Artículo de opinión de Aurelio Martínez Seco sobre el compositor Carlos Felipe Emanuel Bach y su Magnificat
¡Magnificat!
Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Carlos Felipe Emanuel Bach es uno de los más peculiares e interesantes compositores del siglo XVIII. La música de Carl Philipp, vamos a ponernos historicistas y cultos, ha querido diferenciarse, o de la de su padre, el Dios de los compositores, o por desarrollo histórico y personal. Y lo ha hecho de forma exquisita. Como norma general, encontramos en él una emocionalidad que tiende al equilibrio, sin menosprecio de ciertos ramalazos apasionados que, por ejemplo, encontramos en alguna de sus sinfonías. Es ahí cuando más nos gusta, porque da la impresión de dejar libre el instinto. C. P. E. Bach, así se le llama también, hizo una obra propia y magistral, aunque siempre nos surjan dudas cuando observamos en su manera de escribir partituras cierta timidez encantadora. Y es hasta cierto punto normal que, ante la obra de una padre divino, aparezca la inseguridad de fondo, cuando no supeditación. A nuestro juicio, Carlos Felipe encontró su propia voz. Es una voz tenue, liviana, de gran clase, que no tiene, desde luego, la potencia de la de Juan Sebastián, pero sí fortaleza y una emocionalidad atractiva, de una sutileza difícil de encontrar en la historia de la música.
Hoy nos fijamos en su Magnificat, obra maestra sinfónico coral poco interpretada en directo, que hemos oído en algunas de las pocas versiones grabadas que existen, quedándonos con una de ellas sobre todo, la realizada bajo la dirección musical de Fritz Näf, artista poco conocido que sin embargo se distingue por una sensibilidad profunda y una clase interpretativa superior. De su mano, esta partitura brilla de forma diferente y enigmática y los cantantes encuentran en ella una espiritualidad plena, un idea de cántico y oración serenamente religiosas, que pone a los creyentes ante Dios y la Virgen, y a los ateos esenciales totales ante el misterio de la vida y la muerte. Hay fragmentos excepcionales que nos han sugerido una emoción como pocas veces hemos sentido. En Quia Respexit, por ejemplo, la voz de Monika Mauch parece, en un momento de la partitura, ascender al cielo de los músicos, con una dulzura dificilmente reconocible hoy en el mundo. Y después, un inolvidable ciclo de quintas. La música de Carlos Felipe Emanuel rezuma pasión y entrega al arte de su tiempo. Es una música para escuchar en silencio y con atención, para sumergirse en uno mismo a través de una versión preciosa y encantadora que nos recuerda la calidez del abrazo de un padre querido, aunque no fuera compositor.
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