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Crítica: Carlo Rizzi dirige «L'equivoco stravagante» en el Festival Rossini de Pésaro

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Autor: Raúl Chamorro Mena
25 de agosto de 2019

Modélica puesta en escena de una ópera buffa

Por Raúl Chamorro Mena
Italia. Pesaro. 19-VII-2019. 20:00 horas. Rossini Opera Festival. Vitrifrigo Arena. L’equivoco stravagante (Gioachino Rossini). Teresa Iervolino (Ernestina), Paolo Bordogna (Gamberotto), Davide Luciano (Buralicchio), Pavel Kolgatin (Ermanno), Claudia Muschio (Rosalia), Manuel Amati (Frontino). Coro del Teatro Ventidio Basso. Orquesta Sinfónica Nacional de la RAI. Dirección musical: Carlo Rizzi. Dirección de escena. Moshe Leiser y Patrice Caurier.

   Después del concierto en el Teatro Rossini a las 16 horas y la obligada visita a la librería Antonio Bonali, que cuenta con una asombrosa colección de libros musicales, me subí a una atestada navetta que me condujo al Vitrifrigo Arena, que así se llama este año el Adriatic Arena en virtud del patrocinio de una empresa de frigoríficos para hoteles, yates y caravanas.

   Una ciudad tan importante en la vida de Rossini como Bolonia sólo acogió un estreno de una de sus óperas, L’equivoco stravagante, primera ópera buffa en dos actos compuesta por el cisne de Pesaro, por cuanto las anteriores obras para Venecia, eran farsas en un acto. Y, efectivamente, el equívoco no puede ser más extravagante, toda vez que el criado Frontino hace pasar a Ernestina, muchacha engreída que alardea de forma ridícula de conocimientos literarios y que es destinada en matrimonio por su padre Gamberotto -campesino enriquecido- al cretino, pero adinerado Buralicchio, por un evirado travestido de mujer para evitar el servicio militar. De tal modo que es rechazada por Buralicchio y puede esposar al joven, pero menesteroso Ermanno. Esta rocambolesca trama permite el despliegue de un juego verbal lleno de dobles sentidos, insinuaciones eróticas, deformaciones de palabras, pedantes y necias citaciones literarias… Y eso que el libreto de Gaetano Gasbarri ya había sufrido intervenciones previas al estreno por parte de un censor. El escándalo suscitado provocó la intervención de la censura y la inmediata retirada de la obra -que se había estrenado el Teatro del Corso el 26 de octubre de 1811- después de sólo tres representaciones. Rossini no podía permitir que tanta buena música se perdiese y la reutilizó en otras obras, especialmente en La pietra del paragone.


   Lo primero que hay que destacar es la divertida, dinámica y plena de buen gusto puesta en escena de la pareja Moshe Leiser y Patrice Caurier, que potencia todo el elemento cómico de la obra, con elegancia y manteniéndose lejos siempre de la vulgaridad, algo que es fundamental en Rossini. La escenografía nos muestra la casa con una decoración propia de un nuevo rico presidida por un enorme cuadro con un buey que mira al espectador y que sin duda simboliza al sandio Gamberotto. El movimiento escénico está muy trabajado, con el dinamismo imprescindible en una ópera cómica, y los personajes impecablemente perfilados, especialmente, la protagonista Ernestina. Estamos ante el primer papel compuesto por Rossini para la contralto florentina Marietta Marcolini, cantante de gran importancia en la carrera Rossiniana (quizás, la que más, hasta cruzarse con la Colbran) y que fue posteriormente destinataria de los papeles de Marchesa Clarice de La pietra del paragone, Isabella de L’Italiana in algeri, de la protagonista de Ciro in Babilonia y de Sigismondo.

   Teresa Iervolino fue una Ernestina espléndida en lo interpretativo en plena colaboración con la regia. Una muchacha de origen campesino, sencilla, un tanto naïf, que ha vivido rodeada de libros, que en lugar de una sólida cultura le han provocado un empacho embarullado que la  ha vuelto envanecida con aires ridículamente petulantes. Vocalmente, la Iervolino cuenta con una voz de respetable extensión, bien emitida y homogénea, aunque de escasa seducción tímbrica. Su canto es correcto, con un buen legato, aunque de fraseo no especialmente variado ni contrastado. La Iervolino mostró, asimismo, buena agilidad, aunque le faltó un punto de brillantez y carisma en la gran escena con rondò del segundo acto que interpreta con traje de militar. Sin duda una concesión a Marietta Marcolini, que además de tener su gran pieza de lucimiento poco antes de terminar la obra, gustaba de aparecer in travesti incluso en las óperas que interpretaba personajes femeninos, con lo que en el caso de L’equivoco stravagante se subrayaba el elemento de la ambigüedad sexual, ya muy presente en esta ópera. Ernestina a la que se cree un hombre, se viste de hombre.


   En L’equivoco tenemos los dos tipos de cantantes buffos presentes en muchas de las óperas rossinianas, el buffo caricato (Gamberotto) y el buffo cantante (Buralicchio). Gamberotto, padre de Ernestina, es un nuevo rico que se las da de intelectual de forma grotesca y alberga ambiciones, pues arregla un matrimonio para su hija con un hombre necio, pero acomodado. El buffo caricato correspondió apropiadamente a Paolo Bordogna, que con una gran panza y su comicidad desbocada, aunque bien controlada por la regia, compensó su canto deslavazado y de emisión totalmente desigual. Por su parte, adecuado como buffo cantante en el papel de Buralicchio, Davide Luciano, cantante de emisión mucho más ortodoxa y homogénea y fraseo cuidado y noble. Un tanto desvaído y de escaso interés tímbrico, dentro siempre de una asumible corrección, el Ermanno del tenor ruso Pavel Kolgatin. Desenvuelta, juvenil, impecable interpretativamente, la pareja de criados Rosalia y Frontino, aunque en lo vocal resultó más interesante la soprano Claudia Muschio (que el pasado año encarnó a la Condesa de Folleville en Il viaggio a Reims del Festival Giovane), que el tenor Manuel Amati de muy escasa presencia sonora.

   No se le puede negar buen pulso a la dirección de Carlo Rizzi, que además, obtuvo un buen sonido de la orquesta, pero su dirección resultó más bien pesante y ayuna de la más mínima fantasía. Buena actuación del coro del Teatro Ventidio Basso de Ascoli Piceno, tanto en lo musical como en la faceta escénica, en la que contribuyeron junto a los seis solistas y la dirección escénica, a una estupenda noche de ópera cómica en la que el público se divirtió de lo lindo y aplaudió con entusiasmo.

Foto: Festival Rossini de Pésaro

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