Por Alejandro Martínez
Se celebraba ayer en Zaragoza la XIV edición del Concurso Internacional de Canto Montserrat Caballé. La soprano ha atravesado un año y medio bregando con una salud que le pasa factura y agradó un año más encontrar intacta su singular personalidad cuando tomó la palabra para cerrar la final del certamen. Emocionada, recordó que este año se cumple el cincuenta aniversario de su matrimonio con el tenor aragonés Bernabé Martí. De un total de 304 participantes de 58 países, en esta ocasión concurrían a la final del certamen catorce concursantes, acompañados por el pianista Ricardo Estrada, a quien cabe aplaudir su estupenda labor durante el concurso: Sara Blanch (soprano, España), Anaïs Constans (soprano, Francia), Anna Devin (soprano, Irlanda), Nana Dzidziguri (mezzo, Georgia), Ruth Iniesta (soprano, España), Víctor Jiménez (contratenor, España), Eunhee Kim (soprano, Korea), Irina Levián (soprano, Ucrania), Ruzan Mantashyan (soprano, Armenia), Manuel Mas (barítono, España), Seyoung Park (soprano, Korea), Darren Pene Pati (tenor, Nueva Zelanda), Jeanette Vecchione (soprano, EE.UU.), Joanna Wydorska (soprano, Polonia). El jurado estaba formado por Roger Alier, Juan Pons, Justino Díaz, Carlos Caballé y Fernando Sans Rivière.
El vencedor del certamen, con el primer premio (12.000 euros), fue el tenor neozelandés Darren Pene Pati. En su caso estamos ante una voz de tenor de esas de que las que se encuentra una entre mil: grande, timbrada, eufónica, comunicativa, fácil… Un tenor que irradia simpatía, brillo y naturalidad, y que disfruta con lo que hace y así lo transmite al público. Cabe destacar también la insultante facilidad que mostró para resolver la tesitura del “Ah, léve-toi soleil!” del Roméo et Juliette de Gounod, que tantas veces escuchamos a tenores esforzados, apretando y tensando la voz cada vez que tienen que subir al agudo. En todo caso, ante casos como el suyo siempre nos surge la misma duda: ¿sería capaz de cantar la parte completa de Roméo, con el consiguiente desempeño escénico y la fatiga vocal de una representación tras otra? Y no menos importante: con lo que se valora hoy la figura y la parte física en los solistas, ¿le encargaría algún teatro un Roméo a alguien como él, tan simpático como rotundo? Ojalá.
El segundo premio, dotado con 6.000 euros, fue a parar a la soprano coreana Seyoung Park, ganadora del Viñas en 2014, que mostró una voz grande, con una extensión espléndida, de soprano dramática comme il faut, esto es, con graves solventes, centro nutrido y agudo firme y potente, amén de un fraseo contrastado y vibrante. Con casos como este, los solistas coreanos van rompiendo poco a poco ese tópico que hacía de ellos poco menos que resortes técnicos fríos y calculados, sin emoción alguna en su canto.
Con el “Je veux vivre” de Roméo et Julietta concursó la joven soprano zaragozana Ruth Iniesta, dueña de una voz fresca, redonda, grande y bien timbrada, de sonoridad homogénea, y en manos de una intérprete que irradia simpatía y teatralidad. A nuestro juicio, y localismos al margen, se merecía disfrutar del tercer premio en solitario. Compartió el tercer premio con la soprano francesa Anaïs Constans, galardonada también en el certamen Operalia. Seguramente no tuvo entre sus manos una página de excesivo lucimiento en la final, con el “Sul fil d´un soffio etesio” de Falstaff, pero por lo general no nos convenció ni la naturaleza de su material ni la resolución técnica de la emisión.
La jovencísima Sara Blanch, con “Les oiseaux dans la charmille” de Les contes d´Hoffmann, se alzó con el premio honorífico otorgado con el público. Encontramos en su caso a una soprano versátil y segura, mostrando una capacidad interpretativa global muy apreciable, tanto vocal como escénica
En los concursos cabe quedarse con los aspectos más destacables, en positivo, de los aspirantes. Así, entre los no premiados cabe destacar las buenas intenciones de la soprano irlandesa Anna Devin y sobre todo el espléndido trabajo de la soprano armenia Ruzan Mantashyan, con “Si, mi chiamano Mimi” de La bohéme. Encontramos en su caso una voz madura, homogénea, de emisión redonda, firme y dúctil, y con un fraseo sentido y elaborado. Merecía algún premio, a nuestro entender; nos pareció netamente superior a la francesa Anaïs Constans, por ejemplo. Es también importante valorar lo que significa que un contratenor español como Victor Jiménez alcance la final de un certamen de esta entidad. Aunque no fuera premiado, cantó valiente el “Verdi pratti” de Alcina, muy sentido y bien fraseado, aunque un tanto nervioso y con algún resorte técnico por madurar. Aplaudimos que se “naturalice” la presencia de estas voces en los concursos de canto, donde tan poco abundan. Buen material asimismo el del barítono español Manuel Mas, al que Verdi quizá le resulte un poco pesado. A nuestro entender, Mozart le daría momentos de más lucimiento, cuidando la línea y midiendo la emisión. El material es bueno y el intérprete se implica; no siempre se dan cita ambas facultades en un mismo solista.
Por último, y aunque levantamos ampollas locales cada vez que lo decimos, debemos insistir en una evidencia sobre la acústica de la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza. Tantas veces loada por grandes batutas y músicos sin fin, su excelsa acústica para la música sinfónica no es sin embargo tan idónea para las voces. Tan sólo los solistas con instrumentos muy grandes y muy bien timbrados logran hacerse oír con plenitud, y no hablamos de volumen, sino de homogeneidad y riqueza en la presencia de sus voces en la sala. Para el resto, es evidente que la acústica no refleja la variedad de intensidades de la emisión, amén de los numerosos ecos que se producen aquí y allá y de una sensación constante de un sonido que se va con el solista si éste se gira o se mueve. La comparación con la estupenda sensación acústica que devuelve la más pequeña sala Galve debería bastar para no ver en estas palabras una intención malévola de arremeter contra este Auditorio, sino la necesidad de reconocer una evidencia: este concurso debería celebrarse en el Teatro Principal de Zaragoza, que es la casa de la lírica en esta ciudad y que también depende del Ayuntamiento, como el Auditorio. Ese mismo Ayuntamiento a cuyos responsables se les llena la boca hablando del vínculo de la ciudad con la lírica en torno a este certamen, con Caballé delante, pero que cada año se niegan a respaldar las iniciativas locales encaminadas a restaurar una programación digna de ópera y zarzuela en la ciudad.
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