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Crítica: Carolina Moncada rinde homenaje a Gerónimo Giménez en el Teatro de la Zarzuela

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Autor: Raúl Chamorro Mena
1 de marzo de 2024

Crítica de Raúl Chamorro Mena del recital Carolina Moncada en las «Notas del ambigú» del Teatro de la Zarzuela

Carolina Moncada

Brillante recuerdo a Giménez

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 26-II-2024, Teatro de la Zarzuela. Notas del ambigú. Recordando a Giménez. Carolina Moncada, soprano. Borja Mariño, piano. Obras de Gerónimo Giménez. 

   Muy interesante evento el programado por el Teatro de la Zarzuela en su ciclo Notas del ambigú, que se desarrolla en dicho salón del teatro de la calle de Jovellanos, en presencia del busto, siempre majestuoso, del Maestro Alfredo Kraus. 

   Muy justa la reivindicación y recuerdo de Gerónimo Giménez (Sevilla 1854-Madrid 1923), magnífico compositor de nuestro género lírico, que es apenas recordado por unas escasas obras, cuando reúne más de ciento en su catálogo, pertenecientes a, prácticamente, todos los subgéneros que se encuadran en el término Zarzuela española restaurada. No resulta vano recordar la gran impresión que causó la magnífica María del Pilar en la reposición ofrecida en 2018 por el Teatro de la Zarzuela. 

   La soprano Carolina Moncada junto al pianista Borja Mariño desgranaron con brillantez y acierto una amplia muestra, muy bien seleccionada, de la variedad de obras salidas de la inspiración del músico sevillano, demostrando que en su obra no sólo brillan La tempranica, El baile y La Boda de Luis Alonso. Particularmente el intermedio de esta última, su pieza más interpretada con mucha diferencia, seguida de la polonesa «Me llaman la primorosa» de El barbero de Sevilla, Zarzuela compuesta junto a Manuel Nieto. 

   Desde la primera pieza cómica, la canción de Juanillo el florero del sainete de 1899 con libreto de los Hermanos Álvarez Quintero Los Borrachos, cuyo preludio goza de cierto predicamento, pudo apreciarse la voz no muy rica tímbricamente, ni de especial caudal, pero muy grata y bien emitida de Carolina Moncada, así como su musicalidad, refinamiento y, fraseo bien torneado, además de desenfadada desenvoltura y capacidad expresiva. Todo ello pudo apreciarse, asimismo, en las tres canciones siguientes –La maja y el fraile, Pueblerina y el Miedo de la Encarnilla-, que como explicó Mariño, son muestra de lo que Giménez, junto a otros compositores, consideraba debía encarnar la tradición de la tonadilla andaluza. 

   Cambio de tercio a continuación con una pieza dramática, la romanza de Gaviota «Como esas nubes negras» del Episodio Nacional lírico-dramático en dos actos Trafalgar con libreto de Javier de Burgos estrenada en Barcelona en 1890. Moncada expresó apropiadamente la angustia por el destino de sus seres queridos en la próxima batalla. Regresó la comicidad y buena comunicativa de la navarra con Viento en popa, Zarzuela cómica de 1894, para dar paso a una obra del género paródico de las óperas más emblemáticas, que eran tratadas desde la comedia y aguda comicidad y que también cultivó Giménez. En este ámbito despuntó el compositor Luis Arnedo con obras, entre otras, como Lorenzín, el camarero del cine o La golfemia. El cuplét de Venustiana –escanciado con tanto gusto como gracia por Moncada- pertenece a Tannhäuser cesante, que es una especie de secuela de Tannhauser el estanquero, también de Giménez, ambas sobre libreto de Eduardo Navarro Gonzalvo. 

   El desparpajo, sentido del decir, vis cómica y fina musicalidad de la soprano navarra se pusieron de manifiesto también en las coplas de Candidita de la zarzuela en un acto del mismo nombre estrenada en 1893, sí como en la canción del cañamón «Dicen que tú no me quieres», un magnífico ejemplo de la inspiración y espontáneo gracejo andaluz de Giménez, de Las mil y pico de noches, zarzuela de 1909 con libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios.  

   Otra obra cómica de Gerónimo Giménez sobre libreto de los Álvarez Quintero es Isidrín o Las 49 provincias, de la que Moncada ofreció dos pasajes, diferenciando adecuadamente ambos y sin que los acentos y la extrovertida comicidad nunca afectaran su buen concepto del canto. Una pieza de corte madrileño «Isidrín, yo nací en Antón Martín» y otro andaluz «Chiquiya Loliya».

   Los voluntarios, Madrid 1893, es una zarzuela en un acto que se refiere a los voluntarios catalanes, quienes al mando del General Prim, participaron en la campaña de Marruecos de 1860 y cuya marcha militar forma parte del repertorio habitual de las bandas de música. La flamígera y patriótica jota de Rosa «Nunca teme una derrota» fue traducida con calor e intensidad por la Moncada con un acompañamiento entusiasta, pero un tanto falto de articulación y con exceso de aparato sonoro, por parte de Borja Mariño. 

   El Maestro Giménez también realizó contribuciones al género sicalíptico, manifestación pícara de fondo erótico-sexual muy de moda en la primera parte del siglo XX. Hilarante muestra de desparpajo de la soprano navarra, fue la canción del cucurucho de Secundino de Los viajes de Gulliver compuesta en colaboración con Amadeo Vives y estrenada en 1911, así como en la canción de la mina del sainete en un acto Pepe el liberal (1909) sobre libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios. 

   Los mismos libretistas colaboraron con el Maestro Giménez en la más popular de sus aportaciones al género sicalíptico, la revista Cinematógrafo Nacional estrenada en 1907 y su tango de la sicalipsis «De una pulga que pica» con la que Moncada se divirtió con donaire e ironía demostrando afilada intención en el decir de un texto lleno de dobles sentidos. Con picardía, pero siempre con empaque, desgranó la navarra en el no menos picante tango del morrongo de Enseñanza libre, Apropósito cómico lírico estrenado en el Teatro Eslava de Madrid en 1901 sobre texto también del dúo Perrín y Palacios. 

   La obra más popular del programa, El baile de Luis Alonso, cerró el mismo con una racial canción gitana de Lola en vibrante interpretación de Carolina Moncada, que ofreció una propina, una pieza tributaria de Johann Strauss perteneciente a la opereta de 1916 La embajadora, en la que la navarra exhibió buena coloratura y un sobreagudo conclusivo de emisión un tanto forzada. 

   Borja Mariño presentó las piezas junto a Moncada y aseguró un acompañamiento competente, pero ayuno de un punto de refinamiento, además de sobrado de decibelios. En cualquier caso, sólo cabe agradecimiento a soprano y pianista por la entrega y calidad artística con la que hicieron justicia a un gran compositor como Gerónimo Giménez, quedando todos con las ganas de ver representadas completas algunas de las obras que se interpretaron.  

Foto: Durruti

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