que se observan elementos melódicos extraídos del folklore y una tendencia hacia sonoridades que la acercan a la música vocal.

   De estas pocas piezas supervivientes se graban aquí las VI Sonate à Violino e Viola da Gamba col suo Basso Continuo, che si possono pratticar anche a due Violini… del año 1694, y que son, sin duda, las piezas más célebres dentro de su corpus instrumental. Son estas obras que ya han recibido cierta atención de los intérpretes, a pesar de que apenas es posible encontrar hoy día grabaciones que contengan la totalidad de las seis sonatas –sí más fácil encontrar discos con una selección de las mismas–, por lo que esta ya es una primera razón para regocijarse por la llegada de este registro. Pero es que, además, se graban aquí en su versión para dos violines, pues como sabemos, el propio Erlebach deja –como se observa en su título– abierta la posibilidad de interpretarlas con violín y viola da gamba, o por el contrario con dos violines. Además, no solo es que lo explicase así en el título, sino que dejó escritas por separado estas dos líneas: una para viola da gamba y otra para violín II. Esta versión para dos violines difiere en algunos momentos con la de violín y viola da gamba, y apenas se ha grabado, por cual debemos regocijarnos aún más de la decisión tomada por el conjunto español a la hora de registrar estas seis sonatas.

   Como hemos disco anteriormente, Erlebach, al igual que otros muchos compositores del momento, fueron fraguando una escritura violinística que se convertiría en absolutamente referencial en la Europa del período. Una de sus principales características era el uso de un recurso interpretativo curioso, que llevaba el nombre de scordatura, y que consistía en cambiar la afinación habitual de las cuerdas del violín con el fin de amoldarla a tonalidad que se requería en cada pieza de manera específica –uno de los ejemplos más célebres es el de Heinrich Ignaz Franz von Biber y sus Rosenkranz-Sonaten. Erlebach utiliza esta técnica en tres de las seis sonatas de 1684: la III, IV y VI.
   La música alemana del XVII, tanto la vocal como la instrumental, tiene la extraordinaria cualidad de ser especialmente expresiva, de saber llegar con absoluta facilidad a las entrañas de quien la escucha o interpreta. Su exquisitez melódica en las líneas altas –especialmente las escritas para violín–, que es soportada por una armonía verdaderamente rica y con un gran poder evocador, hace de ella una de las más idiomáticas y representativas de la historia, reconocible casi a la primera escucha. Es difícil explicar cómo y por qué, pero sucede: uno escucha una cantata o una sonata de cualquiera de las decenas de compositores absolutamente talentosos que poblaron el territorio alemán durante ese siglo XVII, y rápidamente acuden a él una multitud de sensaciones que le sobrecogen. Es música que realmente es capaz de desestructurar el interior del ser humano. Estas seis sonatas de Erlebach no son una excepción. Estamos hablando de obras con una calidad desorbitada, que no tienen nada que envidiar a las composiciones más excelsas de la Europa del XVII. No deja de sorprenderme cómo música de este calibre es aún tan desconocida por el público general.

   Las lecturas del conjunto español El Arte Mvsico destacan por su capacidad para remarcar el lirismo y el poder evocador de las seis sonatas. La sucesión de danzas y movimientos contrastantes se muestra precisa, sin aristas. Es una lectura realmente homogénea, capaz de captar la esencia de la escritura alemana, de la elocuencia sonora que el violín es capaz de remarcar en todas sus facetas. Técnicamente no es una versión perfecta; hay aspectos mejorables en este punto: quizá una pulcritud algo mayor en algunos pasajes en cuanto a la afinación –la scordatura complica este aspecto considerablemente–, pero hay en ella pasión y una capacidad de conmoverse con la propia interpretación, lo que hace que esto llegue al oyente.
   Los cuatro miembros rinden a gran altura: estupendos Ángel Sampedro y Teresa Casanova en los violines barrocos, pues es música de una complejidad muy considerable, que sin embargo es solventada aquí con una notable ligereza. La sonoridad es hermosa y el diálogo constante entre ambos violines está fantásticamente logrado: todo resulta claro, diáfano y consecuente. Por su parte, el continuo está conformado aquí por la presencia de Isabel Gómez-Serranillos [cello barroco] y Diego Fernández [clave], quienes son capaces de aportar la sensibilidad y ese carácter evocador que la armonía supone en estas obras de una manera bien lograda. No resulta fácil ser el sustento armónico de dos líneas de violines que se elevan con tan bella sonoridad y absoluta contundencia y poder, siendo capaces de encontrar el punto justo entre la presencia permanente necesaria, pero sin traspasar en momento alguno la línea de lo razonable en cuanto al respeto sonoro por las partes solistas. Bien conseguido dicho equilibrio, hay que subrayarlo y aplaudir. Solo he de lamentar la ausencia en el continuo de un instrumento de cuerda pulsada, tan común en la Alemania del XVII y que tanto color y personalidad le aportaría a la interpretación.

   Si bien uno prefiere la versión con violín y viola da gamba –el poder emotivo de la viola es muy difícil de igualar–, estamos aquí ante una lectura que ha de provocar la estupefacción de muchos. ¿Erlebach hecho por españoles y así de bien? Pues sí, así de bien. Otro acierto para el sello Verso, que últimamente está teniendo un gran ojo con aquella que tiene a bien editar. Habrá que seguir la pista a este conjunto.

  Créanme, si son capaces de escuchar la Sonata Terza –prueben con la Allemande, la Sarabande o la Ciaconne-final– sin que les sobrevengan todo tipo de emociones al instante, entonces es que este no es su disco. Pero eso es algo que no pasará. Les doy mi palabra.

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