Crítica del libro Anton Bruckner, personalidad y obra de Constantin Floros
Por fin algo sobre Bruckner en español
Por Albert Ferrer Flamarich
Anton Bruckner, personalidad y obra. Constantin Floros. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2022. 289 págs. ISBN: 978-84-9044-553-2.
La bibliografía musical en lengua española presenta carencias flagrantes que, en el caso concreto de las traducciones, sigue marcada por grandes lagunas en sus principales vertientes (análisis, estética, biografías,…) de los títulos que han determinado y determinan los cauces del conocimiento actual. Un ejemplo lo hallamos en Anton Bruckner, personalidad y obra de Constantin Floros (Salónica, 1930) que apareció en alemán en 2004 y que, en traducción de la investigadora y docente Nieves Pascual León, se publicó hace unos meses dentro de la colección de las Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Solo un dato para comprender este paupérrimo panorama: resulta alarmante que ante la ingente de estudios en alemán e inglés existentes en varios volúmenes, éste sea el segundo libro en lengua española sobre Bruckner publicado durante los últimos 20 años en España.
Dividida en tres bloques (retrato de un carácter, música religiosa y el sinfonista) y treinta y cinco capítulos iniciados cada uno por una cita, la monografía se centra en la obra religiosa y sinfónica tras el resumen biográfico en el primer tercio. Desde lo formal y con recursos semióticos, Floros realiza un examen que sobrepasa lo estrictamente musical destilando la importancia de su formación en psicología para entender la mentalidad de Bruckner con sus trastornos obsesivos compulsivos, su inteligencia emocional y como esto también se plasma en su obra. En este sentido, ya lo recordaba Harnoncourt precisamente en una entrevista entorno a su grabación de 1994 de la Tercera sinfonía, cuando afirmaba que el contenido completo de una obra solo aparece si se tienen en cuenta también sus posibles contradicciones.
El autor ofrece una perspectiva más certera por cuanto lo justifica desde lo documental y lo musical rebatiendo tópicos e interpretaciones sesgadas: desde aquellas que lo trataban de predicador o lo consideraban un apóstol de la música absoluta. Para ello, reivindica la importancia de Liszt y Berlioz, que suma a las ya archicitadas influencias de Beethoven, Schumann y Wagner. A parte de la comprensión estilística del lenguaje como son las interrelaciones temáticas y simbólicas entre sus obras trasluciendo un considerable trasfondo personal y biográfico, Floros también rebate la imagen de simpleza de su personalidad y demuestra la inteligencia emocional ante la muerte y el dolor ajeno brucknerianos, entre otros aspectos. Además, cuenta con el aliciente de comentar los enfoques interpretativos de tres grandes directores de orquesta como Jochum, Wnad y Celibidache; así como del cuarto movimiento de la Novena y la labor de reelaboración de Samale, Phillips, Mazucca y Cohrs de 1992. No obstante, la atención a la Octava se antoja demasiado breve y tampoco desgrana en detalle la construcción de las codas de los movimientos extremos de sus sinfonías.
Las 676 notas a pie de página, cuya totalidad refiere a fuentes documentales, demuestran una enorme capacidad de síntesis y el dominio apabullante de toda la bibliografía y discursos historiográficos que le permiten desgranar y citar aquello concreto para el ensamblaje y cimentación de su relato, tan sustancial en el rédito extraído de los materiales matriz en lo coyuntural e histórico. En esta línea, no faltan intersticios que, a modo de digresión, enriquecen el discurso con incisos en la posmodernidad y debates como el de la música pura, que Floros considera una aporía: es decir, una categoría estética de raíz filosófica encerrada en sí misma. Todo ello expresado, por cierto, gracias a una redacción de estilo directo construida sobre frases cortas, coordinadas, que le permiten sintetizar lo necesario poniéndolo fácil al lector dentro de una densidad argumental y conceptual revestida de simplicidad y accesibilidad. Desde esta perspectiva, Floros es una antítesis de las maneras alambicadas y arcos gramaticales de tensión agotadora de Adorno o Dahlhaus, no menos admirables en la superpoblación de ideas.
Sin errores destacables, sólo habría que corregir en la página 212 que Bruckner en abril de 1894 estaba en su lecho de muerte. El año correcto es 1896. Por otro lado, se echa de menos un índice onomástico y otro de personalia que facilite un breve resumen de consulta de esos nombres que aparecen bien identificados en el texto pero cuya búsqueda ocasional será lenta y difícil. Algo que sorprende en una publicación asociada a un centro universitario como el de Castilla-La Mancha, cuyo profesorado y los investigadores partícipes en esta traducción son algunos de los más aventajados y consagrados del ámbito español actual. Es el caso de Paulino Capdepón que firma un excelente prólogo donde elabora un repaso a modo de estado de la cuestión entorno a lo publicado tanto en monografías como artículos sobre Anton Bruckner; incidiendo también en la labor de algunas revistas, centros e institutos de investigación y sociedades avezadas a su difusión y conocimiento. Igualmente Capdepón desarrolla una aproximación a la obra musicológica de Constantin Floros que, sin lugar a dudas, deviene una parte fundamental y modélica para tomar conciencia de la vasta y profunda dimensión de uno de los más excepcionales, fértiles y completos musicólogos de las últimas décadas.
Por esta razón, cabe agradecer y felicitar a las Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha en su empeño de brindar una colección musicológica actual a especialistas, músicos y melómanos. Y es que con Anton Bruckner, personalidad y obra tenemos en español uno de los libros más sugerentes publicados en 2022 en el terreno musical, dentro de una serie para la que rogamos la traducción de otras monografías y textos de Floros como los dedicados a Chaikovsky, Brahms y Berg.
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