Por José Antonio Cantón
Córdoba. 25-III-2021. Gran Teatro. Orquesta de Córdoba (OC) y Orquesta Joven de Córdoba (OJC). Solistas: Gonzalo Lucien Vauthey (violín), María Ureña (violonchelo), Ignacio Cano (oboe) y Antonio Abad López (fagot). Director: Carlos Domínguez-Nieto. Obras de Beethoven y Haydn.
Con dos obras del más evolucionado clasicismo como son la Sinfonía concertante en si bemol, Hob.I:105 de Haydn y la Primera Sinfonía en do, op.21 de Beethoven se producía el encuentro anual de colaboración que la Orquesta de Córdoba [OC] tiene acordado con la Orquesta Joven de Córdoba [OJC] en el que los jóvenes componentes de ésta comparten atril con los profesores de aquella para cumplir así uno de sus principales objetivos pedagógicos, que es recibir sus integrantes una experiencia lo más cercana posible al trabajo que se realiza en una orquesta profesional. Su director, Alejandro Muñoz, a su vez violinista de la OC está situado en una posición de enlace en la cooperación de ambas formaciones, acertando en esta ocasión con la preparación alcanzada por sus pupilos en el montaje de este programa que llevaba por título «Concierta Sinfonía».
Su buen resultado se debió fundamentalmente al planteamiento dinámico que el maestro Carlos Domínguez-Nieto imprimió a su pulso en estas dos obras, al llegar a un punto de articulación y brillantez barrocas que generaba en el oyente una grata vívida sensación, sustentada en una conjunción sonora que reforzaba la elocuencia que siempre se desea y espera de una natural identificación con el estilo clásico, como demostró a lo largo de la obra concertante de Haydn, complicada para los solistas por la exigente técnica que requiere la ejecución de la coloquial relación entre ellos, y por la contrastada proporción como elemento musical que debía anteponerse a la ahormada sonoridad conseguida en la orquesta, ayudada por la espontánea fantasía que transmitía el maestro. Tan necesario equilibrio fue conseguido por la tensión que se generaba desde el pódium en un constante ejercicio de anticipación al discurrir de los distintos episodios de la obra. En este sentido el mejor resultado se consiguió en el Andante central, el movimiento mejor balanceado de toda la interpretación. Otro momento interesante fue la interrupción por el violín del apasionado rondó del Allegro final, sereno recitado en el que Gonzalo Lucien Vauthey dio lo mejor de sí.
La calidad de concierto se enriqueció con la sinfonía, con la que Domínguez-Nieto probó su capacidad de exposición ajustándose a las últimas manifestaciones del gran modelo clásico que propone Beethoven en esta obra pensado, entre otros motivos, para procurar un determinante lucimiento orquestal, aspecto que fue muy cuidado por el director titular de la OC. Así destacó el aire marcial que anima el primer movimiento ajustando los vientos, que le sirvieron para exponer los secretos de su configuración armónica. En el segundo, clarificó los nuevos motivos que surgían poniendo máxima atención en el protagonismo de la cuerda que, tanto al principio por los violonchelos como al final por toda la sección, competía con los timbales muy presentes en su activación por el joven percusionista de la OJC. Supo entender la impropia denominación como minueto del tercer tiempo, reorientando el carácter estructural «scherzante» de su tempo, que fue muy acertadamente contrastado con la elegancia aplicada a su trío central. Finalmente, el maestro volvía de alguna manera la mirada a Haydn en el último movimiento, logrando que la OC, bien impregnada por algunos destacados atriles de OJC, dejara la sensación de haberse completado una interpretación resultante de un trabajo bien planeado, que llegó a complacer sobradamente las expectativas que había suscitado este programa clásico en los músicos y en el público.
Foto: Paco Casado
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