Artículo de opinión de Aurelio M. Seco sobre el arte de Bruckner
Creciendo lento
Por Aurelio M . Seco | @AurelioSeco
Hay una inercia en las orquestas y en general en la gente que consiste en tender a hacer cada vez más rápido lo creciente en intensidad. En el Mundo, existen infinidad de ocasiones, algunas obvias, de naturaleza etológica, en las que hacer lento cualquier cosa de fuerza creciente resulta mejor, pero en la música, como en la vida en general, es una excepción encontrar a quien es capaz de retener la velocidad ante la fuerza descomunal de una música sustantiva, siendo este fenómeno sustantivo él mismo, un Fenómeno en sentido griego, entre otras cosas por su rareza. Es más difícil retener esa inercia y, por ello, más bello y evocador el resultado.
Hace unos días, un buen amigo me preguntó por Bruckner, puede que el más importante sinfonista que ha existido y un compositor incomprendido en su 200 aniversario. Anton Bruckner nació el 4 de septiembre de 1824 en Ansfelden, Austria. Sus partituras son una singular piedra de toque para ponderar el arte de los directores en el aspecto mencionado. Es la música más sobrehumana que conozco, una música con la que se pueden decir las cosas más grandes e importantes que parecen más pequeñas e insignificantes. Poseen sus partituras una potencia artística descomunal que puede representar, como pocas, lo grandioso, lo inabarcable y lo heroico. Pero es una heroicidad que no hemos de trivializar desde una perspeciva obvia y pueril de héroes de cómic. Es una heroicidad profundamente humana, indómita, apesadumbrada y triste, que está escondida, literalmente extraviada para el mundo, como cuando un hombre bueno pierde para que gane el amigo o el amor de su vida quienes, no comprendiendo dicha grandeza, la ignoran, rechazan o malinterpretan, entre otras cosas. De Bruckner se puede extraer la mayor frustración imaginable, tanto como el misticismo y el romanticismo más profundo y verdadero. Es romántica la Cuarta sinfonía, llamada así por el propio compositor por razones algo diferentes a las nuestras. Bruckner nos habla en alto, a veces a voz en grito, de lo más importante, representándonos puntualmente el mayor de los descubrimientos. Su proceso. Un proceso desvelado que es la fe, o desde la fe y la desesperación, y todo dentro de una sensación resignada de homogeneidad armoniosa, de una serenidad preciosa, y de una pesadumbre e intensidad tan grande, creciente y hermosa que sólo se puede significar verdaderamente manteniendo la lentitud de un caminar.
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