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Crítica: Fin de temporada en la Orquesta de Córdoba

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Autor: José Antonio Cantón
19 de junio de 2021
Orquesta de Córdoba

«Sextas» contrastantes

Por José Antonio Cantón
Córdoba, 17-VI-2021. Gran Teatro. Orquesta de Córdoba. Director: Carlos Domínguez-Nieto. Obras de Bruckner y Mozart.

La clausura de la presente temporada de la Orquesta de Córdoba (OC) ha venido marcada por la feliz idea de poder escuchar las respectivas Sextas sinfonías de Mozart y Bruckner contenidas en un programa que estaba titulado «Más de una sexta». El maestro Carlos Domínguez-Nieto ha querido contrastar la sublime inspiración de un niño de once años, edad de Mozart cuando compuso su Sinfonía Kv.43, con la densa estructura de la Sinfonía nº 6, WAB 106 de Anton Bruckner, separadas por ciento doce años. Este lapsus temporal venia a objetivar la evolución que se había producido en esta forma musical con la irrupción y dinámica evolución del romanticismo a partir de su célula primigenia sustentada en ese principio goethiano de Sturm und Drang, potente resultado estético surgido del idealismo kantiano.

   El director afrontó la dirección de la página mozartiana con un punto de delicadeza que hacía pensar que se estaba aún en el estilo galante del que precisamente se separó el compositor con esta obra, asumiendo el incipiente clasicismo vienés que se empezaba a practicar en la década de sesenta del siglo XVIII en Austria, liderado por Haydn. La cuerda de la OC se erigió en protagonista en la exposición de la belleza de esta obra de juventud del genio salzburgués, generando una sonoridad cálida en su expresivo discurso, que facilitaba que el oyente entrara en una especie de trance contemplativo con el Andante, tiempo en el que  el sentido galante se hace presente como resistiéndose a dejar su reinado. Sin duda fue el momento más elocuente de la interpretación de esta obra, quedando patente el buen estado de afinación y conjunción de esta sección instrumental de la orquesta y el cuidado sentido lírico-dramático conseguido por el director. Una sensación de sosegada danza vino determinada por el minueto, marcado desde el pódium con suma elegancia. La típica vitalidad mozartiana tuvo su momento estelar en último el tiempo, al que el director imprimió un aire de jovialidad de estimulante efecto emocional.

   Desde la mayestática entrada del primer movimiento se percibía cómo Carlos Domínguez-Nieto tiene una sólida concepción de la Sinfonía en la de Anton Bruckner. La ingente información que da en su misión de hacer sonar tan magna obra queda para un espectador atento como un preciso ejercicio de construcción lleno de detalles expresivos, sólo explicables desde un minucioso análisis de la obra y la compleja  personalidad de su autor. El concierto se transformó así en una didáctica exposición de la gestualidad necesaria para transmitir su mensaje desde una posición intelectiva de alto grado pese al hándicap que supone no disponer de una acústica que favorezca la monumentalidad sonora que pide la música del más importante organista que ha tenido la Abadía de San Florian sita en la alta Austria, donde descansan sus restos.

   De manera concisa se puede decir que la interpretación de su Sexta sinfonía reflejó la afinidad de este director madrileño con la música del austriaco, alcanzando a ofrecer la cohesión interna que presenta esta composición en su conjunto desde la singularidad de cada movimiento en su diversidad temática, aspecto muy tenido en cuenta constantemente por el maestro Domínguez-Nieto, resaltando su riqueza motívica con sentido estructural sin perder en momento alguno su intención de acentuar los detalles rítmicos, las dinámicas y la regularidad armónica tan característicos de este compositor. 

   El respeto y consecución de todos estos aspectos hacen del director titular de la OC un «bruckneriano» consumado, lo que dice mucho de su personalidad musical atenta siempre a estudiar todas las facetas artísticas y personales de los compositores, como se ha podido percibir en este bien pergeñado programa de sinfonismo tan regio y de alto contraste. Recordar la figura de Schubert nos lleva a completar el arco estético iniciado en Mozart y terminado en Bruckner, sin olvidar la ingente aportación de Haydn y Beethoven, todos ellos autores esenciales para entender uno de los trayectos sinfónicos más singulares de la historia de la música.

Foto: Paco Casado

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